Cómo sigue la crisis en el Gobierno: lo que pidió Massa para ser jefe de Gabinete

El Presidente, la vice y el titular de Diputados no alcanzaron a ponerse de acuerdo sobre cómo habría que reconfigurar el Gobierno. Pero el diálogo sigue y no se descartan más cambios.

Cómo sigue la crisis en el Gobierno: lo que pidió Massa para ser jefe de Gabinete
El ex intendente de Tigre le solicitó a Fernández, además, tener control directo sobre la Administración Federal de Ingresos Públicos, otros organismos de control y también injerencia directa en el Banco Central.

La crisis política en el Gobierno continúa, más allá de la designación de Silvina Batakis como ministra de Economía. Los tres principales socios políticos de la coalición Frente de Todos no se han puesto de acuerdo sobre qué hacer con el gabinete para poder relanzar nuevamente la gestión con el objetivo de dar vueltas las expectativas negativas.

Durante todo el domingo, el presidente Alberto Fernández y Sergio Massa dialogaron en una idea para reestructurar el Gobierno, sobre un escenario que está marcado a fuego por más de 60 puntos de inflación anual (con proyección de 80% para fin de 2022), pobreza creciente y casi sin reservas internacionales para frenar una corrida cambiaria masiva.

Massa trae a cuestas una idea hace varios meses. Asumir él como jefe de Gabinete con la concentración del poder sobre los ministerios, sin titubeos de funcionarios ante cualquier orden que pudiera bajar, para no repetir la desinteligencia que hubo con Martín Guzmán, a quien el kirchnerismo ni siquiera le dio la segmentación de tarifas y lo fue desgatando hasta conseguir que renunciara.

El ex intendente de Tigre le solicitó a Fernández, además, tener control directo sobre la Administración Federal de Ingresos Públicos, otros organismos de control y también injerencia directa en el Banco Central, donde fue ratificado luego Miguel Pesce, amigo personal del Presidente de la Nación y el primero en proponer el nombre de Batakis para Economía.

El presidente de la Cámara de Diputados está dispuesto a dejar el Congreso e instalarse en la Casa Rosada y generar enroques de funcionarios y fusiones en algunas carteras. En ese esquema, Juan Manzur iría a Interior para el diálogo con los jefes provinciales, que en las últimas semanas armaron la “liga de gobernadores”, en parte descontentos con la gestión de Fernández y con la demora del Congreso para sacar leyes que son de su interés.

Esto generaría que Eduardo “Wado” De Pedro, quien es hoy los ojos y los oídos de Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada, se haga cargo de Justicia y Derechos Humanos. Daniel Scioli tomaría el mando de un nuevo ministerio de Producción, que integre a Agricultura, Ganadería y Pesca. Y Julián Domínguez lo reemplazaría a él en la embajada en Brasil. También habría cambios en Turismo; y se fusionarían Educación y Cultura.

¿Por qué no se avanzó con anuncios en este sentido? Por la falta de diálogo entre Fernández y su vicepresidenta. Si bien hablaron por teléfono durante una hora en la noche del domingo, por primera vez después de seis meses de guerra fría, no llegaron a un consenso más allá de la designación de Batakis. Pero ahora, las negociaciones entre el Presidente y Massa continúan, porque este último quiere rescatar la gestión.

Pero cerca de Fernández dicen que las posibilidades de que el plan de Massa se ejecute son muy bajas. La idea de un “superministro” le hace ruido al Presidente porque su rol podría quedar aún más desdibujado. Pero ante el volumen que ha tomado la crisis política, nadie hoy en el Gobierno niega tajantemente que no pueda haber más cambios.

Con Fernández envuelto en una elevada imagen negativa y Cristina Fernández de Kirchner diciéndole a su entorno que no quiere volver a ser Presidenta del país, el líder del Frente Renovador es hoy el único de los tres principales socios políticos de la coalición que podría esbozar aspiraciones de candidatura presidencial para 2023 con la idea de retener el poder para el Frente de Todos o al menos jugar fuerte en una elección primaria.

Una hora al teléfono: poco entendimiento

En la noche del domingo el jefe de Estado se encerró en su despacho al momento de llamar a la vicepresidenta. Allí se pusieron los cambios propuestos arriba de la mesa y se discutió sobre los términos en los que se gestionará la política económica de ahora en adelante para no esmerilar a las nuevas autoridades, dijeron fuentes gubernamentales. Pero los detalles de diálogo de dos quedaron a resguardo de los dos protagonistas.

El llamado del Presidente a la vice se gestó después de una jornada en la que Massa presionó todo el día. Pero hubo otra intermediaria: Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. “A Cristina la quiero muchísimo y a Alberto también, entrañablemente. Pero soy argentina y no me puedo quedar callada viendo que pasa y cómo se está jugando la salud de nuestro país, de nuestra gente, de nuestro futuro. Y Alberto me escuchó. Las cosas se corrieron un poquito a la comunicación”, dijo al referente de los Derechos Humanos.

Carlotto contó en el canal C5N que el Presidente le dijo que él había intentado hablar con Cristina, y ella no lo atendió. Eso había sido a mediados de marzo. “Yo le dije, bueno, insistí. Qué te vas a quedar con una llamada que no te atienden. Vos sabés todo lo que hemos hecho nosotros a lo largo de 46 años, hasta hablar con gente con la que no había punto de unidad. Le dije: pensá en la Patria”, expresó la presidenta de Abuelas.

Por otro lado, la referente de los Derechos Humanos dijo: “Llamé a Cristina pero no me pude comunicar. Quería retarla. Le diría que por favor piense en la patria, en el país, en lo que estamos perdiendo porque hay una interrupción entre dos personas que se eligieron. Y no puede ser”.

Esta era la instancia que faltaba para que el nuevo esquema propuesto por Massa pudiera ejecutarse. Pero tras horas de elevada tensión política en Olivos por el sorpresivo vacío que dejó la renuncia de Guzmán, y de todo su equipo en el ministerio de Economía, la crisis política en el Gobierno continúa. Y esto expone la debilidad oficial ante una economía que está registrando crecimiento pero con un sinfín de desequilibrios y tensiones.

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