El intento de magnicidio a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, ocurrido el jueves por la noche cuando llegaba a su departamento de Recoleta, recuerda al que sufrió el expresidente Raúl Alfonsín en 1991, durante un acto de campaña. En aquella oportunidad, un exgendarme (que terminó sobreseído y, luego, se suicidó) había gatillado, pero logró ser reducido a tiempo por la custodia. De todos modos, el líder de la Unión Cívica Radical había padecido otros dos episodios similares en 1986 y 1989.
El día que quisieron matar al expresidente Raúl Alfonsín en San Nicolás
El caluroso 23 de febrero de 1991, el expresidente Raúl Alfonsín fue víctima de un intento de magnicidio cuando participaba de un acto de campaña en San Nicolás, provincia de Buenos Aires. Era una época compleja: el país atravesaba una huelga ferroviaria por cientos de despidos del gobierno de Carlos Menem, el salario docente pasaba a 2 millones de australes, Guillermo Luque se entregaba en Catamarca por el crimen de María Soledad Morales y la coalición liderada por Estados Unidos le declaraba la guerra a Irak por su invasión a Kuwait. En ese marco, el radicalismo buscaba recuperar poder en las elecciones legislativas de Argentina.
Como hizo a lo largo de su carrera política, Alfonsín salió a cada pueblo para recorrer y conocer las necesidades de los habitantes. La plaza del acto central, en la esquina de Mitre y Urquiza, estaba colmada por unas 5.000 personas. Nadie imaginaba que mientras Alfonsín hablaba, otro sujeto planeaba matarlo. Era Ismael Darío Abdala, un exgendarme de 29 años con un revólver 32 largo en sus manos.
Había revistado un tiempo en Gendarmería Nacional y después ingresó a la empresa estatal Somisa, la fábrica de acero más importante de la Argentina, la que hasta hacía poco tiempo atrás había dado empleo a 15.000 personas y que era blanco de las críticas de los sectores que planteaban que era deficitaria (o sea, privatizarla). Como Menem instruyó la reducción del personal, Abdala se quedó sin empleo.
En el acto de la UCR, Abdala se hizo pasar como integrante de la logística para meterse entre la multitud y lograr acercarse finalmente al palco, a unos cuatro o cinco metros de Alfonsín, según contó a Infobae el periodista Javier Tisera, que cubría el evento para el diario local El Norte. Sacó el arma y apretó el gatillo. La detonación tapó la voz del principal orador. Pero el percutor accionó sobre la munición y, sin embargo, el tambor no giró. La bala se quedó sin ir al blanco. El atacante se quedó perplejo y, en segundos, fue reducido.
Es que el custodio Daniel Tardivo, oficial de la Policía Federal, se le fue encima a Alfonsín, lo tiró al piso y lo cubrió con su cuerpo. Le salvó la vida. Hizo lo mismo abajo del palco otro custodio, Ricardo Raúl Róvere. Abdala quedó detenido. El dirigente radical se acomodó la ropa, tomó el micrófono y siguió hablándole al público que lo vitoreaba.
Qué pasó con Ismael Darío Abdala, el hombre gatilló a Raúl Alfonsín en 1991
Según la crónica de DIB, el detenido declaró dos días más tarde ante el juez Alberto Moreno y admitió que su objetivo era matar a Alfonsín. La psiquiatra que lo trataba dijo que el exgendarme padecía un “delirio sistemático”, ya había estado internado y tomaba cinco medicamentos para controlarse.
Se supo, además, que tuvo un paso por la iglesia mormona, otro momento donde se dedicó a predicar el evangelio en Buenos Aires y hasta le había “escrito” cartas a Juan Pablo II, Mijaíl Gorbachov y George Bush.
Todo terminó con Abdala sobreseído, ya que no pudo nunca comprender la criminalidad sus actos. Sus siguientes días fueron en el hospital Melchor Romero y su vida terminó con un suicidio casi tres años después.
Alfonsín le quitó importancia al hecho, teniendo en cuenta otros antecedentes en su vida: “Estoy acostumbrado a recibir amenazas anónimas y algún día tenía que pasar algo así, creo que se trata de fanáticos y los tomo como tales”.
Los otros atentados que sufrió Raúl Alfonsín
En mayo de 1986, Alfonsín era presidente de la Nación. En una visita a la sede cordobesa del Tercer Cuerpo del Ejército, la Policía halló una poderosa bomba bajo una alcantarilla: por ahí iba a pasar el auto presidencial.
El cable detectado llevaba a una bala de mortero calibre 120 mm, semienterrada, con 2,5 kilos de dinamita adosados a dos panes de trotyl de 450 gramos cada uno. El artefacto fue desactivado a tiempo.
En octubre de 1989, cuando el radical ya le había pasado el bastón presidencial de manera anticipada al peronista Menem, un explosivo voló varios ambientes de un departamento a metros del Congreso, que un correligionario le había prestado al entonces titular de la UCR para residir. De casualidad, no había nadie en el lugar. Nunca se identificó a los responsables.