Dentro del amplio abanico de estafas, existe una de la cual Mendoza no está exenta, a pesar de que pareciera tratarse de un delito que sólo se ve en las películas. Se trata de las clonaciones de tarjetas de crédito, licencias de conducir y documentos de identidad, que forman parte de una red de fraudes. Los restaurantes, las estaciones de servicios y los cajeros automáticos están entre los lugares que más frecuentan los “levantadores” y donde más atentas deberían estar las potenciales víctimas.
El pasado fin de semana, efectivos de la Unidad Investigativa (UID) de Guaymallén junto con la fiscalía de Delitos no Especializados allanaron una vivienda ubicada en la calle Reconquista de Godoy Cruz. Allí arrestaron a Omar David Sansone, un hombre de 47 años que tenía un “búnker” de falsificaciones de diversos documentos.
En la propiedad de Sansone había impresoras, moldes, celulares, computadoras, hojas de documentos, dispositivos de almacenamiento, láminas de impresión de sello de agua y más de 100 plásticos listos para imprimir, entre otros elementos que fueron secuestrados.
“Cuando ingresamos, encontramos más de lo que esperábamos. Estaba todo lo necesario, muchos aparatos tecnológicos dedicados a diseñar junto a una gran cantidad de DNI y licencias de conducir falsificadas”, precisaron a Los Andes desde la fiscalía de Delitos no Especializados.
“De esta manera, encontramos a quien estaba falsificando y, a su vez, proveía esta documentación”, agregaron ante la consulta.
Para los investigadores, haber llegado a la detención de Sansone es un mérito porque se trata de una pieza clave dentro de un circuito de delincuentes dedicados a las estafas con tarjetas de crédito y débito, con tanta vigencia en los últimos tiempos.
Ahora bien, para entender cómo capturaron a este estafador hay que remontarse a algunos días atrás. Precisamente el 24 de enero, cuando la UID de Guaymallén se presentó en una vivienda de Las Heras para allanar la casa de una pareja que había sido denunciada por realizar amenazas.
Los investigadores llegaron hasta allí en busca de un arma de fuego, pero no la encontraron. En cambio, hallaron un escenario completamente inesperado: documentos, licencias, pasaportes y tarjetas falsificadas junto a una batería de electrodomésticos a punto de ser vendidos.
En ese momento, los sabuesos descifraron que faltaba descubrir la ficha clave de las clonaciones, es decir, el proveedor. Como sacado de una novela, resultó ser que la denunciante era la esposa de Sansone, por lo que, a modo de venganza, la pareja detenida confesó todo y apuntó contra ellos.
“Sansone, sin dudas, era el proveedor. No solamente porque tenía la materia prima sino también porque tenía todas las máquinas y toda la tecnología acorde para crear. Además, sabía muy bien cómo usarlas”, explicó el subcomisario Osvaldo Araujo, jefe de la Unidad de Delitos Económicos de la Policía mendocina.
El primer eslabón
Para que una tarjeta clonada pueda circular en la vía pública de manera exitosa se necesita de varias personas que actúen como un engranaje dentro de un sistema abocado al fraude.
La primera pieza es el “levantador”. Se trata de la persona que tiene en su poder un pequeño lector de banda magnética escondido, el cual ya fue previamente configurado para que tome datos específicos. Entonces, cuando recibe una tarjeta de pago, la pasa varias veces por ahí asegurándose de que tome los datos necesarios.
En otras palabras, la banda magnética de las tarjetas guarda el ADN de la misma, es decir que cuando pasa por el lector, al aparato le queda registrado lo único que el clonador necesita: los 16 dígitos que figuran en el anverso y el código de seguridad de tres números del reverso.
Según detallaron al informar la detención de la primera pareja, uno de los métodos que utilizaba la red para hacerse de documentación era robarla de vehículos estacionados o de visitantes que disfrutaban del paisaje en el perilago de Potrerillos o en el Cerro de la Gloria. Quienes roban los plásticos, entonces, se constituyen en otro de los eslabones de esta cadena de estafas.
El proveedor, líder de la banda
Una vez que el “levantador” le entrega los datos recolectados al proveedor, que es el último y más importante engranaje, éste pone en función la clonación. Lo primero que hace es trasladar la información a través de una computadora con un software especial hacia la banda magnética de la tarjeta virgen, que se puede comprar libremente en cualquier plataforma de venta por internet.
Luego, para otorgarle el aspecto comercial al plástico y que parezca una tarjeta real, debe usar la impresora de sublimación, un artefacto que se puede comprar en cualquier lugar.
Finalmente, cuando el delincuente le da el diseño idéntico al que usa el banco, la tarjeta clonada necesita el retoque final: ponerle los números, el código de seguridad, las fechas y el nombre en relieve. Para ello, el clonador necesita una máquina embosadora, que sólo se consigue en el mercado negro porque no es de venta libre.
“Siempre es un grupo de personas organizadas con logística. El clonador reviste conocimientos de tecnología, sabe organizar, sabe de informática y tiene un grupo de personas que trabajan para él”, detalló Araujo.
Los lugares elegidos
Según especifican los investigadores, en la mayoría de los casos los “levantadores” suelen ser empleados de comercio, siendo los locales gastronómicos y las estaciones de servicio los puntos ideales ya que en su mayoría los clientes no se paran de la mesa ni se bajan del auto para hacer el pago.
“Cuando la persona que tiene el lector de la banda magnética escondido va al mostrador a pasar el cobro con una tarjeta, en el camino lo que hace es pasar un par de veces la tarjeta del cliente por su propio lector y luego se lo guarda. Con eso es suficiente”, señaló el jefe de la UDE.
Pero, sin dudas, para los sabuesos uno de los lugares más elegidos son los cajeros automáticos. Ocurre que en los “abre puertas”, los delincuentes suelen poner un aparato idéntico encapsulando al original, entonces el cliente sin darse cuenta pasa su tarjeta de débito para ingresar a sacar plata.
“Cuando el cajero automático está cerrado, no se debe usar la tarjeta de débito o crédito para abrir porque ahí puede estar insertado un clonador. Es importante saber que los abre puertas de los cajeros se pueden abrir con cualquier tarjeta que tenga banda magnética”, destacaron los especialistas a modo de advertencia.
Otro de los dilemas son los falsos teclados, donde el aparato clonador está colocado encima de la boca donde ingresa la tarjeta. Aquí, una buena recomendación es tocar el artefacto antes de usarlo y si está “flojo” dar aviso inmediato al 911 y no usarlo.
También tener en cuenta que por ley, al lado de los cajeros no puede haber porta folletos, ya que a veces allí esconden micro cámaras para obtener la clave que usa la víctima a la hora de retirar dinero.
“Si en el abre puertas ya quedó registrada la información de la banda magnética y con la microcámara logran obtener la clave, entonces ya pueden tener toda la información para clonar una tarjeta de débito”, alerta Araujo.
Realizar la denuncia tras haber sido víctima de una clonación es muy importante porque, a partir de eso, los investigadores saben diferenciar qué métodos se están usando.
Sólo Sansone y otro estafador, que ya había sido detenido mucho antes, tenían en Mendoza ese tipo de máquina embosadora que los sabuesos estaban rastreando hace tiempo y gracias a una pelea entre matrimonios lograron sacarla de circulación.
“Hoy en Mendoza sabemos que no debería haber más máquinas que estas dos. Si hubiera novedades con clonación de tarjetas de este método, sabríamos que esas dos personas están otra vez activas”, cerró el investigador de la UDE.