“No vamos a devaluar”. Es una frase que todos los gobiernos, en algún momento, dicen. Y desde el fin de la convertibilidad para acá, nadie la cumplió: el peso, desde entonces, perdió el 99,23% de su valor frente al dólar estadounidense en la ventanilla de un banco.
Ese es el resultado de una ecuación simple. El precio minorista del dólar está en los 79,90 pesos. Pero por la carga impositiva del 65%, hoy comprar un dólar tiene un precio real para el ahorrista de 131,83 pesos en la Argentina.
El 15 de agosto de 2019, cuando aún no se bajaba de la euforia que le generó la paliza electoral que logró en las Primarias frente al macrismo, el por entonces candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, dijo que, de llegar a la Casa Rosada, no planeaba devaluar.
“Hoy el dólar tiene un valor razonable (de 60 pesos) y no hay argumento para que siga aumentando”, aseguró en declaraciones a radio Mitre. El 27 de octubre ganó las generales, asumió el 10 de diciembre y su afirmación se sostuvo sólo poco más de un mes.
Entre el 10 de diciembre y el 23 de enero, el tipo de cambio mayorista pasó de 59,96 pesos a 60,09 pesos. Apenas 13 centavos o 0,2%. Pero el 24 de enero, el Banco Central le soltó la soga al tipo de cambio y lo empezó a empujar para que suba.
Desde que Fernández asumió la presidencia hubo 191 jornadas cambiarias. El precio del dólar en el mercado mayorista subió en 161 días, de forma consecutiva. El tipo de cambio pasó de 60,09 a 75,72 pesos. Un ritmo de 10 centavos por jornada.
Esa es la evolución nominal que tuvo el tipo de cambio en el mercado mayorista, donde juega el Banco Central y operan empresas del comercio exterior y los bancos públicos y privados. Todo lo que ocurre allí repercute en las ventanillas donde se accede al billete.
La suba del tipo de cambio desde aquel 24 de enero fue del 26%. Si lo miramos desde el lado del peso, hubo una devaluación del 20,6%. En ese período, la inflación acumulada estuvo en torno al 19%. Es decir, el peso se depreció en términos reales.
En el Presupuesto 2021, el ministro de Economía, Martín Guzmán, pronosticó que el tipo de cambio nominal será en diciembre de este año de 81,40 pesos. Si esa pauta se cumple, la suba habrá sido del 35%, contra una inflación proyectada oficialmente en 32%. Es decir, un corrimiento del tipo de cambio en términos reales.
En Economía y en el Banco Central afirman que la estrategia actúa como ancla inflacionaria o, al menos, para evitar que los precios domésticos se salgan de control. Se intentan sortear grandes saltos del tipo de cambio también para moderar las expectativas negativas, que en los últimos meses no han parado de crecer.
Queda explícito que, en el actual escenario de desconfianza sobre el Gobierno y su política económica, con restricciones crecientes, tras dos años y medio de recesión y con el agravante de la pandemia, el mercado pide más: este miércoles llevó el dólar blue a $145 y el contado con liquidación en la Bolsa a un récord histórico de 148,48 pesos.
Una receta ya utilizada
El kirchnerismo usó esta estrategia de devaluación por goteo en 2013 y en 2015. Según estimaciones privadas, la inflación anual de aquellos años fue del 26,6% y 26,9%, respectivamente. En 2014, cuando hubo un salto cambiario, la inflación subió al 40%.
Martín Calveira, economista de la Escuela de Negocios de la Universidad Austral, analiza que en materia de inflación, actualmente en la Argentina existe un panorama “incierto” a pesar de las afirmaciones oficiales de que los precios están bajo control.
La inflación mensual minorista de agosto se situó en 2,7%. Para Calveira, el contexto de contracción económica resulta nuevamente en una contención temporal aunque “la dinámica monetaria establece un panorama muy incierto”.
El economista explica que la dinámica de precios de la economía no evidencia una aceleración preocupante en términos generales y a pesar del excedente de la circulación monetaria y sus potenciales efectos.
No obstante, señala, la política fiscal tiene el desafío de coordinarse con la política monetaria para evitar un escenario inflacionario.
“Dado el escenario de depreciación y el mayor nivel de restricciones planteadas en el mercado cambiario, se plantea el desanclaje en las expectativas de precios que se había generado debido a la restricción de las actividades”, opina Calveira.
Según su análisis, las proyecciones de inflación minorista para este año muestran cierta estabilidad respecto a las estimaciones previas. Se prevé un año de contención en la dinámica de precios principalmente por la contracción de la actividad y movilidad. Es decir, gracias a la pandemia.
Mientras que las expectativas de mercado establecen una inflación de 37,8% para este año, para el año 2021 se sitúan en 46,1%. “No obstante, se espera que las proyecciones se modifiquen tras las consecuencias de las restricciones en el mercado de cambios”, señala el economista.
Para Calveira, en general, los precios internos se sostienen temporalmente sin una tendencia de crecimiento abrupto aunque ante una mayor apertura de actividades económicas y el comportamiento en el mercado cambiario, se esperan mayores presiones en relación a una dinámica de mayor aceleración.
En el Gobierno, ya lo admiten. La vicejefa de Gabinete de ministros, Cecilia Todesca Bocco, habló recientemente sobre las variaciones inflacionarias. “La depresión hizo bajar un poco la inflación y cuando se reactive se puede acelerar”, dijo.
Y postuló que en ese momento “habrá tensiones”. Y agregó: “No hay que negarlo, pero hay que conversar con todos los sectores para analizar muy bien todos los precios de referencia de nuestra economía y manejarlos cuidadosamente”.