Julio César Strassera tendrá un espacio público con su nombre por iniciativa de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza. Su hijo Julián Strassera, invitado por el intendente Ulpiano Suárez, descubrió la placa que le dará vida al boulevard en calle Mitre y Godoy Cruz. Será el primer espacio público en todo el país que rinda homenaje al fiscal que cumplió un rol clave para que los genocidas de la última dictadura militar, fueran condenados.
En diálogo con Los Andes, Julián Strassera habla de esos tiempos en los que tenía 14 años y de su protagonismo en la película “1985″. Reivindica además el papel del ex presidente Raúl Alfonsín en el Juicio a las Juntas Militares.
La experiencia vivida lo llevó a estudiar derecho y a trabajar en la Justicia Federal, aunque después se alejó y actualmente trabaja en la Auditoría General de la Ciudad de Buenos Aires.
-¿Qué significa que su padre tenga un espacio público con su nombre?
-Fue un llamado de Ulpiano, que me comentó el proyecto que tenía de hacer este boulevard con el nombre de mi padre y acepté inmediatamente. Me pareció una propuesta muy interesante. Primero que sea un espacio público en el que pase la gente, que lo vea y se pregunte quién fue. Él tuvo muchos reconocimientos en el exterior, y acá también, pero nunca de este estilo.
-¿Qué le gustaría que se reconociera?
-Me importa que se reconozca ese comienzo. Los tres primeros días del gobierno de Alfonsín con los decretos, mandando a reformar el Código Penal Militar, dando de baja la ley de autoamnistía que (Ítalo) Luder había pactado con (Reynaldo) Bignone. La culminación es el juicio, la acusación, las condenas, pero fue todo un proceso en el que requirió muchísimo esfuerzo, muchísimo trabajo y muchísimo coraje.
-¿Siente que su padre fue olvidado por los partidos políticos?
-No creo que sea un olvidado, al menos no por el radicalismo. Si bien por ahí no han puesto el énfasis que hacía falta, sobre todo en la época kirchnerista para que la gente supiera que la lucha de los derechos humanos comienza con Alfonsín. El momento más arduo y más complejo y más comprometido se dio en la década del ‘80. Después por parte del kirchnerismo hay una voluntad expresa de tirar al olvido todo lo que fue la verdadera lucha por los derechos humanos. El 10 de diciembre del 2004, Néstor Kirchner da un discurso en la Esma y sostiene que ellos han sido los únicos que en los años de democracia han hecho algo por los derechos humanos y esto es falso. Es un accionar exprofeso para apropiarse de una lucha que no les es propia, nunca se los vio comprometidos, la verdad que nunca.
-¿La película lo expone?
-La película es una ficción y creo que tratan de no ahondar demasiado en eso y dentro de todo me parece lógico. Sí hubiera puesto en las placas finales los indultos de Carlos Menem, figuran las leyes de obediencia de vida y punto final y no figuran los indultos. Más allá de eso el resultado de la película es muy positivo porque ha puesto a la sociedad a rememorar aquel momento y esto pone en duda el relato kirchnerista sobre los derechos humanos. En eso es muy oportuna y sirve.
-¿Esperaba tener tanto protagonismo en la película?
-La vi en el avant premiere y me sorprendió el rol clave que tiene el personaje que me representa. Es cierto que yo estaba muchísimo tiempo en la Fiscalía, tenía el colegio enfrente. Y siempre estuve muy al tanto de lo de lo que iba sucediendo, he hablado con testigos siendo yo un adolescente de 14 años. Guardo un vínculo con Claudio Tamburrini que vive en Suecia que fue uno de los que se escapó de Mansión Seré. Nos hablamos un par de veces al año para ver cómo está cada uno.
-¿Se quedó con gusto a poco con las condenas?
-En ese momento estaba enfurecido. Para mí debían haber sido todos condenados a perpetua. El efecto más importante que tiene el juicio es esclarecer y que nadie pueda decir que esto aquí no ha sucedido. Sino había juicio en el ‘85, no íbamos a saber, como se supo y se sabe, con lujos de detalles, donde estuvieron los centros clandestinos de atención, la cantidad de personas desaparecidas, los métodos de tortura, el robo a las propiedades.
-El hecho de haber tomado contacto con el horror de tan chico, ¿lo marcó en su vida en la visión de los derechos humanos y el concepto de democracia?
-Absolutamente. Es parte de parte de quién soy, como hombre. Llevo conmigo el adolescente que lleva esos horrores. El respeto a los derechos humanos es una especie de fe laica, sin un texto sagrado que son las normas, que estaban vigentes al momento en que se hizo el juicio, los pactos internacionales que se incorporan a la Constitución. Y esos textos son “la Biblia” de quien defiende los derechos humanos y hay que hacerlo como lo hacen algunas personas de fe, sin esperar recibir nada a cambio.
-Usted tenía 14 años en esa época y el equipo que armó su padre estaba compuesto por jóvenes, ¿qué le pasa hoy cuando ve a los jóvenes?
-Creo que el compromiso o entender el tema de la lucha por los derechos humanos tenía otro peso en aquel momento. Esos jóvenes que acompañaron a mi padre tenían entre 18 y 25 años, tenían un compromiso con el trabajo...trabajaban los 7 días de la semana, hasta horas altísimas.
