Las tomas de rehenes han dado mucho que hacer a las policías en todas partes del mundo, obligando a crear grupos especiales de intervención y negociación.
El reciente caso ocurrido en la localidad bonaerense de Caseros, es un dramático recordatorio. La Policía ingresó en la vivienda y abatió al secuestrador, identificado como Alejandro Maldonado, de 42 años, que ya había matado a su amigo Alfredo Cáceres (47). El hecho se extendió por más de 10 horas donde se intercambiaron palabras y más de 300 disparos, que también dejaron el saldo de tres efectivos heridos, uno de ellos en grave estado.
Esta acción delictual de apoderarse de una persona se puede trasladar a nuestra geografía, donde a lo largo del tiempo se han registrado un sinnúmero de hechos, muchos de ellos dentro de los penales, otros en casas de familia y algunos en comercios.
Para empezar a desandar estas historias hay que remontarse a varias décadas, cuando al intento de robo a una familia con domicilio en el barrio Santa Ana, de Guaymallén, le siguió una toma de rehenes.
Allí intervino Pedro Sánchez, un joven oficial de la Policía de Mendoza que, desarmado, intentó el diálogo con el delincuente, logrando ingresar a la vivienda. En un momento de la “negociación” el uniformado le quitó el arma pero no pudo impedir que el sujeto disparara. La bala impactó en el rostro del policía y le dejó una marca de por vida, pero el delincuente terminó detenido.
Un disparo certero a “El Morocha”
Otro caso fue el cometido por Matías Cerón, más reconocido por su alias de “El Morocha”, con un prontuario donde se entremezclan crímenes, robos y fugas. También tuvo su toma de rehenes, cuando el 24 de febrero de 2001 fue sorprendido en una vivienda de Las Heras. El joven había ido a la casa de su ex novia y, después de un allanamiento fallido de la Policía, quedó encerrado en esa casa de la calle Doctor Moreno.
Después de tres horas con rehenes, Cerón salió a la vereda y tomó a su novia como escudo. Empuñando una pistola calibre 9 milímetros intentó escapar pero un certero disparo de un francotirador desde un techo de zinc a 88 metros de distancia le sacó el arma de la mano.
La bala del policía pasó entre el cúbito y el radio de “El Morocha” sin tocarle un hueso: un tiro perfecto que hizo que el arma del adolescente saliera despedida al medio de la calle, tras lo cual fue detenido.
En Vendimia
El 3 de marzo del año 2000 se conoció el que luego se denominó “Motín Vendimial”. Tuvo su propia toma de más de 50 rehenes, entre personal de la vieja “casa de piedra” sobre Boulogne Sur Mer, civiles y hasta un niño de 8 años.
Se extendió el mismo tiempo que la fiesta mayor de la provincia. Inició junto a la Vía Blanca del viernes con un espectáculo folclórico en el patio central con la participación de internos y familiares y terminó la tarde del domingo horas antes de la repetición del Acto Central. En ese tiempo hubo tiros, gases, algunos heridos y exigencias de libertad pero, como ocurre generalmente, sólo se pactó el traslado urgente de los cabecillas, lo que ocurrió la misma noche del domingo.
Entre los reclusos que lideraron el motín se encontraban Miguel Barloa, Miguel González y Humberto Fraile, a los que se sumaron Alberto Samborowski, Sergio “Lenteja” Frigolé, Diego Ferranti y Gerardo Gómez, presos que terminaron asesinados en diferentes penales en lo que se conoce como un “ajuste de cuentas”.
También se suspendieron las visitas y un par de días después se pudo entrar al penal donde se pudo ver que los incendios provocados por los amotinados habían consumido la biblioteca, los talleres de electricidad y la carpintería, la cocina y el dormitorio de los penitenciarios entre otros edificios.
Un juez y un comisario cautivos
Fue allá por julio de 1999, cuando un grupo de cinco delincuentes fuertemente armados entraron y robaron 7.000 pesos de Amperdila, como se conocía en aquel tiempo a la mutual de empleados del diario Los Andes.
Durante la persecución, con la intervención de medio centenar de patrulleros, decenas de motos y unos 100 efectivos, se logró detener la marcha de un Peugeot 505 donde escapaban los ladrones. Dos lograron salir a la carrera pero uno terminó herido y murió horas después en el hospital.
A las pocas cuadras las balas policiales impactaron en Leonardo Bora cuando conducía solo otro 505.
El hombre primero fue imputado, pero después quedó desvinculado del hecho, aunque con secuelas de por vida. Los delincuentes, mientras tanto, se refugiaron en una vivienda de calle Chile casi Bogado de Ciudad y tomaron como “escudos” al por entonces juez de instrucción Omar Palermo y al comisario Adolfo Siniscalci, jefe de Investigaciones, para facilitar no sólo la huida sino para permitir la liberación de dos mujeres a las que supuestamente habían tomado como rehenes en la vivienda.
Y lo hicieron en un Suzuki de la Policía (móvil 954) hasta Guaymallén, donde los liberaron para continuar la huida en un Fiat 147. Finalmente, los delincuentes terminaron siendo aprehendidos y dos años después Roberto Rojos, Juan Carlos Rojas, Claudia Manrique, su madre Sara Burgueño, y el técnico de fútbol Juan Muñoz, fueron condenados como autores y partícipes del atraco.
Tensión y muerte en Dorrego
José Francisco Wiecek Saswazk había nacido en Buenos Aires pero se convirtió en delincuente en Mendoza, donde tras un atraco a la Compañía Argentina de Teléfonos (CAT) fue detenido, oportunidad en que juró no volver más a la cárcel.
El 26 de diciembre del año 2002, el sujeto apodado “El Polaco” murió al ser alcanzado por dos proyectiles disparados por un francotirador desde una distancia de 60 metros, después de mantener durante 10 horas al propietario de un minimercado de Dorrego y dos clientes como rehenes.
Todo comenzó a las 10 del 26 de diciembre, cuando el sujeto ingresó armado a un negocio de Godoy Cruz pero su accionar fue advertido por una patrulla, por lo que se subió a un auto y tomó rumbo a Guaymallén, donde dejó la movilidad e ingresó al mercado de Adolfo Calle y Cobos.
Agotadas todas las negociaciones y cuando ya caía la noche, se dio la orden de disparar. El tiro del mismo sniper que había desarmado a “El Morocha” terminó con la vida de “El Polaco”.
A estos hechos se sumaron a lo largo del tiempo otros que fueron noticia, por eso vale la reflexión de un viejo investigador de la Policía de Mendoza: “Después de ser tomado como rehén, recuperar la libertad es también poder recuperar la propia historia”.