El PJ mendocino juguetea con la “profecía” de los 20 años. Dice que esa ha sido la secuencia de los ciclos peronistas en el gobierno provincial. Busca de esa manera darse impulso para las elecciones de 2027, cuando se cumplirán 20 años desde el último hito partidario: Celso Jaque fue elegido gobernador en 2007.
Cada vez que esto ocurrió hubo más de una gestión del peronismo. Pero el iniciador del exitoso “equipo de los mendocinos” en 1987 y primer gobernador peronista desde el retorno de la democracia, José Octavio Bordón, se detiene poco en el dato numérico. “Para gobernar hay que prepararse”, advierte, en cambio, e invita a los líderes actuales del PJ a revisar el eslogan electoral de su campaña para la gobernación: “Arriba Mendoza”.
Moderado al extremo de no permitirse una sola mala palabra, aunque esté tan de moda insultar en política, el exgobernador, excandidato presidencial y exembajador, quien está por cumplir 79 años, advierte sobre los desafíos de Javier Milei, explica por qué se alejó de la política partidaria hace 25 años, defiende otra vez su famoso “Libro Verde” y jura que jamás habría podido gobernar su provincia natal, Santa Fe, o alguna otra, porque su mendocinidad es más fuerte: “aunque exagero un poco, suelo decir que desde una avioneta puedo distinguir hojas de malbec o de cabernet”, afirma.
-¿Qué piensa de “la profecía de los 20 años” del PJ?
-Como frase y construcción de deseos, no es criticable. Pero fuimos gobiernos distintos en momentos distintos. El próximo gobierno va a tener que ver con las ideas fundamentales de las distintas fuerzas políticas, que evolucionan mucho. El Libro Verde fueron cuatro años de trabajo, no con un eslogan, sino con una preparación para gobernar que después se expresó en un libro. Fue caminar la provincia cuatro años. Después los resultados pueden ser mejores o peores, pero si uno no se prepara, fracasa seguro. A nosotros nos tocó trabajar y tratar de alcanzar objetivos con dos hiperinflaciones, la hiperinflación de Alfonsín al final de su gobierno y la de Menem en el principio del suyo. Recién algunos brotecitos de mejora hubo en los últimos meses, pero se dieron cuando yo me estaba yendo del gobierno, cuando empezó la estabilidad a dar unos primeros frutos.
-¿Y a nivel nacional hay similitudes entre aquella época y la actual?
-A mi me tocó ser candidato a gobernador y gobernador en un momento de tremenda esperanza y confianza en la democracia y en las fuerzas institucionales y republicanas de la democracia. Estuve cerca del presidente Alfonsín como diputado y trabajando juntos dos años como gobernador, pero sin sumarme a su partido, sino planteando una alternativa en los temas. Hoy eso es más difícil que en el pasado y cuando digo hoy, no digo hoy con este presidente (por Milei), digo hoy en los últimos años y en esta polarización que se ha dado en el mundo y que se ha dado dramáticamente desde hace muchos años en Argentina. Había otro clima, otras ganas de escuchar propuestas y otros deseos de conversar. Pude dejar, digamos, un camino más o menos pavimentado, pero ahora eso es mucho más difícil, aunque sea necesario.
Era distinta la situación, el presidente Menem primero tuvo una transición difícil por la crisis económica, pero muy de diálogo y de apertura del presidente Alfonsín y de él Alfonsín, salvo algunos pícaros de uno y otro lado que intentaban jugar a la política chica, que siempre termina perjudicando al país. En segundo lugar, Menem había ganado una interna superando a lo que todo lo que se suponía que era la mayoría de la estructura del justicialismo, pero tuvo rápidamente el respaldo de todos, principalmente de Antonio Cafiero, presidente del partido y su competidor en la interna. Y con una gran cantidad de provincias que ya venía gobernando el justicialismo; un peso muy importante en el Senado y en Diputados, e inclusive la cooperación de muchos legisladores del radicalismo. Por otra parte, era un hombre que venía de una larga experiencia de ser gobernador.
-Menem no era Milei, me quiere decir.
