“Siento que mi infancia me la arruinó. Para mí volverlo a ver fue tremendo”, admite en diálogo con Los Andes una de las dos víctimas del ex gremialista Víctor Yanzón, quien al haber cumplido 70 años de edad pidió recibir el beneficio de la prisión domiciliaria. Para las hermanas significó revivir los abusos sexuales a los que fueron sometidas de pequeñas durante años. Y volver a pasar por el terror, la impotencia, el dolor y la sensación de vulnerabilidad. Aunque un juez finalmente le negó ese beneficio al “chacal” condenado, la preocupación de que vuelva a solicitarla en un tiempo y se la concedan seguirá aquejando a sus jóvenes víctimas.
El 21 de diciembre de 2020, el ex secretario general del Sindicato del Personal de la Universidad Nacional de Cuyo (Spunc) recibió una de las condenas más altas de la historia de Mendoza: 25 años por los reiterados abusos sexuales a quienes eran sus hijastras.
Desde entonces Yanzón está recluido en el penal Almafuerte, pero al haber cumplido recientemente los 70 años de edad, su abogado solicitó la prisión domiciliaria ya que el Código Penal argentino y el Código de Ejecución Penal de Mendoza permiten que internos mayores de 70 años accedan al beneficio. El letrado alegó, además, que su cliente padece diabetes e hipertensión.
Este viernes por la mañana se realizó una audiencia en el Polo Judicial de la que participaron las partes, incluso las víctimas, en la que finalmente el juez Sebastián Sarmiento rechazó el pedido de Yanzón ya que argumentó que puede recibir tratamiento médico para sus dolencias en prisión y que ha cumplido muy poco tiempo en una celda respecto de su condena. “El juez le negó de domiciliaria porque realmente las patologías que tiene no son terminales y pueden seguir siendo tratadas dentro de la prisión”, cuenta a este diario una de las víctimas de Yanzón.
Revivir el calvario
La joven de 26 años es la mayor de las hermanas que fueron ultrajadas por el ex gremialista. “Los abusos empezaron cuando yo tenía 10 años y mi hermana 8. Fueron hasta, más o menos, mis 15 años y después hasta los 18 fueron acosos. Esto pasó durante ocho o 10 años consecutivos y fueron en los domicilios donde vivíamos, porque nos mudábamos mucho, y donde estaba ubicado el sindicato donde él era el secretario general”, relata la víctima.
Ella participó este viernes de la audiencia en que se analizó la solicitud de Yanzón y debió volver a mirar a la cara a quien le arruinó la vida. “Ya al enterarnos de que había pedido la domiciliaria eso movilizó muchas cosas del pasado... Empezamos a volver a vivir las emociones que tuvimos al principio, cuando empezó todo el proceso. Mi hermana se encuentra fuera del país, pero también la dejaron conectarse de forma virtual y el juez nos dejó hablar”, cuenta la mujer.
Y suma: “La verdad es que para mí volverlo a ver fue tremendo. En la audiencia, cuando lo dejaron hablar, lo que hizo fue dirigirse hacia nosotras y el juez le dijo que no podía, que él estaba para explicar por qué quería la domiciliaria, pero no tenía que dirigirse hacia nosotras”.
La joven admite que la posibilidad de que el “chacal” pudiera recibir la domiciliaria le generaba impotencia y miedo. “Era temor, más que nada de pensar que podía buscar la posibilidad de hacernos algún daño, sobre todo a mí, que estoy acá en el país, y también impotencia y bronca porque a él le dieron 25 años de condena y lleva 4 años recién. O sea que no ha cumplido nada de la condena dentro de la penitenciaría. Irse a las comodidades de su casa, la verdad es que te da impotencia”, resume.
Y aclara: “Puede volver a pedir la domiciliaria, puede insistir. Antes de la condena, la pidió como seis veces. Esta es la primera vez que la pide después de la sentencia, que fue en diciembre de 2020″.
Cicatrices que no sanan
Debieron pasar años para que la mayor de las hermanas pudiera denunciar a su abusador, por entonces la pareja de su madre. Fue un doloroso y complejo proceso, que pudo atravesar con el acompañamiento de su padre biológico y una profesional de la salud mental. Luego su hermana se sumó y ambas pudieron radicar la denuncia, que sacudió a los medios de comunicación en 2019.
“Yo ya me había ido a vivir sola y vivía cerca de mi papá biológico, así que al primero que le conté fue a él. Mi papá me buscó ayuda psicológica del Ministerio Público. A la psicóloga que tengo actualmente la tengo desde ese momento y forma parte del Ministerio Público Fiscal”, rememora con entereza la muchacha.
“Después de un año de terapia, ahí decidimos denunciar. Mi hermana tenía su psicóloga y yo la mía; no teníamos la misma. Eso fue en abril de 2019″, agrega.
Y reflexiona: “Sigo con tratamiento porque, obviamente, te quedan secuelas. Siento que mi infancia me la arruinó. Yo infancia no tuve. Éramos dos niñas que no tuvimos infancia. Digo ‘tuvimos’ porque mi hermana opina lo mismo. Cuesta relacionarse con la gente, más que nada con hombres. Estoy casada, pero costó. Fue un proceso largo. Desde el 2018 estoy en terapia y estamos a 2024, así que todos los días es un avance, pero cuesta mucho”.
La decisión judicial que por el momento mantendrá tras las rejas a su abusador ha llevado algo de calma a las víctimas, pero saben que está latente la posibilidad de que algún día acceda a ese beneficio y están dispuestas a dar pelea. “Realmente hoy estoy más tranquila; siento que la Justicia actúa bien y que existe porque a mí me ha podido responder en estos dos casos (la condena y el rechazo de la solicitud de Yanzón)”, admite con cierto alivio la mayor de las hermanas.
“Él puede seguir pidiendo la domiciliaria por la edad porque está estipulado por ley, pero no es que se la vayan a dar. Tanto mi hermana como yo vamos a luchar porque no se la den. Sé que en algún momento seguramente pasen los años y digan: ‘La verdad es que no puede seguir preso, está viejo, está enfermo’ y se la den. Pero yo espero que pase la mayoría de los años allá adentro”, sentencia decidida y con voz calma.