El Presidente encara 2021 con desafíos complejos: que no haya una segunda ola fuerte de Covid-19, que el operativo de vacunación funcione, que la economía se reactive algo, que se encaucen las relaciones en el Frente de Todos y pasar sin sobresaltos la elección legislativa.
Acostumbrado a las aulas y a la docencia, Alberto Fernández tendrá que pasar por unas cuantas y complejas mesas examinadoras en el año que se avecina.
La primera bolilla depende poco de él y está relacionada con el gran tema que condiciona a todos los gobiernos del mundo: cómo seguirá la pandemia de Covid-19.
De la mano de todas las medidas de aislamiento que se tomaron para evitar la propagación, el virus afectó la economía global y destruyó la nacional, con una secuela muy grave en términos sociales.
Argentina no tiene casi márgenes para regresar a un confinamiento estricto en caso de que la famosa segunda ola llegue con cierta fuerza, porque los efectos en términos de empleo, pobreza y marginación constituyen un peligroso explosivo latente para el Gobierno nacional.
El Presidente se sienta ante la mesa examinadora 2021 con más de un 50 por ciento de pobreza, con casi un 15 por ciento de desocupados y con una serie de indicadores que miden a esa legión de argentinos que se va cayendo día a día del sistema de contención mínima.
La vacuna contra el Covid-19 pondrá en juego la capacidad de logística y de organización que tiene el Estado.
Los antecedentes inmediatos en materia organizativa no son alentadores. Basta recordar que Alberto Fernández cierra el año intentando explicar por qué la despedida de Diego Maradona terminó en un caos.
Esa bolilla 1 está íntimamente ligada con el segundo capítulo, que es el de la imperiosa recuperación económica. Puede que el Gobierno logre exhibir mejores números si se los compara con los paupérrimos del fatídico año que se va, pero será un artilugio de vuelo corto.
Aunque haya logrado cerrar el frente externo y renegociar la deuda, el mercado de capitales del mundo puede que no vuelva a ser lo que era y continuará siendo muy caro el crédito para la Argentina.
La gestión del Frente de Todos no tendrá excusas en la necesidad de presentar un programa económico más o menos sólido. Por eso deberá buscar argumentos –políticos, económicos y discursivos– para justificar el ajuste ante sus seguidores.
Sociedades
Mientras pasa por esos capítulos, Alberto Fernández seguirá sometido al mismo interrogante que se planteó el día que Cristina Fernández de Kirchner lo ungió candidato a presidente, allá por mayo de 2019: quién ejerce el poder.
“Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede”, fue el dilema creador del Frente de Todos y lo seguirá siendo. El Presidente explorará caminos de alianzas que le permitan ampliar la base de sustentación de la coalición gobernante, pero siempre estará a tiro de una carta de la vice, como la de “funcionarios que no funcionan”, que le imponga límites y reconfigure sus objetivos.
Hasta acá, cada movimiento en el tablero fue sacar una pieza de Alberto para sustituirla por una de Cristina, que controla los principales organismos recaudadores del Estado.
Pero la mayor preocupación de la vice seguirá siendo lograr desvincularse, antes de 2023, de la docena de causas judiciales que la involucran.
Hasta acá, avanzó algo, pero no lo que esperaba. La Justicia ha ido y venido con algunos fallos, la reforma judicial que planteó Alberto no es la que esperaba Cristina y la Corte dio señales de que acompaña hasta ahí nomás el juego del oficialismo.
Urnas
En esa relación del Presidente y la vice, y con el resto de los aliados del Frente de Todos, se define la materia central por rendir el año venidero: la elección de medio término.
El armado de esas listas será una señal clara de los repartos de poder, y un tropiezo electoral, además de minar la gobernabilidad, detonaría el Frente de Todos. Con un agregado: después de la elección de Río Cuarto, ya no sólo importa el resultado, sino la cantidad de gente que va a votar.
Y, de todos los exámenes, aquella votación de octubre será la más mensurable. Pero para eso falta muchísimo. Tanto como esa eternidad que va desde el inicio de la cuarentena hasta este final de 2020.
*Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.