-La gente venía votando, en general, en función del respaldo, la experiencia política y sobre todo de qué nivel de experiencia de gestión tenía. Esto ocurría en casi todos los lugares del mundo. Ahora pareciera que cuanto más se está en contra de las reglas de juego o cuanto menos antecedentes se tienen, o cuanto menos parece un hombre político, más se lo valora.
-¿Tiene una mirada pesimista sobre la ultra derecha?
-También me preocupó el populismo de pseudo izquierda y progresista en distintos lugares del mundo. Yo creo en una construcción plural del poder político, sin quitar las alternancias y las diferencias. Creo en las democracias representativas y republicanas, con balance de los poderes, y a partir del juego electivo, con una fuerte participación de la sociedad, que no conozca ni desprecie la representatividad. Pero frente a las circunstancias difíciles que me tocó enfrentar en la vida o en la política, siempre he pensado que no creo ni en el pesimismo dramático ni en el optimismo ingenuo. Yo prefiero un realismo con valores y esperanzador.
Hay temas muy preocupantes a nivel global, lo que ha sido una esperanza muy positiva quedó claro en la pandemia y fue la capacidad por primera vez para que, en el medio de una enfermedad desconocida, se encontraran los remedios mientras la enfermedad estaba ocurriendo. Por otro lado, en el campo del conocimiento, los más poderosos no se han dado cuenta de que la globalización y la revolución tecnológica hay que humanizarlas, no frenarlas. Perón decía: la historia no se puede frenar, se navega. Ahora, se navega con valores.
Frente a esta situación, estoy preocupado por la tensión creciente que hay entre las dos grandes potencias. la que dominó durante décadas hegemónicamente, Estados Unidos, y la emergente muy importante, que es China. Esto ha profundizado los problemas que teníamos antes ¿Cuál es la esperanza? Yo creo que no estamos al borde de una guerra fría. Esto no tiene nada que ver con la tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética. China tiene otra visión y tiene otros tiempos. No son los mismos actores ni es el mismo mundo.
Las nuevas maneras de producción, esta revolución tecnológica, cambia todo y tiene desafíos globales, que si no tienen solución global, no los va a resolver cada país. Yo espero que esto lleve a desarticular no la competencia, sino a hacerla sustentable con un multilateralismo actualizado y necesario para todos los temas que se plantean como preocupación. Fue muy fuerte en el inicio del regreso a la democracia, el gran coraje de Alfonsín para firmar el Tratado de Paz y Amistad con Chile y para terminar con la desconfianza estratégica con Brasil. Esto cambió toda la geopolítica del sur y abrió una gran esperanza que ahora está debilitada. Los líderes políticos, que fueron los grandes facilitadores del encuentro postdemocrático en la región, en muchos casos se han convertido en obstaculizadores. Pero este mundo exige que hagamos cadenas productivas entre nosotros y articuladas con otros después, para poder ser más competitivos a nivel global. Si no, vamos a vivir la inequidad regional y la inequidad interna.
-¿Milei está haciendo algo de todo esto o no?
-No. Y no estoy hablando de que no tenga buenas relaciones con Estados Unidos e Israel. Ahora, el mundo no es solamente aquellos países donde circunstancialmente sus gobernantes se parecen a uno. Hay que tener muy clara las diferencia entre los intereses de la Nación y del Estado y las circunstanciales ideas de los gobernantes. Los gobernantes tienen la legalidad y la legitimidad de plantear los cambios necesarios, para eso los han votado, pero en el marco de lo que son los intereses y las tradiciones sustentables de un país. No puede ser que cada presidente ponga sus ideas personales como si fueran la política exterior de la Nación.
Lo que veníamos diciendo, y que dice el 95% de la comunidad internacional, por no decir el 100%, desde la centro-izquierda a la centro-derecha, es que el bloqueo a Cuba no es correcto, y además ha demostrado ser claramente ineficiente: todavía están ahí Castro y sus sucesores. Uno puede tener diferencias sobre el incumplimiento en ciertos objetivos que son la base del multilateralismo. Eso está bien expresarlo, es necesario, pero después uno no puede votar en contra de toda la comunidad internacional, inclusive en contra de países con los que uno ha dicho que son sus prioridades, ¿no? ¿Esto quiere decir que si mañana no está la jefa de gobierno (Giorgia Meloni), Italia deja de ser importante para nosotros?
