A principio de los años 2000, con el cambio de milenio, se decidió remodelar la Channel Tunnel Rail Link, en Londres, planificando con ello un increíble trabajo de excavación para poder así ‘acomodar’ los trenes Eurostar, que son bastante grandes.
Para un arqueólogo que tiene que trabajar en una ciudad con tantos siglos de historia como esta, es bastante rutinario encontrar objetos interesantes, pero lo que iban a encontrar superaba cualquier expectativa posible.
Los arqueólogos encargados de la excavación sabían que estaban removiendo restos del cementerio de St Pancras Old Church, un lugar de entierros masivos debido a las oleadas de epidemias tifoideas, de cólera y viruela que en otro tiempo inundaron la ciudad. Encontrar por tanto un total de 1.500 cuerpos humanos no fue una gran sorpresa.
Sin embargo, Phil Emery y su equipo, se quedaron perplejos cuando desenterraron lo que eran los huesos de una morsa de cuatro metros de largo, enterrados junto a otros restos humanos en un ataúd.
Además, la morsa enterrada respondía a un ejemplar del Pacífico, nativa del mar de Bering que ahora mismo se encuentra en peligro de extinción: tenía colmillos de elefante y la apariencia de una foca gigante.
Un rumor bastante popular estableció que el mamífero llegó a la iglesia como parte del floreciente comercio del marfil. Lo cierto es que, salvo que se produzca algún desarrollo dramático, parece que el origen de los huesos de la morsa sigue siendo un misterio.
Por lo menos tenemos el consuelo de que el cuerpo de la misteriosa morsa se exhibe al público en el Centro de Investigación y Archivo Arqueológico de Londres, en Hackney.