Alberto Olguín tenía 81 años y fue encontrado moribundo sobre un charco de su propia sangre la siesta del pasado jueves en su casa en Junín, donde vivía solo. Tras luchar tres días por su vida, el jubilado falleció en el hospital Central, no sin antes revelarle a su hijo la identidad de su presunto asesino. Sumado al adelanto de autopsia Felipe Olguín (72), hermano menor de la víctima, se vio acorralado en la causa y quedó imputado por homicidio simple.
Pasadas las 14 del jueves, ingresó un llamado al 911 pidiendo desesperada ayuda por un adulto mayor que yacía gravemente herido en el comedor de su vivienda, ubicada en una finca por la calle Martínez. Minutos más tarde, cuando llegó un móvil de la Policía, los uniformados se encontraron con Alberto tendido en el suelo, pero consciente, y su hermano Felipe junto a él.
Ambos les explicaron a los uniformados que habían estado tomando alcohol y que por ese motivo el más longevo de los dos había tropezado y caído al suelo, golpeando su cabeza. Una ambulancia del Servicio de Emergencias Coordinado lo trasladó al hospital Perrupato, en San Martín, debido a que necesitaba puntos de sutura.
Cuando los galenos del centro regional del Este lo vieron pudieron percatarse al instante de que Olguín presentaba diferentes lesiones en el cuerpo compatibles con una golpiza brutal. Acto seguido, pidieron su urgente traslado al hospital Central de Ciudad, donde quedó en terapia intensiva hasta la noche del domingo, cuando falleció.
Los peritos del Cuerpo Médico Forense informaron en un adelanto de autopsia que Olguín había fallecido producto de un traumatismo encéfalo craneal y detallaron que en la cabeza tenía una herida cortopunzante de 13 centímetros, además de hematomas y politraumatismos en los brazos y las piernas.
El nombre del presunto asesino
El caso quedó en manos del fiscal de Rivadavia-Junín, Carlos Giuliani, quien ordenó la detención de Felipe Olguín ese mismo domingo. Así, la Policía se llevaba detenido al mismo hombre que había llamado a emergencias buscando salvarle la vida a su hermano mayor.
Ocurrió que por la preliminar de los peritos forenses sumada a la declaración de un testigo a oídas, el rumbo de la investigación pegó un volantazo y apuntó hacia el menor de los Olguín, quien se vio acorralado.
Uno de los hijos de Alberto fue a visitarlo al hospital horas antes del deceso y, como retratando la escena de una película, el hombre usó su último aliento para intentar explicar lo que había ocurrido ese jueves al mediodía. “El Felipe se mandó una macana”, le alcanzó a decir la víctima a su hijo, según detallaron a Los Andes fuentes allegadas a la investigación.
Poca validez
Para la Justicia, la declaración de un testigo a oídas es prueba insuficiente porque se trata de una persona que narra lo que otra le ha relatado sobre un hecho, es decir, que por lo tanto lo único que puede acreditar es la existencia de ese relato pero no el hecho en sí.
Según explicaron fuentes judiciales a este diario, la fiscalía del Este pidió la detención del hermano menor de la víctima fatal porque los peritos y galenos confirmaron que había fallecido por una paliza y no por una caída.
Como el único que estaba con él era su hermano menor, los pesquisas lo señalaron como el posible autor y es por ello que fue imputado horas más tarde por homicidio simple, aunque no le sumaron el agravante porque están esperando más resultados de otras pericias, como los celulares de los involucrados.
Además, en un primer momento cuando los uniformado llegaron a la vivienda, la víctima misma fue quien dijo que se había caído. Aunque cabe la posibilidad de que pudo haber tomado esa decisión para no perjudicar a su agresor, debido al lazo de sangre que los unía.