Yo con Milei puedo tener diferencias de cómo trata de construir la baja de la inflación y el equilibrio fiscal, pero creo en el equilibrio fiscal, creo en el balance fiscal, no creo en el populismo fiscal. Creo que hay que apoyarlo en eso. Después creo que se podía hacer de otra manera, pero yo no soy el presidente y además todo lo que hicimos antes no funcionó. O funcionó en algunos pocos momentos.
Ahora, yo como observador tengo el derecho constructivo de decir en qué no estoy de acuerdo. Esto no nos puede convertir en enemigos. Lo que más me preocupa es cuando hay gente que sé que quiere ayudar y son atacados porque no coinciden en el cien por ciento. O sea, este gobierno tiene que dejarse ayudar porque Napoleón decía que el peor momento es el de la victoria. Esto vale para todos los que hemos estado en algún cargo y tuvimos un momento de súper respaldo. Yo creo que Milei ha ganado algunas batallas, pero todavía quedan decenas de batallas.
-¿El Presidente ha apagado incendios?
-Ha apagado algunos incendios. Ciertamente lleva 11 meses, es el único que después de 11 meses ha subido un poco, pero tampoco ha estado tan alto. Eso no es para vanagloriarse, es para decir: cuidado. Yo les decía a mis funcionarios: trabajemos todos los días pensando que un día hay que irse. No con el entusiasmo y la gloria del día que se llega, sino tratando que el día que uno se vaya haya una proporción importante de la sociedad que sienta que algo hicimos.
-¿Qué riesgos entraña este escenario de “victoria” para Milei?
-El riesgo mayor que entraña es que quienes están en el gobierno, que además tiene una conducción totalmente concentrada y centralizada, crean que lo principal ya está hecho ¿Ya lo peor ha pasado? No. Contale a la gente que no llega a fin de mes. Eso no es culpa de Milei, la gente no llega a fin de mes porque tenemos una crisis que viene de 1975 y 10 años de estancamiento y crecimiento de la pobreza.
Así y todo, no tiene mayoría parlamentaria, no tiene ninguna gobernación en un país federal, tiene un municipio menor en un país donde el municipalismo es importante... entonces, la verdad, que estar todavía como está no es poco. El país no ha explotado. Porque ha logrado algunas cosas y porque la gente tiene paciencia y esperanza. Lo cual no quiere decir que no haya en camino soluciones posibles.
-¿Dentro del mismo plan económico?
-Bueno, yo creo que siempre hay que hacer correcciones. No abandonar los objetivos, pero hacer correcciones. El primer tema es eso. Segundo, que la gente que de alguna manera ha tenido más confianza en este gobierno y está desilusionada por métodos y por actitudes, no deje de tratar de colaborar. Sin dejar de decirle las cosas que le tiene que decir. Y en tercer lugar, que los sectores de la oposición que están frustrados por el estilo, por las ideas y también por la situación de la sociedad, sigan pensando que, como decía Perón, “hacer política es prepararse para gobernar con responsabilidad” ¿Y esto para qué vale? Si uno se prepara para gobernar, aunque no le toque estar en el Ejecutivo, tiene capacidad para ser una oposición constructiva. No para sumarse porque le va bien, aunque uno no esté de acuerdo. Ni para ponerse todo el día en la vereda enfrente porque uno está en desacuerdo y no le tocó ganar. Si después ninguna de las partes quiere dialogar, bueno, ya es un problema del país. Pero este es el intento que tienen que hacer estos tres grandes sectores.
-Es complejo, porque a la gente durante mucho tiempo la ayudaron a llegar a fin de mes e igual le fue mal…
-Primero, el justicialismo, como lo dije en mi libro La Renovación del Justicialismo en el año 85, ya no gana más por llamarse justicialismo. El 83 y el 85 fueron dos derrotas amplias y generalizadas que sufrió por primera vez en su historia el justicialismo sin proscripciones. Por lo tanto, el PJ ya no es el dueño de los valores ni de la democracia. Hay que tratar de desarrollar lo mejor posible para ganar. Esto fue lo que yo planteé como candidato a gobernador en la interna: un justicialismo para volver a creer. Y después fue “Arriba Mendoza”. Fue una discusión democrática entre la campaña de Raúl (Baglini), que era para profundizar el cambio, y nosotros.
