El presidente Alberto Fernández les pidió a sus ministros que aceleren los acuerdos con el empresariado y el sindicalismo, preocupado por un clima social que va tomando temperatura al calor de la inflación, que en marzo habría cerrado en torno al 6% mensual, uno de los niveles más altos en treinta años.
Martín Guzmán, Matías Kulfas y Claudio Moroni pusieron en marcha un plan de contingencia con la Unión Industrial Argentina y la CGT con un encuentro en el ministerio de Economía. Sin resultados concretos, se acordó avanzar rápido sobre un entendimiento programático, con propuestas concretas, a debatir sin grises. Y el martes 5 se volverán a reunir.
Sentado al lado de Daniel Funes de Rioja, presidente de la UIA, estuvieron Héctor Daer y Carlos Acuña, dos de los tres cosecretarios generales de la central obrera. El tercero, Pablo Moyano, no fue. Fernández lo mandó a llamar al líder camionero para dialogar en forma directa y este encuentro se dio este viernes en Casa Rosada.
Moyano dijo en el primero piso de Balcarce 50 que él y su sector también harán aportes en la discusión. Reconoció que hay mayor actividad económica, pero recriminó la falta de medidas concretas para frenar la carrera de precios contra salarios. Fue crítico con algunos puntos de la gestión, pero descartó cualquier idea de romper con el Frente de Todos.
Después de la foto del camionero con Máximo Kirchner días atrás, en el Gobierno esperaban un discurso más combativo del sindicalista. Pero se vieron sorprendidos por su impronta dialoguista. Moyano respaldó el acuerdo con el FMI, pero aclaró que en caso de haber ajuste o reforma laboral o previsional, él y otros sindicalistas saldrán a combatirlo en las calles.
La convocatoria a Moyano se dio también después de una advertencia al Gobierno de un grupo de sindicalistas integrado por Hugo Godoy (ATE); Ricardo Peidro y Hugo Yasky (CTA), Juan PabloBrey (CATT), Walter Correa (Fatica) y Omar Plaini (Canillitas). Dijeron que ante un ajuste, se pararán enfrente. Todos ellos de estrecha relación con Cristina Kirchner.
En el sindicalismo hay sensaciones encontradas. Por un lado, la economía está creando puestos de trabajo como no sucedía desde hace cinco años. Por el otro, la inflación no da respiro y genera zozobra en el movimiento obrero. Las paritarias siguen adelante, pero todo lo que se acuerda sucumbe poco después.
Fernández está abocado a mantener la unidad del Frente de Todos. Y, dijo el lunes pasado en la sede del gremio de la Sanidad, conversará con quien haga falta para fortalecer la gobernabilidad. Por ahora, no ha restablecido el diálogo con la vicepresidenta ni con su hijo, el diputado Kirchner, dos de los principales aliados en la coalición.
En paralelo, Fernández viene dialogando con los mandatarios provinciales peronistas para reflotar aquello que alguna vez se denominó como la “Liga de Gobernadores”. Estima que hay 19 que estarán adentro, sacando a los cuatro opositores y al cordobés Juan Schiaretti. El Presiente entiende que así fortalecerá su base de sustentación política.
Le preocupa al jefe de Estado la relación con los movimientos sociales, quienes hasta ahora lo vienen apoyando sin fisuras. La decisión política y acordada con el FMI de poner un tope a la cantidad de planes sociales está generando resquemores entre los dirigentes. Y parte de eso se vio esta semana con miles de personas acampando en la Avenida 9 de Julio frente el ministerio de Desarrollo Social.
Fernández y sus ministros piensan ahora en una “una concertación social”. Es un modelo más dinámico y concreto que el Consejo Económico y Social, que conduce Gustavo Beliz y que de tanto amagar sin conseguir resultados desgastó la marca. Tras la reunión con la UIA y la CGT, el Gobierno dijo que el objetivo es “fortalecer la reactivación económica” de manera articulada con la creación de empleos y la mejora en los ingresos reales de la población.