La liturgia de la Palabra, uno de los momentos centrales de la misa, brinda la oportunidad de adentrarse en las enseñanzas y mensajes que la Palabra de Dios desea transmitir. Compartimos aquí los textos que corresponden al miércoles 24 de abril, de acuerdo al sitio web del Vaticano.
A través de la lectura y meditación de estos textos, los católicos pueden fortalecer su relación con la fe y profundizar en las enseñanzas cristianas. Así, la celebración litúrgica se convierte en una oportunidad para el crecimiento espiritual.
Como afirmó el Papa Francisco: “para el creyente, la Palabra de Dios no es simplemente un texto para leer, es una presencia viva, obra del Espíritu Santo que conforta, instruye, da luz, fuerza, descanso”.
Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
Hch 12, 24–13, 5
En aquel tiempo, la palabra del Señor cundía y se propagaba. Cumplida su misión en Jerusalén, Saulo y Bernabé regresaron a Antioquía, llevando consigo a Juan Marcos.
Había en la comunidad cristiana de Antioquía algunos profetas y maestros, como Bernabé, Simón (apodado el “Negro”), Lucio el de Cirene, Manahén (que se crió junto con el tetrarca Herodes) y Saulo. Un día estaban ellos ayunando y dando culto al Señor, y el Espíritu Santo les dijo: “Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la misión que les tengo destinada”. Todos volvieron a ayunar y a orar; después les impusieron las manos y los despidieron.
Así, enviados por el Espíritu Santo, Saulo y Bernabé fueron a Seleucia y zarparon para Chipre. Al llegar a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo Evangelio según San Juan
Jn 12, 44-50
En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.
Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho’'.
Es Palabra de Dios.