-Bueno, hay dirigentes actuales del PJ local, que no sé si tienen vínculos con usted o no, que ahora hablan de ese “Arriba Mendoza”….
-Yo creo que es importante. Yo tengo diálogo con muchas personas que tienen gestión o con jóvenes que están trabajando y con ilusiones en el país, de todos los sectores. Obviamente me llaman más los jóvenes justicialistas porque fui el primer gobernador después del retorno a la democracia que devolvió al triunfo al justicialismo y le dio tres gobiernos posteriores. Ese proceso, no yo, y más allá de mí. Yo les digo que después de haber gobernado tantos años no se trata simplemente de las frases. No podemos plantearnos renovarnos sin básicamente ver cómo estamos y saber que alguna responsabilidad tuvimos por cómo está el país. No somos los únicos, pero si alguien no se puede declarar inocente somos nosotros. Hay que plantearse con los valores principales una visión de presente hacia el futuro. Esa es la renovación, no es solamente: “se va este viejo, viene un joven”, o se fabrica un joven o una chica, como esto de poner en la foto gente para disimular que no tenemos proyectos y que no tenemos dirigentes en serio surgidos del trabajo. Esto lo tienen que pensar todos los partidos, los que hoy están en el gobierno y los que no están en el gobierno. Yo creo que este es el camino.
Yo no quiero ser tampoco un maestro ciruela porque también he cometido errores, pero nunca he pensado en hacer política sin prepararme para gobernar. Y nunca se me ocurrió ser opositor sin pensar cómo hay que resolver las temas en el gobierno. Necesitamos dignidad. Dignidad de la oposición y dignidad de los oficialistas. Y no estoy hablando solamente de no robar, que es un dato fundamental. También de la honestidad de pensar en hacer política. Después errores y momentos de egoísmo tiene cualquier ser humano. Nadie es perfecto. Pero hay que tener esa voluntad de que la política es un servicio.
-¿Por qué piensa que el justicialismo mendocino va a cumplir, en 2027, 20 años sin gobernar?
-Voy a ser futbolista. Es muy difícil perder, aunque se puede perder, si uno juega mejor. Y es muy difícil ganar, aunque se puede llegar a ganar, si el otro juega mejor. Entonces, a la hora de plantearse que uno quiere volver a gobernar tiene que pensar por qué razón uno perdió el gobierno, que no es un drama, es parte de la alternancia y del desgaste, y por qué razón pasan tantos años sin poder ganar. O sea, ¿en qué medida uno no ha respondido a las expectativas de la sociedad? Y en segundo lugar, preguntarse también qué hizo mejor el que ganó tantas elecciones. No digo que sea magnífico, pero algo tiene que haber hecho mejor. Y lo más importante, después de hacerse esas dos preguntas, preguntarse qué pasa en el mundo, qué pasa en el país, como está nuestra provincia y cómo estamos los mendocinos. Después de casi 60 años en la vida pública, me quedan estas experiencias.
-Usted repite y destaca que hace 25 años abandonó la política partidaria, ¿por qué lo hizo?
-Porque entendí que era momento de aportar desde otro lado de la vida. Había hecho demasiadas cosas hasta los 49 o 50 años. Y después, lo que creí que había que continuar haciendo no fue suficientemente entendido o no fui suficientemente capaz de explicarlo. Aunque mucha gente a veces me encuentra y me dice que si hubiese ganado en el 95, otro país tendríamos. Pero eso no es para la charla de hoy, en la cancha se ven los pingos y carreras son carreras.
-¿Se decepcionó?
-Yo tenía ideas de hacer un gobierno de transición abierto, no anti lo que había pasado en los últimos años, sino corrigiendo algunos errores serios que había y tratando de defender lo positivo que se podía dejar. Iba a convocar desde Lavagna hasta gente como Caputo en la coordinación, o como Juan Llach, pensando en el Banco Central.
