El aumento de Leliq y el fantasma de la devaluación

La contracara del éxito del “dólar soja”, en términos de aumento de reservas y de recaudación de derechos de exportación, es un desestabilizante incremento de papeles.

El aumento de Leliq y el fantasma de la devaluación
Nuevas medidas del Banco Central

Todo desequilibrio fiscal temprano o tarde tiene que ser cubierto con deuda o con emisión monetaria. El actual gobierno mostró una clara predisposición a favor de la emisión. Pero la emisión en exceso presiona sobre la inflación.

Para morigerar este impacto, el Banco Central emite Leliq, un instrumento a través del cual los bancos depositan en el Banco Central el dinero que captan con los depósitos de la gente y reciben a cambio cierto interés. Momentáneamente, esa demanda potencial de la gente no se traduce en consumo y el impacto sobre los precios se aminora.

Hasta allí, lo razonable. Pero lo paradójico es que, al vencimiento de las Leliq, el Banco Central paga a los bancos el principal más los intereses con una mayor emisión monetaria. Por ende, una herramienta cuya utilidad era morigerar el impacto inflacionario, acaba retroalimentando la inflación futura a través del pago de intereses.

La única manera de evitar la presión sobre los precios es que en el futuro se esté dispuesto a reducir el déficit, lo que limitaría la persistente necesidad de emitir Leliq y pagar por ellas cada vez mayores intereses con nueva emisión.

Por lo tanto, este instrumento debe ser manejado con delicadeza para prevenir el empeoramiento de la crisis inflacionaria.

El “exitoso” “dólar soja”

Desde el punto de la captación de reservas, el “dólar soja” parece haber sido un éxito, puesto que se superó la meta de liquidación de USD 5.000 millones por parte del complejo sojero.

El problema está en que este artilugio del Gobierno trajo aparejado un explosivo aumento del stock de Leliq y de la tasa efectiva pagada por las mismas para apaciguar el impacto de liquidar exportaciones a 200, pero mantener el tipo de cambio de venta a 150 pesos.

Desde el 5 de septiembre, día en que entró en vigencia el régimen del dólar soja, hasta el 22 del mismo mes, el stock de Leliq pasó de $ 7 billones a $ 8,2 billones.

Es decir, el stock de Leliq presentó un aumento del 17% en tan sólo dos semanas. Aunque no es tenido en consideración, semejante incremento en la emisión de Leliq forma parte del costo del “dólar soja”; y a este ritmo, antes de llegar a diciembre el stock se duplicaría.

La contracara del éxito del “dólar soja”, en términos de aumento de reservas y de recaudación de derechos de exportación, es un desestabilizante incremento de las Leliq.

La referencia más sugerente es que las Leliq medidas en dólares oficiales se acercan al nivel de 2018 (antes llamadas Lebac), justo antes de que se desencadenara la primera crisis cambiaria del macrismo.

Pero lo concreto al día de hoy es que mientras el Banco Central siga comprando “dólares soja”, aumentará la emisión y, con ello, las Leliq (no es razonable imaginar un reordenamiento consistente del desorden fiscal en el mediano plazo). Entonces, más que festejar el éxito del “dólar soja”, habría que preocuparse por su peligroso impacto inflacionario.

Ante la magnitud de la necesidad de emitir nuevas Leliq, el Banco Central se vio obligado a subir la tasa a la que se suscriben a un 107%, un aumento de 11 puntos porcentuales desde el anuncio del “dólar soja”.

Es decir, la “bola de nieve” de las Leliq también se alimentará con intereses más altos.

El fantasma de la devaluación

El desenlace a través de un salto devaluatorio, como los que se dieron en 2018 y en 2019, se va imponiendo como una alternativa posible.

Las devaluaciones fuertes son un proceso traumático que requiere ser administrado con extremo cuidado. Para que no sucedan resulta crucial un ordenamiento integral del Estado, y en este camino lo urgente es salir del irracional manejo de las tarifas de los servicios públicos.

En el caso de las tarifas a la energía, la devaluación sube los costos de la provisión de los servicios públicos y, con tarifas fijas, aumenta la necesidad de cubrir la diferencia con subsidios del Tesoro.

Al impacto inflacionario de la devaluación se le sumaría el de una mayor emisión para cubrir mayores subsidios. Esto señala que tanto la suba de tasas como la devaluación no resuelven los problemas.

Por el contrario, los agravan y hacen ineludible resolver el tema fiscal. Para que los subsidios se reduzcan, es necesario que las tarifas crezcan por encima de la inflación.

Si no se aborda el déficit fiscal como una política de Estado, se incrementan las probabilidades de que se desencadene un proceso de sucesivas devaluaciones que alimenten una espiral inflacionaria difícil de controlar.

Nuestra historia indica que este tipo de instancias deja consecuencias traumáticas, perdurables y difíciles de revertir, sobre todo desde el punto de vista social.

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