La Revolución de la Vivienda es el shock que necesita Mendoza para volver a ser la que fue

La provincia grande que soñó San Martín y construyeron nuestros abuelos es posible, pero necesitamos un cambio de rumbo claro en nuestras políticas públicas. Volver a la cultura del trabajo nos traerá mejores oportunidades.

La Revolución de la Vivienda es el shock que necesita Mendoza para volver a ser la que fue
Lucas Ilardo, Anabel Fernández Sagasti y Omar Parisi.

Mendoza no es una provincia rica, como le escucho decir a contendientes políticos que parecen nunca haberse chocado con un libro de historia. Mendoza es una provincia que creció mucho y se hizo grande gracias al esfuerzo y al trabajo, no por arte de magia. Para volver a los tiempos donde nuestra provincia era la locomotora de la región necesitamos un cambio de rumbo claro. Creo, humildemente, que nuestra propuesta de la Revolución de la Vivienda es el camino más rápido para lograrlo.

Nadie ahorra en tiempos de crisis. En mi familia no se nos ocurriría ahorrar si la estamos pasando mal, si los chicos tienen frío o si se nos llueve la casa. Estoy seguro que en tu familia tampoco, pero eso hizo el Gobierno de Mendoza de Cornejo, Suarez y De Marchi. Juntó más de 100.000 millones de pesos ajustando a los docentes, desarmando a los policías y humillando a los médicos. Nuestra propuesta es contudente: gastar hasta el último centavo de ese dinero en impulsar la construcción de viviendas en la provincia.

¿Por qué creemos que la construcción de casas es el camino? Básicamente porque se logra un objetivo doble, o matar dos pájaros de un tiro, como decía mi viejo: brindar dignidad a miles de familias que están esperando una mano para poder acceder al sueño de la casa propia e impulsar un shock económico y distributivo que nos termine beneficiando a todos y todas.

Sobre la deficiencia habitacional basta con mencionar que los estudias estadísticos más optimistas indican que 120.000 familias mendocinas tienen problemas habitacionales. Es un problema que afecta a 600.000 personas, realmente demasiadas.

En tiempos de crisis, con alquileres impagables y salarios devaluados, el sufrimiento de quienes no tienen un techo nos roza a todos, porque quien no lo padece en carne propia conoce a alguien que está en esta situación. Entregarle la llave de su sueño cumplido a una familia es la acción de gobierno más gratificante que puede tener un servidor público (lo digo por mi experiencia en el Instituto Provincial de la Vivienda) y si tengo el honor de ser gobernador, lucharé día y noche para llegar al mayor número de soluciones habitacionales. Se cómo hacerlo.

Pero no se trata de construir casas sólo por fanatismo a la sonrisa de la gente cuando recibe la llave. En la construcción de viviendas vemos también el impulso que necesita la economía de Mendoza para activarse y retomar, luego de una década desperdiciada, el camino del progreso y el desarrollo. La cuenta es simple: por cada vivienda que se construye se generan 8 puestos de trabajo. Serán miles de mendocinos y mendocinas que podrán arreglar su auto, comprar en el almacén, cambiar el televisor o hacerse una escapada a conocer alguna de las bellezas de nuestra provincia con su familia. Los trabajadores no compran dólares ni se llevan la plata al exterior: la gastan acá. Invertir dinero en construir viviendas es inyectarlo indirectamente en la hoy gélida economía mendocina.

Con la revolución de la vivienda que proponemos no sólo lograremos el objetivo “matemático” de mejorar la economía de la provincia, sino también generar el cambio cultural necesario para que muchas cosas vuelvan a estar en su lugar. La cultura del trabajo debe volver a ser un ordenador social para nuestro pueblo. En Mendoza, quien quiera progresar debe trabajar, pero quien trabaje tiene que poder llegar a fin de mes, con un sueldo digno que le permita desarrollarse y planificar la vida de su familia. Donde la educación pública sea una herramienta para favorecer la igualdad de oportunidades. Donde el que estudie una carrera universitaria sepa que cuando se reciba no tendrá que trasladarse a otra provincia, porque pagan más. Donde podamos salir a calle sin miedo. Donde la Justicia sea justa. Ese es un resumen, aggioarnado a nuestros tiempos, de la “comunidad organizada” de la que nos hablaba Juan Domingo Perón y que tanto necesitamos construir.

Junto a Lucas Ilardo y nuestros equipos de gobierno formamos la única alternativa que ha presentado propuestas claras y concretas: la construcción de viviendas como insignia; la eliminación del extorsivo Ítem Aula como mensaje de apoyo a nuestros docentes; el desarrollo turístico como objetivo; el equitativo manejo del agua como bandera; la explotación de nuestro potencial ganadero como meta. Decimos qué vamos a hacer y, lo más importante, cómo pensamos hacerlo. Sabemos que los jovenes son nuestro futuro y los abuelos nuestro faro, que miles de mendocinos están esperando un cambio para mejorar su calidad de vida y no pensamos olvidarnos de ellos al cruzar las puertas de Casa de Gobierno.

Por todo esto vengo a pedirte con humildad y convicción que el próximo domingo nos acompañes con tu voto. Que deposites en la urna tus sueños de una casa propia, de una economía que funcione, de sueldos dignos, de una provincia más justa. De una Mendoza que vuelva a ser lo que fue, donde se valore al que trabaja, al que trabajó y al que quiere trabajar. Como dice mi amiga y compañera Anabel Fernández Sagasti “Vamos a trabajar hasta que todo sea como lo soñamos”. Hagamos que suceda.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes”.

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