“El Evangelio narra la primera predicación de Jesús en su propio pueblo, Nazaret. El resultado es amargo: en lugar de recibir aprobación, Jesús encuentra incomprensión y también hostilidad. Sus paisanos, más que una palabra de verdad, querían milagros, signos prodigiosos. El Señor no los realiza y ellos lo rechazan, porque dicen que ya lo conocen de pequeño: es hijo de José, etc. Así, Jesús pronuncia una frase que se ha convertido en proverbio para siempre: «Ningún profeta es bien recibido en su tierra».
“Estas palabras revelan que el fracaso para Jesús no fue del inesperado. Conocía a su gente, conocía el corazón de los suyos, sabía el riesgo que corría, contaba con el rechazo. Así que podemos preguntarnos: pero si las cosas estaban así, si prevé el fracaso, ¿por qué va a su pueblo? ¿Por qué hacer el bien a personas que no están dispuestas a aceptarte? Es una pregunta que nos hacemos a menudo. Pero es una pregunta que nos ayuda a entender mejor a Dios”.
“Y nosotros, ¿somos acogedores, o nos parecemos a sus paisanos, que creían saberlo todo sobre Él? (...) Tenemos que salir de este permanecer fijos en nuestras posiciones. El Señor pide una mente abierta y un corazón sencillo. Y cuando una persona tiene una mente abierta, un corazón sencillo, tiene la capacidad de sorprenderse, de asombrarse. El Señor siempre nos sorprende, ésta es la belleza del encuentro con Jesús. Que la Virgen, modelo de humildad y disponibilidad, nos muestre el camino para acoger a Jesús”, reflexionó el Papa Francisco en el Ángelus, 30 de enero de 2022.
El Evangelio, que relata la vida y las palabras de Jesucristo, ocupa un lugar central en la celebración de la misa. La liturgia permite adentrarse en las enseñanzas que la Palabra de Dios nos transmite.
Aquí los textos del lunes 2 de septiembre de 2024 según el Vaticano.
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Corintios
1 Cor 2, 1-5
Hermanos: Cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no busqué hacerlo mediante la elocuencia del lenguaje o la sabiduría humana, sino que resolví no hablarles sino de Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado.
Me presenté ante ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres.
Lectura del santo evangelio según San Lucas
Lc 4, 16-30
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír”.
Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”
Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ “.
Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria”.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.
Es Palabra de Dios.