Una de las plantas de exterior para jardín que destaca por su capacidad de mantener un color intenso con un mínimo de agua es la Lavanda.
Originaria de la región mediterránea, la lavanda es conocida por su resistencia a la sequía y su habilidad para florecer en condiciones áridas, lo que la convierte en una opción ideal para jardines con bajo consumo de agua.
La lavanda es una planta perenne que pertenece a la familia de las Lamiáceas. Sus flores, que varían en tonos de púrpura, azul y hasta blanco, no solo aportan un color vibrante al jardín, sino que también desprenden un aroma agradable y relajante, lo que la convierte en una de las plantas favoritas para jardines ornamentales.
Su follaje, generalmente de color verde grisáceo, añade un contraste elegante y es capaz de mantenerse atractivo durante todo el año, incluso en climas más secos.
Una de las razones por las que la lavanda es tan popular en jardines de bajo mantenimiento es su tolerancia a la sequía. Una vez establecida, esta planta requiere muy poca agua para mantener su vitalidad y color.
En la mayoría de los climas, un riego profundo una vez a la semana es suficiente para mantenerla saludable. En regiones con más lluvias, puede subsistir prácticamente solo con el agua de lluvia.
Los cuidados de la lavanda
La lavanda también es fácil de cuidar, lo que la hace perfecta para jardineros novatos o para quienes buscan reducir el tiempo de mantenimiento en el jardín.
Prefiere suelos bien drenados y puede prosperar incluso en terrenos pobres, siempre y cuando no haya exceso de humedad en las raíces. Es una planta que disfruta del sol pleno, por lo que es importante ubicarla en un lugar donde reciba luz directa durante la mayor parte del día.
Además de su bajo requerimiento hídrico, la lavanda es resistente a plagas y enfermedades, lo que reduce aún más la necesidad de cuidados intensivos.