Rodolfo Suárez pinchó fuerte al justicialismo mendocino en la recta final para la definición de las candidaturas con su amenaza de impugnar las listas colectoras, una vieja treta de la política en general que ha servido para sacar provecho en el cuarto oscuro.
Históricamente, las colectoras han servido para multiplicar el nombre de los candidatos principales de algunos partidos a la hora de ofrecerse al votante. A los postulantes de la categoría principal, se le adosan distintas nóminas correspondientes a las categorías inferiores.
El caso más recordado es el de las PASO de 2015, cuando el malogrado peronista Luis Lobos fue precandidato a intendente de Guaymallén en 24 boletas diferentes de postulantes a concejales.
El radicalismo aprovechó este exceso para eliminarlas vía ley electoral provincial, aunque el asunto se complica porque las elecciones de este año, al estar unificadas, se rigen por legislaciones nacionales. Alguien en el oficialismo provincial detectó que, al amparo de esta situación, el peronismo iba a repetir el uso de las colectoras en los comicios 2021. Y asestó su golpe al principal rival opositor.
La amenaza de Suárez desató las reacciones peronistas por todos conocidas. El radicalismo había colocado una granada inesperada en medio de la deliberación de las candidaturas del PJ, que avanzaba, hasta entonces, sin traumas demasiado graves.
Los peronistas no repetirán el exceso de Lobos para sacar provecho de las anticuadas trampitas electorales que todavía se utilizan en Mendoza. Pero, en cambio, sí tienen pensado solucionar problemas internos que hay en muchos departamentos.
Anabel Fernández Sagasti es la líder indiscutida del PJ mendocino, pero al justicialismo le cuesta bastante hacer prevalecer la unidad cuando no es gobierno. Por eso, en los 12 departamentos que actualmente no conduce el PJ, la solución era que hubiera colectoras peronistas. O sea, entre dos o tres listas distintas del mismo peronismo, en cada distrito, que reflejarían la unidad en cuanto a las candidaturas principales (Congreso y Legislatura provincial), pero nóminas diferentes en las postulaciones para los concejos deliberantes.
En dos tercios de la provincia iban a replicar este esquema de candidaturas para evitar colisiones hacia adentro, dejando, de ese modo, a salvo la figura de Fernández Sagasti como conductora provincial, que aparecería igualmente en todas las boletas justicialistas. Pero apareció el gobernador, quien, con una pátina exagerada de institucionalidad, avisó que intentará frenar la especulación peronista.
Ahora, el peronismo delibera entre mantener su posición o resignarse a las llamadas “listas cortas”: las diferentes opciones pueden presentar sus listas a concejales, pero sólo una de ellas podría llevar a Anabel al tope de la boleta.
Hay una declamación de Suárez con este tema, ya que el único cambio que ha promovido la UCR en cuanto al sistema electoral es lo de las colectoras. Ha ignorado, por ejemplo, la aplicación en Mendoza de la boleta única o el voto electrónico, innovaciones que años atrás impulsaba con pasión el propio presidente del radicalismo mendocino, Tadeo García Zalazar, para decretar la muerte de la lista sábana.
Pero el golpe radical es oportuno para complicar la interna justicialista, que todavía debe soportar el karma Lobos y ahora tendrá que explicar a la opinión pública o hasta defender en la Justicia que su deseo actual no es especular en el cuarto oscuro, sino apenas ordenarse internamente.
Hay que recordar, en este sentido, que Fernández Sagasti barrió bajo la alfombra tiempo atrás los conatos opositores en cuatro departamentos sin intendentes peronistas (Guaymallén, San Martín, General Alvear y Malargüe), en los que se presentaron listas para enfrentar a sus candidatos por la conducción partidaria a nivel comunal.
Nunca hubo elecciones internas en estos distritos (están previstas para octubre, tras varias dilaciones) y, según se sabe ahora debido a la disputa por las candidaturas a cargos públicos, el control partidario es un problema en unos cuantos más.