-¿Ve ese compromiso hoy en los jóvenes?
-Ese compromiso férreo no lo veo, la verdad. Creo que la sociedad ha ido perdiendo interés. Por otro lado ves que en Argentina la pobreza aumenta de manera exponencial año tras año. Creo que Santo Tomás Aquino que decía “primero darles de comer y después hablarles de Dios”. En una sociedad con los niveles obscenos de pobreza que tenemos, es difícil que la gente se pueda poner a pensar en cosas más profundas como la defensa de los derechos humanos cuando no puede con lo cotidiano.
-¿Qué cree que hubiera dicho después de la película?
-A él no le hubiese gustado verse representado en la película. A pesar de ser un tipo con muchísimo carácter, era muy tímido. Le hubiese dado muchísima vergüenza verse representado en la película. Creo que le hubiese dado cierto pudor por la timidez.
-¿Lo interpreta bien Ricardo Darín?
-Creo que lo interpreta bien. Darín es un actor, sino tendrían que haber elegido un doble. Darín lo interpreta a su manera. Mi padre no era así, era de carácter mucho más fuerte, más sanguíneo, de muy mal genio. La mirada de Darín tiene ojos claros y la de mi padre no tenía esos ojos. Y eso es muy importante, al menos para mí. En ciertos gestos, en la forma de vestirse, los gestos, está muy bien logrado.
-En la película se muestra que no hubo interferencia de poderes, ¿fue así?
-El que existió en realidad era un funcionario de la Side que se acercó al despacho de mi padre y le dijo que Alfonsín quería una acusación edulcorada, suave. También en otras ocasiones le había dicho a mi padre que había planes para asesinarlo. No le dio mucha trascendencia hasta ese momento. Pide una reunión con Alfonsín y le dijo: “Señor Presidente, ¿usted me mandó a decir esto?”. “De ninguna manera”, le respondió. Se saludan, se despiden, y le dice que haga su trabajo de manera absolutamente independiente. “Lo único que le pido doctor, es que no se vuelva loco”, le dijo a mi padre. “Demasiado tarde, señor Presidente”, le contestó.
-¿Esa fue la única reunión que tuvo con Alfonsín?
-Previo al juicio, sí. Después se encontraron en otros ámbitos y tuvieron una relación que diría de amistad, pero muy posterior a la vuelta nuestra de Ginebra. Alfonsín lo nombra embajador frente a Naciones Unidas por derechos Humanos. Tuve el privilegio de conocerlo y era un hombre realmente extraordinario.
-¿Y hoy cómo ve la interferencia de poderes?
-Si hoy veo a Alberto Fernández tratando de condicionar la conducta de los jueces y fiscales a través de la cadena nacional te diría que no se parecen en nada. Uno fue un republicano, un estadista y un hombre decente. El otro y los otros, lo dejo librado a tu imaginación.
-¿Cree que la sociedad en general no tiene conciencia de lo que pasó? ¿Se acostumbró a vivir en democracia?
-Creo que damos a la democracia por sentada y la sociedad ha dejado de mirar al pasado. Esa frase que dice que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, la creo. Yo no creo que volvamos ya nunca más a una dictadura militar, pero el olvido sí nos puede llevar a que veamos gobernantes infringir las normas y que el pueblo no reaccione de la manera que debería hacerlo.
-La defensa de los derechos humanos, ¿es más que juzgar a los genocidas?
-Es mucho más que eso. Los derechos humanos, desde que el ser humano existe en este plano, viene a la vida hasta el momento de su muerte que tiene que también ser digna. La muerte digna también es un derecho humano. Los derechos humanos es poder educarte, poder alimentarte. Es mucho más profundo.
-¿Se ha politizado el concepto?
-Se ha politizado. Cuando yo te digo que los derechos humanos tienen que ser una religión laica, es que no tienen que ser atravesado por los partidos políticos.
-Con esta formación en derechos humanos, lo que vivió, ¿se siente cómodo en este país?
-No, la verdad es que no. estoy muy decepcionado con la defensa que hay de los derechos humanos. Por supuesto que hay gente brillante y comprometida que sigue, como siempre, pero ha habido una degradación que me incomoda y me entristece.
-¿Rescata algo de los partidos políticos en esta defensa?
-Yo rescató lo que hizo Alfonsín, rescato parte del partido radical con los derechos humanos. Los radicales siguen levantando las banderas de Alfonsín en esa lucha. Hay personas pertenecientes a otras agrupaciones políticas, de manera aislada, trabajan por los derechos humanos. Esto no pertenece a un partido político, pertenece a todos los argentinos.
-Conoció a la justicia desde adentro, ¿encontró referentes como su padre?
-No sabría decirte. Han hecho comparaciones de (Diego) Luciani (NdR: el fiscal que acusó a Cristina Fernández en la causa de Vialidad) con mi padre y son personas completamente distintas, contextos distintos. Yo creo que Luciani es un hombre honesto, de forma comprometida y realmente es un buen fiscal, muy buen fiscal pero no se puede comparar. Son hechos distintos, momentos distintos. Hay muchísimas personas decentes, trabajadoras, con formación intelectual enorme en la justicia.