-Una suerte de concertación…
-Sí pero una concertación sin meter los partidos adentro y sin quitarles la libertad de hacer una oposición constructiva. Un gobierno humilde de transición. Duhalde, después de haber perdido la elección presidencial en el 99 y de poder cumplimentar el periodo de De la Rúa podía quedarse cuatro años más. Pero si entraba a jugar su objetivo personal de ser exitoso hasta el final y quedarse cuatro años más, iba a tener muchas dificultades internas y externas. Entonces, ese renunciamiento, entre comillas, de acortar su mandato y salir de la cancha del juego electoral, permitió que la Argentina saliera de la tremenda crisis, no sin sufrimiento, en el 2000-2001. Y le dejó una situación compleja, pero mejor y con el mismo ministro de Economía que era Roberto Lavagna, a Néstor Kirchner. En cambio, fíjese lo que nos pasó después. Kirchner le dejó a Cristina el país mejor de lo que lo recibió de Duhalde. Cristina se lo entregó a Macri peor, Macri se lo dejó peor a Fernández y a Cristina, y ellos lo dejaron mucho peor a Milei.
No digo que para eso tenga que renunciar este presidente a ser reelecto. Digo que primero está la patria, luego los intereses políticos partidarios y por último las ambiciones personales. Hay que tener aspiraciones, sí, yo las he tenido, yo quise ser gobernador de Mendoza. Los otros cargos, la verdad, me vinieron por añadidura. O porque me invitaron. Pero es importante saber cuándo uno tiene que aspirar. Y sobre todo en un país donde están tan en crisis las fuerzas políticas. Hoy los nuevos liderazgos no solamente tienen la tarea de prepararse para gobernar y para ganar, sino también para reconstruir su propia fuerza y la relación de su fuerza con el resto de la sociedad. Esto exige la experiencia de algunas personas como yo y quedan bastantes en la Argentina con la misma actitud.
-Bueno, en el PJ parece estar ese espíritu de llamar, por eso le preguntaba si hablan con usted…
-Sí, hablan, pero nadie habla ni yo hablo sobre acciones partidarias, porque han sido demasiadas crisis y demasiado juego pequeño como para que yo me inmiscuya, ni en este ni en otro partido, a decidir cómo se organizan partidariamente.
-¿Cómo se hace para salir del piso en el que está el justicialismo mendocino hoy?
-Hubo un alineamiento muy absoluto con todas las políticas del gobierno nacional. Y esto ya pasó en gobiernos justicialistas anteriores. Esto deteriora. El mendocino, como los cordobeses y otras provincias, necesitan que el país ande bien, pero son provincias que tienen que vivir con lo suyo. Y lo suyo no es el feudalismo de hacer otro país, ni de pasarse al lado de Chile. Es saber que la construcción de una fuerza nacional, y el aporte a la fuerza nacional, empieza por lo que nosotros pusimos como primera bandera al lado de Arriba Mendoza: el justicialismo de los mendocinos. Un justicialismo pensado desde y con los mendocinos ¿Y por qué nosotros tuvimos tanto peso en la cantidad de negociaciones federales que lograron muchos avances y muchas cosas que hoy se tienen? Porque siendo el justicialismo de los mendocinos, y con los senadores que no eran nuestros, sino que eran radicales, pudimos trabajar con ellos. Y pudimos llevar ideas de provincia y de federalismo. Pudimos tener mucho peso. La primera reunión de los gobernadores justicialistas electos (en 1987), piense que estaban Menem y Cafiero, se hizo en mi casa, en la calle Granaderos 80. Y la idea de lo que después no se terminó de ejecutar, pero un tiempo funcionó, del Gran Cuyo, la propusimos nosotros.
El cambio en la vitivinicultura lo hicimos con nuestras ideas, pero porque me fui a los dos días a hablar con el gobernador de San Juan, donde había ganado otro partido político. Nos pusimos de acuerdo y le pedí que él lo anunciara, no yo. Porque si lo anunciaba solo, profundizaba los problemas que él y que nosotros teníamos con la vitivinicultura.
Yo vine con una visión muy institucional del liderazgo. Porque creo que cuando una sociedad crece, como creció la nuestra y hoy está en retroceso, el diálogo, el pluralismo y la diversidad son la base de la fortaleza. No es la obediencia, sino la autoridad lo que conduce una nación, a una provincia, a un club de fútbol o a una empresa o a un sindicato.
