Cada cuatro años, el calendario agrega un día para llegar a 366 y poder, de cierta manera, dejar todo bajo control, ya que, contrariamente a lo que se cree los años bisiesto constituyen un método esencial para compensar las discrepancias temporales que ocurren debido a la duración real de la órbita terrestre alrededor del sol.
Para citar algunos ejemplos de lo podríamos vivir sin ese día extra cada cuatro año, solo hay que pensar en que vivir en el hemisferio Norte te podría hacer recibir el año con 40 grados o la contracara, en el Sur habría nieve en diciembre.
Ocurre que el 29 de febrero garantiza que los calendarios estén sincronizados con la órbita de la Tierra al Sol. Concretamente, el planeta tarda 365,24 días en completar su órbita.
Después de cuatro años, las horas sobrantes suman casi día entero (23.262… horas). Es por eso que existen los años bisiestos para ajustar el calendario de 12 meses y alinearlo con el ciclo solar.
Sin el día 29 del segundo mes, el calendario se desalinearía progresivamente, afectando desde la planificación de cultivos hasta la regulación del clima.
El desfase crecería significativamente, afectando las estaciones y desencadenando consecuencias en la agricultura, el clima y otros aspectos vinculados al ciclo solar.
Otra consecuencia sería que el clima invernal podría convertirse en lo que el calendario muestra como verano, y los agricultores podrían confundirse sobre cuándo plantar sus semillas.
Según detalla un artículo de National Geographic, cada doce años los calendarios sufrirían un desfase de tres días e incluso las estaciones no podrían empezar en el mismo mes cada año. Un verdadero caos que podría traer más de una complicación en diversas áreas de la vida de la población mundial.
