“Date vuelta, no mires al pasillo. Tomate un minuto para vos antes de que empiece todo”, le dijo el sacerdote a Jay Bloomfield, un joven de 34 años que estaba a punto de casarse con Chelsie Hill (29) en Los Ángeles. El muchacho hizo caso, sin saber que había una sorpresa preparada.
Jay respiraba profundamente mirando al horizonte, mientras Chelsie acomodaba los últimos detalles. Volver a ponerse de pie era el gran desafío que se había planteado desde aquella noche trágica de 2010, en la que un amigo alcoholizado chocó el auto en el que la llevaba y la dejó inmóvil de la cintura para abajo.
Para ella fue un shock, una mezcla de sentimientos entre el alivio por haber salvado su vida de milagro y el dolor por la lesión que la acompañaría para siempre. Debió rearmar su vida de un día para el otro, pero 11 años después ahí estaba, lista para volver a dar los pasos más inolvidables de su vida.
Y la clásica marcha nupcial empezó a sonar y ella empezó a caminar hacia el altar mientras todos los invitados hacían malabares para controlar sus lágrimas. Jay entendió que ya era momento de darse vuelta y... se llevó sorpresa más grande de su vida. “Estaba en shock de que yo caminara porque no tenía idea. Hice todo a escondidas para sorprenderlo el día de la boda”, contó la joven que conoció a Jay en 2014.
Una promesa que debía cumplir
“Quiero enfatizar que no hay nada de malo en estar en silla de ruedas”, aclaró Chelsie antes de hablar del sueño que guardó en su corazón desde que era una niña y que no estaba dispuesta a entregar. “Pero mientras crecía, siempre me imaginé caminando por el pasillo hacia el altar”.
“Y solo quería sentir eso, no que mi discapacidad me haya quitado nada, sino que solo quería sentir eso de corazón a corazón y estar frente a frente con él”, añadió. “Eso fue algo realmente importante para mí personalmente”.
Era un desafío enorme, a pesar de que ella siempre mantuvo su estado físico, ya que tras el accidente se convirtió en la directora ejecutiva y fundadora de Rollettes, un equipo de baile en silla de ruedas en Los Ángeles.
La tarea no era sencilla, pero ella estaba convencida, de modo que preparó aparatos ortopédicos para sus piernas, trabajó mucho en las semanas previas y, con ayuda de un andador, pudo hacer realidad su sueño de la mano de su padre.
Su vestido de novia personalizado de Galia Lahav tenía una falda extraíble que facilitó la transición de estar de pie a sentarse. A su vez, combinó el vestido con un velo a juego y alquiló joyas de Verstolo. Estaba radiante para encontrarse con el gran amor de su vida: “Sentí que en ese momento nuestras almas estaban encerradas el uno en el otro. No vi a nadie más a mi alrededor. Solo lo vi a él”.
En su cuenta de Instagram, la novia también compartió un breve clip del momento de los votos con su flamante esposo: “Después de mi accidente, no estaba segura de si alguna vez encontraría a alguien que realmente me amase por completo. Me has aceptado completamente, me has honrado y adorado todas mis partes”, le dijo Chelsie.