Es el temor a no hacer bien las cosas, no el temor a que se enoje mi jefe. Ese es el temor sano y democrático de la autoridad. Que no es la autoridad personal, sino la autoridad institucional que se crea desde los más altos niveles de la conducción. Es la ejemplaridad que desde arriba tiene que ir para abajo. No digo errores. No digo algún hecho lamentable que pueda haber en algún lugar, de corrupción o de falta de conducta personal. Eso obviamente hay que subsanarlo, corregirlo y no ocultarlo. Lo que digo es que hay que tratar de ser ejemplares. Ser ejemplares no es para ser perfectos. Salvo que, como yo creo, Dios exista, ninguno es perfecto. Pero esta es para mí la clave. Más que un modelo de cuál es el perfil productivo, para mí es un tema cultural. Y esta batalla cultural no es solamente de ruptura con las trabas burocráticas, los errores y la corrupción que se acumuló durante décadas. La batalla cultural es hacer esa profunda renovación con valores y con consensos. Consenso no es unanimidad. Hay sectores que no quieren cambiar nada. Pero si uno quiere mejorar las cosas del país, siempre se pueden conseguir los consensos. Y si no se consiguen, no se cambian.
-¿Ha visto a Chacho Álvarez en estos años (el rival de Bordón en la interna por la candidatura presidencial del Frepaso en 1995 y exvicepresidente del país)?
-Hace tiempo que no lo veo. Es un hombre honesto, creo que cometió varios errores, yo también cometí los míos. Yo nunca tuve un enfrentamiento personal con Chacho Álvarez. Cualquier encuesta decía que nos preferían a Chacho y a mí, versus la fórmula oficialista en lo personal. Pero después de eso la gente decía: “bueno, pero estos buenos muchachos que recién están ahí, que se están organizando, ¿podrán seguir manejando el país, mantener la estabilidad?” Sobre todo, nosotros planteamos otro camino de mantener la estabilidad. Yo nunca tuve enojo ante la derrota. Tuve frustración, me hubiera gustado llegar a la segunda vuelta, me hubiera gustado que pudiéramos ganar y asumir el tremendo desafío en consenso.
-Él se integró a otra fuerza política, la Alianza...
-A nosotros nos faltó tiempo, pero a la Alianza le sobró tiempo para prepararse y poder. Yo no creo que haya habido ningún golpismo contra De la Rúa, no coincido en esto. Sí que tuvo un problema: quiso cambiar haciendo las mismas cosas que venía haciendo el gobierno de Menem.
-¿Usted habría renunciado a la vicepresidencia?
-No, yo no hubiera sido vicepresidente en esas condiciones. Además hubo problemas estructurales, como la baja en el precio de la soja. De la Rúa las tuvo toda en contra. Pero además tenía la idea de seguir con la convertibilidad, que si seguía Menem le iba a explotar, y le explotó a él.
O sea, ¿era difícil gobernar?, sí, menos que lo que fue para Macri, para Alberto y ahora. Hoy es mucho más difícil porque está en gran parte destruida nuestra infraestructura necesaria para la economía. Se tiene un mundo más complicado y una sociedad mucho más deteriorada. Tenemos tres generaciones de chicos que no han vivido la cultura del trabajo y en general son los chicos más humildes, porque son las generaciones que tienen los chicos más chicos, y al tener muchos hijos y ganar poca plata, o no tener trabajo o haber perdido la cultura del trabajo, obviamente reproducen la pobreza.
Incluso, parte de nuestra educación, que por suerte todavía la tenemos aunque esté mal, reproduce la pobreza, porque los chicos llegan en muy malas condiciones desde la casa. Por eso hay que ser firmes, claros, no ser obsecuentes, pero al mismo tiempo ser muy humildes a la hora de plantear salidas, porque el problema es muy grave. Yo no soy pesimista, la Argentina puede salir en una cantidad de años adelante y puede estar cada año un poco mejor, pero esto no está para celebrar victorias prematuras ni para anunciar fracasos inmediatos.