El 15 de febrero de 2017, Vilma Trujillo, una mujer de 25 años residente de El Cortezal, una zona remota en el noroeste de Nicaragua, fue llevada por Juan Gregorio Rocha, un pastor de la Iglesia Visión Celestial, y otros fieles a una cabaña apartada en busca de ayuda para su grave condición. Vilma sufría de alucinaciones y comportamiento errático, y su familia y vecinos habían intentado todo lo posible para ayudarla. Sin embargo, el médico más cercano se encontraba a un día de distancia, por lo que recurrieron a los servicios de la iglesia. La trágica historia fue recordada por TN.
Durante días, los fieles rezaron y realizaron rituales en un intento de sanar a Vilma de la “posesión demoníaca” que creían que la afectaba. La mujer hablaba sola, tenía alucinaciones y decía cosas sin sentido alguno. Su familia trató de visitarla, pero se les negó el acceso, ya que se consideraba que Vilma aún no estaba sanada. La situación se volvió desesperada para Vilma, quien era sometida a falta de comida y bebida para su curación. La iglesia se había convertido en una prisión.
En un intento desesperado por escapar, Vilma agarró un machete, pero fue rápidamente detenida por los fieles, convencidos de que el demonio la estaba utilizando para atacarlos. Creían que Vilma era un instrumento diabólico y que el fuego sería la clave para expulsar al demonio.
Una noche, un sueño que tuvo una de las fieles le reveló que el fuego era la solución. En ese sueño estaba la clave: el poderoso demonio de Vilma debía ser expulsado por medio del fuego. Cuando Juan Gregorio Rocha se enteró convocó a otros ayudantes, construyeron una pira y ataron a Vilma a un árbol cerca de las llamas.
Vilma luchaba y gritaba por su libertad mientras las llamas se acercaban lentamente a ella. A pesar de sus gritos desgarradores “¡Me voy a morir, me voy a morir!” , los fieles afirmaban que Vilma sería sanada y resucitaría. Horas después, uno de los asistentes al exorcismo se dio cuenta de la gravedad de la situación y envió a la hermana de 15 años de Vilma que estaba en la iglesia rezando en busca de ayuda.
La hermana de Vilma corrió hasta el pueblo más cercano, Rosita, en busca de ayuda, pero debido a la lejanía y las difíciles condiciones geográficas, la ayuda médica era limitada. En El Cortezal no había electricidad, ni teléfono, ni policía, ni escuela, ni médicos, ni mucho menos un negocio. Tras recorrer cuatro horas a pie, entre senderos que suben y bajan, se metió en la selva para dirigirse a un lugar que sí conocía, la casa de su tía Ángela García. Cuando llegó con el último suspiro dijo: “La quemaron”.
Catalino López Trujillo, el papá de Vilma movilizó a un grupo de vecinos y se dirigieron hasta la iglesia Visión Celestial cuando la pira donde se quemaba su hija aún ardía pero con menos intensidad. Vilma estaba viva, con un susurro pidió que le dieran agua y la llevaron a la casa de su tía Ángela. Allí la mujer se reencontró con su hijito de cinco años que no paraba de llorar. A pesar de sus graves quemaduras, trató de consolarlo diciéndole que su mamá estaba de vuelta y que los pastores la habían bautizado.
Vilma no podía quedarse allí, por lo que su papá y sobrinos armaron una camilla con palos y telas de hamaca y un día después de que encendieron la hoguera para sanarla, la llevaron desde El Cortezal a Rosita. A pie atravesaron ríos y campos hasta que pudieron superar todos los obstáculos que la selva les impuso.
Tararearon medio día en atravesar la infinita selva hasta que llegaron a Rosita. Cuando llegaron al hospital y los profesionales, al ver que tenía el 80% del cuerpo quemado, determinaron que no podía tratarla allí, por lo que decidieron llevarla en avión a Managua, la capital de Nicaragua, pero debido a la gravedad de sus quemaduras, falleció cinco días después.
Sobre lo sucedido, Juan Rocha, joven pastor de 23 años que se dedicaba a enfrentar demonios cuando perturbaban la vida de las personas, explicó a la periodista Vicky Baker: “Fue cuando íbamos a orar, ella se suspendió en espíritu, se suspendió y cayó en el fuego”. Rocha, entonces, vio el espíritu de Vilma remontar. ¿Quién puede negarle aquello que vio? “Ellos no quemaron a nadie”, aseguró.
Junto a él también estaba Franklin Jarquín, el cuñado de Rocha, que también participó del exorcismo y dio su explicación: “esa mujer” (por Vilma) introdujo el pecado en su vida cotidiana. Fue ella la que había llamado al demonio. ¿Cómo? “Es que ella cometió un error ante Dios. Ella falló. Porque ella tenía un compañero de vida y cometió un error con otro hombre”.
Juan Gregorio Rocha, su hermano Pedro José, su hermana Tomasa, su cuñado Franklin Jarquín y una diaconisa de la iglesia, Esneyda del Socorro Orozco Téllez, aquella mujer que había soñado sobre el uso del fuego para sanar a Vilma. Finalmente, fueron acusados de secuestro y asesinato. Durante el juicio, ninguno de los acusados mostró remordimiento por sus acciones, ya que creían que estaban realizando un exorcismo para salvar el alma de Vilma. Todos fueron condenados a penas de prisión que oscilaron entre los 30 y los 36 años.
Vilma tenía una pareja llamada Reynaldo Peralta, con quien tenía un niño de dos años. Un año después de la muerte, el hombre afirmó “Vilma me dijo que el demonio la estaba perturbando”. Además, tenía otro hijo de una relación anterior que se fue a vivir con su tío.
El trágico incidente dejó a los hijos de los acusados en manos de sus abuelos, mientras que Esnayda, que estaba embarazada al ser condenada, crio a su hijo en la cárcel.
Su tía Ángela, por amenazas, se fue a vivir a más de 100 kilómetros de distancia, precisamente a San Miguel de Casa de Alto, donde Vilma está enterrada. Luego volvió a El Cortezal, pero el ambiente lo encontró raro y hostil. Algunos creían que los espíritus estaban enojados.
NADIE SUPO QUÉ LE PASABA A VILMA:
Existen numerosos rumores circulando, entre ellos uno que afirmaba que había sido violada por un influyente hombre de la zona. Es probable que los seguidores de la Iglesia Visión Celestial hayan considerado que Vilma había pecado en base a estos rumores sobre relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin hacer ninguna distinción entre una agresión sexual y el adulterio.
Rafael Arista, presidente de las Asambleas de Dios en Nicaragua, se desligó de los hechos. “No tenemos una iglesia organizada en ese lugar (El Cortezal), solo hay una obra incipiente integrada por laicos”, declaró al calificar el ritual como un acto satánico. “Quemar a una persona en nombre de la fe no es bíblico, es una barbaridad”.
Una interpretación religiosa arbitraria, la ignorancia y, como se ha destacado en los medios del país, un profundo odio hacia la mujer, parecen ser la mezcla mortal que acabó con la vida de Vilma.
La gran mayoría de los medios nicaragüenses se refirieron a la muerte de Vilma como un feminicidio, en un contexto de sociedad machista. Pero utilizaron el término “feminista” en un sentido amplio, ya que la ley de Nicaragua considera feminicidio la muerte de una mujer a manos de alguien con quien ha tenido relaciones íntimas.
Los grupos feministas nicaragüenses entienden que a Vilma la mataron por odio de género, es decir, que si hubiera sido un hombre no le habrían hecho pasar por todo lo que pasó Vilma.