Condenada a vivir en un deja vú permanente, la Argentina revive ahora la memoria del fuego de 2001 en palabras de uno de sus protagonistas principales, Eduardo Duhalde. El hombre que en aquel caos económico y social ganó el poder que había perdido en las elecciones de 1999, se sentó en un estudio de TV y pontificó con la impunidad que dan las cámaras que el país está más cerca de un golpe de Estado que de votar el año que viene.
Al ex presidente le llovieron críticas de todo el arco político y algunos hasta pusieron en duda su salud mental. Pero nadie debería tomarse en serio las palabras de Duhalde (él mismo salió a después a desdecirse). En 2021 -a 20 años de aquel aciago 2001- no solo habrá elecciones, como aseguró ayer el ministro del Interior Wado de Pedro, sino que la campaña electoral ya empezó.
Solo así puede leerse que Alberto Fernández haya subido al ring a Mauricio Macri, quien desde su “exilio” dorado en Suiza aceptó el convite y le contestó. Para el kirchnerismo, el ex presidente es el rival más fácil para la batalla discursiva por el relato de la crisis. Y aún tras el masivo #17A, es incluso resistido dentro de Juntos por el Cambio.
Ernesto Sanz, otro que como Duhalde reapareció con todo cuando falta un año para las PASO, también disparó contra las políticas del macrismo pero más lo hizo contra el Gobierno actual, la reforma judicial y su ideóloga: Cristina Kirchner. Quien a la par, ayer defendió su reforma y apuntó contra... Macri.
Todo este fuego discursivo se da en medio de una pandemia mundial que ha sumido al país en la recesión más profunda en un siglo. Una Argentina que lleva cinco meses de cuarentena y, con la curva de casos siempre en subida, sin perspectivas de una pronta salida. Y mientras los muertos se acumulan y los pacientes empiezan a saturar las terapias intensivas, el eje de la política empieza a girar el objetivo: 2021, año electoral.
Ningún funcionario ni dirigente puede admitirlo (“la prioridad es la pandemia”, dicen a coro), pero los aprestos están en marcha. Y cada gesto, movimiento, declaración y acto público que hagan ahora está orientado a la carrera electoral casi permanente a la que nos obliga el calendario del voto cada dos años.
Ese mismo calendario incluye a Mendoza, mal que le pese a Rodolfo Suárez, quien pretende eliminar la elección provincial de medio término con su proyecto de reforma constitucional. El Gobernador, en voz baja y no sin molestia, reconoce que en su partido, como en el peronismo y en el resto de la oposición, ya se mueven pensando en lo que dirán las urnas el año que viene. Y también sabe, y teme, que en ese corset electoral puede quedar preso el debate de la reforma de la Carta Magna.
En el análisis del proyecto en la Legislatura jugarán fuerte dos que, posiblemente, se enfrenten en 2021 por una banca en el Senado nacional: Alfredo Cornejo y Anabel Fernández Sagasti. El apoyo de los legisladores cornejistas al proyecto de Suárez es indispensable para habilitar el debate (el ex gobernador ya anticipó que respalda el proyecto); y lo que resuelva el peronismo tendrá sin duda la firma invisible de Sagasti.
Por lo pronto ambos dirigentes, el radical y la kirchnerista, ensayan su ¿futuro? enfrentamiento con otra batalla: la reforma judicial que mañana se aprobará en el Senado nacional, con el voto de Sagasti; y que después quedará en el limbo legislativo y electoral en Diputados, con el rechazo de Cornejo.
Lejos parece haber quedado ya marzo, cuando la llegada del coronavirus al país obligó a la clase política a postergar ambiciones y alinearse todos juntos detrás de una misma política sanitaria. Con setiembre a la vuelta de la esquina, y los comicios legislativos al final del camino, llegó la hora -parecen decir- de sacarse el barbijo y pintarse la cara para la batalla electoral.