Masacre de Villa Seca: a casi 60 años de cuatro asesinatos impunes

El 28 de septiembre de 1961 fueron degollados una embarazada, su esposo y un empleado de ambos. Hubo dos juicios sin condenados.

Masacre de Villa Seca: a casi 60 años de cuatro asesinatos impunes
Las crónicas de la época reflejaron el horror tras el hallazgo en Tunuyán.

La historia criminal de Mendoza tiene en su haber varios asesinatos pero muy pocos aún no tienen culpables. Y este es uno de ellos. Conocido como el “cuádruple asesinato” de Villa Seca, ocurrió hace 59 años. Después de que hubiera detenidos, algunos que terminaron imputados, dos juicios orales y públicos, hasta hoy el hecho continúa impune.

Ocurrió el 28 de septiembre de 1961. Las crónicas de aquellos años hablan de que un repartidor que proveía de pan al almacén de “Los Alonso” en la calle La Luz, en las afuera de Tunuyán, se sorprendió al no ver “movimiento” de personas en el lugar, por lo que se arrimó a la vivienda.

Entonces descubrió en el garaje el cuerpo sin vida del empleado Carmelo Poveda, nacido en Bolivia y de 25 años. Lo habían matado a puñaladas en el mismo catre donde dormía.

Con la premura del caso, el distribuidor recorrió los metros que separaban la vivienda del almacén y sobre el piso descubrió los cuerpos de Celedonio Alonso, de 36 años, y el de su esposa Julia Firmani (30), embarazada de 8 meses. Ambos habían sido asesinados a cuchilladas y degollados.

El lugar se vio desbordado por vecinos, curiosos y efectivos policiales que “borraron” huellas y movieron los cuerpos en una investigación que resultó desastrosa y que, tal vez por ello, impidió dar con los asesinos.

Las crónicas de la época reflejaron el horror tras el hallazgo en Tunuyán.
Las crónicas de la época reflejaron el horror tras el hallazgo en Tunuyán.

“Perejiles”

Hubo varios imputados a los que hoy se llamaría “perejiles”. José Naranjo fue el primero que se declaró autor del múltiple crimen, versión que se desmoronó cuando se comprobó que era un joven con discapacidad, que terminó confesando después de una tremenda paliza recibida en dependencias policiales.

Más tarde se sumó en calidad de sospechoso a Julio García Polanco, pero también terminó desvinculado del caso.

Finalmente se realizó el primer juicio. Los imputados fueron Rosas Cevallos y Luis Carrizo, quienes también habían sido acusados de matar a otro linyera (Luis Collado) y frente a un pueblo expectante y con el comercio cerrado, en el salón del Tiro Club, después de que el fiscal optara por no acusar, el Tribunal absolvió a la dupla.

Sólo comentarios

El terrible cuádruple crimen fue un tema del comentario popular por largo tiempo y las voces en voz baja hablaban desde un terreno “abierto” donde los aviones dejaban caer cargamentos de droga y que alguien había tomado como propia, lo que hoy se conocería como una “mexicaneada”, hasta homosexualidad y engaños familiares, con argumentos que nunca llegaron a ser anotados en el expediente.

Casi cinco años después, un 2 de mayo de 1966, comenzó el segundo juicio. Fue uno de los más convocantes de aquellos tiempos. Sentados en el banquillo de los acusados estaban Antonio Sánchez (un reconocido productor de zanahoria de la zona), su cuñado Joaquín Alcalde y el carnicero Adelio Russo.

El Tribunal integrado por los jueces Rafael López Gonzales, Alberto Jardel y Gladys Zapata, durante más de tres meses, en agotadoras jornadas que se extendieron a lo largo del día (incluyendo algunos sábados y hasta altas horas de la noche) tuvo enfrente a dos especialistas y estudiosos del derecho. Se trata de Roberto Lavado, como fiscal, y Pedro Baglini como abogado de los acusados.

Cada uno a su turno alegó acaloradamente a favor de la condena y de la inocencia. La sentencia de absolución por el beneficio de la duda, que se leyó a las 4 de la mañana, le dio la libertad a los tres enjuiciados y fue el último acto jurídico que tuvo la causa.

Hoy, a casi a 60 años, el tristemente famoso cuádruple crimen de Villa Seca continúa sin culpables, es decir sin justicia.

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