Las trovants -como las llaman los lugareños de Rumania- han acaparado la atención del mundo por su inusual comportamiento: son piedras que “crecen”, se “mueven” y se “reproducen”, por lo que gozan de un aspecto bastante llamativo para las personas.
Estas rocas, declaradas monumento por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), pueden hallarse en la localidad rumana de Costeşti. Cuando llueve aparecen protuberancias sobre la superficie de las rocas, que aumentan de tamaño a simple vista, dándoles un aspecto de seres vivos que sorprenden a todos.
La manera de entender esta manifestación arranca por conocer la composición que tienen estas rocas: poseen un núcleo de piedra extremadamente duro, rodeado por una concreción de arena que se fue sedimentando allí a lo largo de los siglos. Incluso, se estima que hace seis millones de años. Es decir, las piedras crecen, pero muy lento (unos cinco centímetros en un milenio).
Su crecimiento ocurre tras una reacción química entre las capas de depósitos internos de arenisca y los carbonatos minerales, en especial carbonato de calcio, que llegan a través del agua que trae la lluvia, según explicó el medio especializado en geología geologyn.com.
Otro dato curioso se da al cortar estas piedras transversalmente: presentan anillos esféricos similares a los que tienen los troncos de los árboles.
Si bien muchos postulan que las trovants “se mueven” por las huellas que dejaron en su camino a través de los siglos, en realidad se debe a que a veces el crecimiento en su superficie se realiza de manera despareja, y la piedra se corre de lugar por la fuerza gravitatoria.
Según los minerólogos no había diferencias entre la arena circundante en el lugar y la arena sedimentada que forma parte de las piedras. Al parecer hubo una cuenca de sedimentación hace unos seis millones de años y las arenas se compactaron a partir de diversos choques sísmicos, dando lugar a la formación de las trovants.