“Hablen con Martín”, es una frase que se volvió recurrente en Olivos y la Casa Rosada. La última palabra es del presidente Alberto Fernández, pero el que ordena, habilita y distribuye es Guzmán, el ministro de Economía.
Empoderarlo dándole el manejo de toda la gestión económica (incluso la programación monetaria) fue la decisión que tomó Fernández después de la profundización de la crisis cambiaria que generó el ajuste del cepo.
Hubo un antes y un después de aquella noche del 15 de setiembre, cuando se anunciaron las nuevas restricciones por recomendación a Fernández del presidente del Banco Central, Miguel Pesce. El dólar blue se disparó a $ 195 y la brecha llegó a un récord de 150%.
Ahora, Guzmán no sólo es el “jefe” de la economía. Es también el nuevo portavoz, un lugar que estaba acéfalo desde que el Frente de Todos llegó al poder. Alberto ofició como tal un tiempo exponiendo a un desgaste a su figura en plena pandemia.
Por el lado de Cristina, hubo solo dos actos del Poder Ejecutivo en los que ella estuvo. El inicio de la negociación de la deuda y el anuncio del resultado. La vicepresidenta no mueve un dedo sin que haya gestualidad política. Y eso fue un respaldo hacia el ministro.
No son muchos los ministros a los que Cristina apoya. Pero la vicepresidenta está deslumbrada por el economista de 37 años. Siempre admiró a su mentor, el estadounidense Joseph Stiglitz, con quien en agosto de 2012 compartió un seminario de economía.
En el seno del “albertismo” todos reconocen que Guzmán tiene un rol central. Y señalan también que el ministro consiguió el respeto de los gobernadores, incluso los radicales. Hay uno de ellos, el jujeño Gerardo Morales, que lo elogia seguido.
En el propio corazón del poder creen que Alberto y Cristina se están jugando un pleno por la pericia de Guzmán, poniendo el futuro del Gobierno en sus manos cuando en menos de un año habrá elecciones que serán una prueba de fuego para el Frente de Todos tras la pandemia.
La pelota al ministro
Darle la pelota a Guzmán no fue casualidad. Renegoció la deuda y despejó el camino al actual Gobierno. Y cambió a tiempo la estrategia oficial de trato con el mercado, lo que evitó que el “dólar libre” se fuera más arriba.
El 24 de octubre fue cuando Fernández llamó a Guzmán y le dijo que se ocupara de todo. El día anterior, el dólar blue había llegado a $195. El presidente tenía dos opciones: salir a denunciar un golpe económico o apelar al aplomo y mover al gobierno en consecuencia.
Inicialmente, Fernández despotricó en algunas radios: “No me van a quebrar”, dijo. Guzmán le pidió calma y evitar el choque. Aceleró los movimientos. Venía recomponiendo el mercado de deuda local. Y empezó a enviar señales: ancla fiscal, sendero plurianual, límites a emisión futura y plan de estabilización.
También ordenó intervenciones oficiales en el mercado bursátil. El Gobierno opera con títulos que están en manos de la Anses. Esto genera un gran debate entre los brokers por los efectos nocivos que podría tener la estrategia sobre el Fondo de Garantía previsional. En dos semanas, el blue cayó de $195 a $157. Los dólares bursátiles también bajaron hasta 18%: el CCL está en $147 y el MEP, en $142. Mientras, el tipo de cambio oficial siguió su ascenso paulatino, atado a la inflación, con el solidario en $139,63.
Analistas como Christian Buteler o Salvador Di Stefano coinciden en que el “solidario” le está marcando el “piso” al MEP. Por ello, si se pretende una baja para reducir la brecha, el Gobierno debería tomar decisiones.
Una de las medidas que analiza Economía es la de quitar la percepción del 35% a cuenta de Ganancias o Bienes Personales que hay sobre la compra de dólares desde setiembre. Total, las restricciones “burocráticas” están dadas y eso impedirá un aumento de la demanda.
Para Di Stefano, “evidentemente las señales políticas dieron resultado” porque el mercado cambiario se tranquilizó. Y prevé en ese sentido que el gobierno se encamina hacia un “duro ajuste fiscal”.
Daniel Artana, economista jefe de FIEL, es más escéptico. Aún no ve señales claras en los movimientos oficiales para reducir drásticamente el rojo. Por ello, “no alcanza” con todo lo hecho hasta el momento.
El Gobierno comunicará próximamente que este año cerrará con un rojo fiscal del 7% y no del 8,5% como se preveía. Y que el de 2021 (que ya está en el Presupuesto que será ley esta semana) irá al 3,8% y no al 4,5% como se anunció.
Es que en enero subirán tarifas y se eliminarán gran parte de los subsidios volcados para amortiguar el impacto de la pandemia de Covid-19 como el IFE y el ATP. En paralelo, se pondrá la reforma tributaria a discusión con la idea de que salga en 2021.
Mientras, Guzmán apuró negociaciones con el Consejo Agroindustrial y cerró filas para una enviar una ley al Congreso que dé previsibilidad. Hizo lanzar la mesa minera. Y se reunió con la Asociación Empresaria Argentina (AEA), los dueños de las compañías más importantes del país.
En su despacho, de local, Guzmán les dijo a los empresarios que diferencias hay y nadie las pone en duda. Pero les aclaró que quien gobierna es Fernández. Y les remató con que si quieren ganar plata, que dejen de especular y se pongan a invertir y producir.
En los hechos, Guzmán busca una tregua. Sabe que con una orden de compra de u$s1 millón, cualquiera pone el blue donde le place.
El martes estará aterrizando en Ezeiza la misión del FMI. Se iniciarán así las negociaciones formales para un nuevo programa crediticio, con refinanciamiento y al menos dos años de gracia.