Un inesperado giro dio en poco tiempo el ministro de la Corte provincial, Omar Palermo. Se anotó en un concurso que podía catapultarlo a uno de los tribunales más importantes de Comodoro Py (la Cámara de Casación Penal de la Nación), pero esta semana decidió, sorpresivamente, bajarse de la competencia por el cargo.
La posible salida de Palermo producía festejos y lamentos por anticipado en Mendoza. El alto tribunal está atravesado por la grieta política, aunque la diferencia es la mínima necesaria para que un sector se imponga. El oficialismo provincial cuenta con cuatro ministros (Dalmiro Garay, Teresa Day, Pedro Llorente y José Valerio) y otros tres (Palermo, Mario Adaro y José Gómez) pertenecen a la oposición.
Si Palermo lograba pasar el “filtro” del Consejo de la Magistratura, y más allá de sus méritos profesionales, podía allanarse el camino al cargo en la Cámara de Casación Penal. No había razones para no creer que eso podía pasar: la designación de todo juez tiene una instancia política, ya que el Presidente elige los postulantes y el Senado nacional los vota.
En ese juego, el mendocino no es un desconocido. Integrante de Justicia Legítima, fue convocado por el propio Alberto Fernández en 2020 como miembro de una comisión de asesores que estudió cambios para la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura. Era muy probable, entonces, que fuese tenido en cuenta para cubrir un cargo en el tribunal por el que pasan las causas penales más importantes del país. Incluidas las que involucran a Cristina Kirchner.
Pero si finalmente Palermo lograra ese objetivo, habría un problema importante en la Corte de Mendoza: se liberaría una “vacante” de la que podría disponer el gobierno radical. En consecuencia, el oficialismo, que tiene supremacía en la Legislatura a la hora de nombrar jueces, quedaría en condiciones de conseguir la máxima diferencia sobre la oposición en el tribunal más importante de la provincia: cinco a dos.
Nada de esto va a pasar porque, como se supo ayer, el juez en cuestión tomó una silenciosa decisión que evitará este futuro: no concurrió al examen del Consejo de la Magistratura y automáticamente quedó afuera de la competencia.
Muchas razones personales pueden haber gravitado a la hora de que Palermo decidiera dejar de lado el concurso nacional. También hay quienes señalan que la designación de jueces federales puede demorar años, con lo cual, el momento en que tendría efecto en la Corte provincial no se podía predecir.
De todos modos, Palermo era consciente del impacto político que tendría su ida. Pesaron en la decisión de no hacerlo, de hecho, dos cuestiones. Por un lado, lo profesional: el magistrado ya es un juez de casación penal en el ámbito de la Justicia de la provincia, que no tiene esta instancia, por lo cual la tarea de revisar fallos recae en la Corte.
Pero más que eso incidió la debilidad en la que podía quedar el sector interno de la Corte que integra: la “pluralidad” allí estaba amenazada si Palermo se iba.
Las pujas de poder no se terminan con el control de la presidencia de la Corte. El sector filoperonista no puede “gobernar” hoy la Justicia, porque está en minoría. Sin embargo, todavía es un polo de poder que influye y condiciona al presidente Garay.
Además, ejerce poder concreto en una de las dos salas que se reparten las causas en Mendoza. La sala primera es oficialista, pero en la sala segunda, o sala penal, el poder se invierte: hay dos jueces opositores (Palermo y Adaro) y uno solo oficialista (Valerio).
No es un hecho menor esta composición porque, por ejemplo, con el conocimiento de los integrantes, la política puede elegir la sala de la Corte ante la cual realiza una presentación.
Su influencia más notoria en este sentido se produjo en 2019, cuando los intendentes del PJ que iban por una nueva reelección consiguieron de la sala segunda un amparo que frenó la aplicación de la enmienda constitucional de Alfredo Cornejo que les bloqueaba la participación electoral. Por supuesto, aquel fallo fue dividido (2-1) y estuvo marcado por la grieta.
Ocupa un lugar clave en la “resistencia” Palermo. Y aunque en algún momento se tentó con volar más alto, finalmente decidió que no lo va a dejar.