El vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJ) Carlos Rosenkrantz participó este martes del encuentro anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), en el que destacó que “la política nace para zanjar la imposibilidad de ponernos de acuerdo”.
“La política nace para zanjar la imposibilidad de ponernos de acuerdo respecto a cómo una sociedad debe distribuir sus cargas y sus beneficios”, remarcó Rosenkrantz al participar en el evento.
Seguido, el integrante del máximo tribunal de Justicia consideró que la “sociedad debe ser concebida como un esfuerzo cooperativo para beneficios recíprocos”. “Tiene que ser algo que nos sirva a todos”, remarcó.
Al respecto, Rosenkrantz se encargó de señalar que existen dos tipos de consensos: el de tipo “transaccional” donde “cada uno abdica parte de sus convicciones” y que garantiza el “modo de vivir con otros”, y el de los tribunales de derecho que “se da por el común endoso de principios comunes”.
“Los dos tipos de consensos son generados por acuerdos, pero son estructuralmente diferentes. Las sociedades necesitan de los dos. En los tribunales hay sólo uno, que es sobre el común endoso de ciertos principios. No estaríamos satisfechos si un tribunal de derecho transase una decisión”, amplió.
Respecto al rol del Poder Judicial en las gestiones tendientes a construir una “sociedad más justa”, Rosenkrantz aclaró que “sin duda hay una relación entre derecho y justicia, pero no es una relación necesariamente lineal”.
“La primera responsabilidad de los jueces es aplicar el derecho, eso quiere decir aplicar las reglas constitucionales o legales que han sido juridificadas, es decir convertidas en derecho por los representantes de la voluntad popular”, recordó.
Al respecto, indicó que “los jueces no son los agentes de cambio en una sociedad, son como los árbitros en un partido de fútbol: no juegan el partido, lo arbitran en base a reglas”.
Pero sí remarcó que aplicar el derecho “tiene un efecto benéfico y lubricante de la cooperación social porque si las reglas son aplicadas, la gente sabe a qué atenerse cuando coopera”.
Luego, Rosenkrantz evaluó cómo la sociedad puede contribuir a la mejora de la justicia y manifestó que “cuando el escrutinio sobre nosotros los jueces es más estricto, es mejor”. “Una de las funciones que debería toda sociedad llevar adelante respecto de los jueces es ver, por ejemplo, si son consistentes a lo largo del tiempo, si los principios que adoptan son transportables en otros casos, si son coherentes, o para ponerlo en términos técnicos, si los jueces en su quehacer manifiestan la integridad de la justicia”, completó.
“Creo que es muy importante ser consciente de la relevancia de la designación de los jueces. Somos los únicos funcionarios que duramos en nuestras posiciones todas nuestras vidas, de modo que nuestras posiciones son muy importantes. El país tiene que ser consciente que cuando se designa a un juez se designa a un funcionario que no va a ser removido salvo por mala conducta, por lo tanto la importancia de que se designe bien es crucial”, subrayó.
El integrante del máximo tribunal de Justicia realizó esas declaraciones al exponer en el 25° Encuentro Anual de ACDE, que inició este martes con el lema “Convivencia para el desarrollo”.
En la apertura del Encuentro, su presidente, Fernando Oris de Roa, afirmó: “La sociedad no está funcionando bien. No podemos producir bienestar ni riqueza. Los líderes nos separan y perdemos gente; hijos que se van. Nadie nos habla de futuro.” En este sentido, mencionó que los políticos “no indican el camino, posiblemente porque no lo conozcan o porque no tengan el coraje de señalar el inevitable sacrificio que la sociedad tendrá que pasar para lograr la prosperidad”.
Según Oris de Roa, se deben “reducir los desacuerdos y recuperar el tiempo perdido”. “Es muy probable que vengan cambios profundos en el funcionamiento de nuestra sociedad para que vuelva a ser productora de bienestar para todos nuestros ciudadanos. Pero cuando ocurran estos cambios imprescindibles tenemos que darnos cuenta de que van a ser dolorosos y onerosos”, manifestó.
