“Lauta”, como lo conocen en la militancia, o por su nombre completo, como lo conoce la mayoría de los mendocinos, Lautaro Jiménez, es el candidato a gobernador del FIT. Ya fue senador provincial en el 2015.
Después de su paso por el senado provincial, volvió a su actividad de trabajo que tenía antes de ser miembro de la cámara alta y que aún mantiene: es maestro de grado de 4to Grado en la Escuela 1-580 “Dr. Carlos Padín”, de Godoy Cruz.
Su “nono” Alfonso, es la gran inspiración de su vida. Se puede desentrañar al “Lauta” cuando se le pregunta por él. “Me enseñó de todo: física, química, a arreglar cosas de la casa y política. Compartimos mucho”, afirma,mientras se le ponen brillosos los ojos y mira para arriba recordando anécdotas. Y entre risas cuenta: “yo quería ser físico, pero lamentablemente no me dieron las matemáticas”.
“Me enseñaba cuando iba a la primaria, cuando estaba aprendiendo a multiplicar. Iba con las tareas que hacía con mi nono y llegaba resolviendo raíces cuadradas. La maestra de primaria me decía: ‘esto no se hace más, el cálculo de la raíz cuadrada se hace en calculadora’”, dice y suma: “la habilidad de mi abuelo para las matemáticas lamentablemente no lo heredé. Es la envidia que tengo. Ojalá pudiera tener esa inteligencia matemática que tenía él”.
Lautaro Jiménez tiene 37 años y vive con su pareja, Daniela, quien es fotógrafa y realizadora audiovisual. No tienen hijos. Están buscando casa para vivir hace meses: “mi casa es un lío, tenés pilas de cajas, no se puede pasar por ningún lado”, cuenta. Esas cajas dice que tienen libros y libros. “Soy un ratón de biblioteca”, se define.
Como pocos políticos podrían decir, toda su vida alquiló casa. Se tiene que cambiar ahora porque la inmobiliaria le pasó un aumento a más del doble. “Me pasaron un aumento desproporcionado, prácticamente tendría que trabajar para alquilar nada más”, explica.
Quiere un cambio en la ley de alquileres pero señala que desde una posición distinta a la “de los lobbies que quieren dejar al inquilino completamente expuesto a la especulación de los grandes grupos inmobiliarios y sus condiciones”. Lo que pretende Jimenez es que la actualización de los contratos estén atados únicamente al índice salarial. Pero insiste en “defender los aspectos progresivos que esta ley tiene en materia de protección del inquilino”.
Además, quiere “avanzar en la regulación del uso de la vivienda ociosa y de las destinadas al alquiler para turismo para controlar la oferta y la demanda”.
Pasó su infancia con sus padres durante los días de semana en el barrio 1° de Septiembre, de Las Heras, donde vivió hasta que empezó a trabajar en una conocida heladería de la provincia y decidió mudarse a vivir solo. Pero, en su niñez los fines de semana los pasaba en la casa de su “nono”.
Tiene un hermano menor, Ulises, quien también se mueve por el ámbito de la política. Y una hermana más grande que actualmente reside en Buenos Aires.
Con el fluir de la conversación deja entrever de dónde viene: su ADN está impregnado de militancia. Su bisabuelo, un militante socialista, vino de Italia perseguido por los camisas negras (los fascistas). Su padre, en tanto, llegó a Mendoza cuando escapaba de la dictadura de Pinochet en Chile; era perseguido por militar en el Partido Socialista Chileno.
La primera anécdota que recuerda de su infancia es política, cuando tuvo que despedir a su padre. “No sé cuánto tiempo fue, para mí fue una eternidad porque era mi viejo”, te dice. Es que su papá no pudo abandonar nunca su amor por su país, y cuando llegó el plebiscito para decidir si Pinochet seguiría o no en el poder, viajó inmediatamente a Chile para militar el rechazo.
Es por eso que no se puede entender su vida sino a través de la militancia política. Incursionó en la política real en el 2001, en asambleas y manifestaciones. Recuerda con profundo dolor a algunos compañeros muertos. También, le pesa el 2003: la masacre de Avellaneda. Son huellas que tiene muy presente en su discurso, aún cuando éste sea fuera del ámbito de la política.
Otra cosa para destacar es que fue uno de los primeros miembros del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), con orgullo cuenta: “en Mendoza me acuerdo que eramos cinco”.