Felipe Solá había emprendido su viaje a México en medio de la tormenta interna en el Frente de Todos. Con la vicepresidenta Cristina Fernández de un lado y el presidente Alberto Fernández del otro, a priori la continuidad del ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto no estaba en duda.
Es cierto que la política exterior estaba cuestionada y hubo chispazos puertas para adentro, pero en la lista de cabezas, la del ex gobernador bonaerense (2002-2007) no era una prioridad.
Al menos, no figuraba en la carta de la titular del Senado del jueves a la tarde noche. Hasta último momento, quien viajaba a la cumbre de presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) era justamente Fernández. Pero ante los hechos conocidos, se quedó en Buenos Aires tratando de calmar las aguas. Entonces, Solá quedó a cargo de la misión que tenía como aspiración abrochar la presidencia de la CELAC para Argentina.
El funcionario no tenía vuelo y ante la insistencia de su par mexicano, Marcelo Ebrard, decidió viajar. La movilidad estuvo a cargo de la Fuerza Aérea y el periplo tardó 14 horas con tres escalas: Arica, Guayaquil y El Salvador. Mientras transitaba la última, le cayó un baldazo de agua fría: un llamado de Santiago Cafiero, hasta entonces Jefe de Gabinete aunque ya desplazado.
Según reconstruye Clarín, la conversación fue:
-Santiago Cafiero (SC): Necesito tu renuncia.
-Felipe Solá (FS): ¿Qué? ¿Mi renuncia? ¿Por qué?
-SC: Vos sabés, Felipe, que aquí se están produciendo cambios.
-FS: Esperaba que el Presidente hubiera tenido la deferencia de pedírmela en persona y darme las razones. Estoy ahora en una misión internacional encargada por él. Decime, Santiago, ¿sabés quién me va a reemplazar?
Breve e incómodo silencio.
-SC: Yo…
La otra tormenta
Luego del llamado, llegó una fuerte tormenta eléctrica hasta llegar a México. A esas alturas, probablemente Solá se preguntaba qué más le podía pasar. Le escribió al Presidente contándole cómo se sentía por no hacerse enterado de boca de Fernández. “No sabía que estabas de viaje a México” habría sido la respuesta con destrato que recibió.
Furioso, el mismo sábado del conclave decidió adelantar su regreso fechando su renuncia en México. Todos los presidentes con los que tenía que mantener reuniones sabían del papelón ministerial.
Su salida no fue acordada, sino que fue el fusible que explotó en la negociación cuyas figuritas principales eran Santiago Cafiero y Eduardo de Pedro, hombres de Alberto y Cristina respectivamente. O se iban los dos o se quedaban, claramente lo de Cafiero es un premio consuelo porque el camporista se mantuvo en el cargo.