Además, le pidió a los empresarios “apoyar y sostener”. “Tenemos que mostrar que nuestra prioridad no va a ser el cuadro de resultados, sino el bienestar de nuestra comunidad”, dijo.
“Tenemos que trabajar sobre lo que está funcionando mal, ver qué es una sociedad justa y pensar sobre los beneficios y riesgos de la Meritocracia”, concluyó.
En el primer bloque titulado “¿Podemos construir una sociedad justa?”, Gabriel Kessler, Profesor de la Universidad Nacional de la Plata, manifestó estar en desacuerdo con la idea de que la solución se base en los sacrificios de la sociedad. Según su criterio, es necesario lograr un consenso para enfrentar el desafío de la pobreza multidimensional y puso como ejemplos a Chile y Colombia, que avanzan en este sentido. Y postuló: “Para salir de la polarización la primera condición es pensar que algo del otro es positivo. Por caso, creo que si bien el país fracasó, la sociedad no. Tenemos una sociedad más abierta y más plural”.
A su vez, Roberto Murchison, CEO del Grupo Murchison dijo: " Tendemos a pensar que el problema es solo la pobreza. Pero para los actores de los sectores vulnerables, lo que les enoja es la mala distribución de la riqueza; sienten que es injusta. Este es un problema que el capitalismo viene arrastrando hace mucho tiempo y las sociedades no han encontrado la forma de resolverlo”. Por eso, agregó: “el acceso al crédito, a los bienes comunes y al trabajo formal son las cuestiones determinantes que necesitamos abordar”.
En tanto, Lucas Grosman, rector de la Universidad de San Andrés señaló: “La meritocracia se vincula con la acción, con lo que hacemos, no con lo que somos, que es el foco de la aristocracia. En la meritocracia los premios se ganan, en la aristocracia se heredan” y manifestó que la misma está íntimamente vinculada a la igualdad de oportunidades, pero que siempre tiene un enemigo en común: la asignación de posiciones y premios por razones ajenas al mérito. “Si una parte sustancial de la población no logra progresar por su propio mérito, tenemos un problema sistémico, un déficit en el impulso de los incentivos correctos. Una sociedad que le da la espalda a la meritocracia es una sociedad que no da los incentivos correctos y se vuelve más injusta y más pobre”, dijo y concluyó: “Ninguna sociedad puede progresar si mérito y recompensa no están razonablemente alineados. A nuestro país lo aqueja un enorme déficit meritocrático”.
En tanto, según Dora Barrancos, Investigadora Principal del CONICET, el concepto de meritocracia juega paradójicamente con dos presupuestos: igualdad y desigualdad. “En general la gente no piensa que llegan los que más saben ni los que más se esforzaron”, planteó. Y dijo también que “el sistema científico niega la posibilidad meritocrática de resultado final, sobre todo para las mujeres”.
“Tenemos que dejar de discutir. Uno más uno es dos y aquí parece que es la raíz de dos”, advirtió Martín Migoya, CEO de Globant. Además, señaló: “Juzguemos a nuestra gente por el nivel de esfuerzo, más allá de su capacidad intelectual. Creo que la meritocracia es necesaria pero no es suficiente. El mérito es necesario para tener éxito, partiendo de condiciones iguales. El más meritorio es el que más se esfuerza para llegar a un lugar, no el que más inteligencia tiene. Sin mérito y sin oportunidades no existe la forma de progresar”. En este contexto, “la educación es absolutamente central” y “la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Cómo educamos mejor?”.
“El mérito no solo tiene que ver con aplicar esfuerzo a tu inteligencia sino con saber responder a lo que otros valoran, a los incentivos. Ahí es donde podemos entender el rol del mérito y el rol de las oportunidades”, finalizó.