La insatisfacción permanente: ¿por qué siempre nos falta algo?

El ser humano siempre tiene algún motivo para sentirse incompleto. ¿Por qué nos ocurre? ¿Cómo remediar la angustia que eso nos provoca?

La insatisfacción permanente: ¿por qué siempre nos falta algo?
La insatisfacción permanente: ¿por qué siempre nos falta algo?

"Hasta que no te reconcilies con lo que eres, nunca estarás contento con lo que tienes", decía la escritora Doris Mortman. Esta frase hace referencia a que vivimos en una sociedad en donde, muchas veces, no nos conformamos con nada.

A medida que pasan los años, las personas nos volvemos cada vez más exigentes y subimos la apuesta: nunca nos alcanza.

Si tenemos un trabajo queremos otro; si nos vamos de viaje ya estamos pensando a dónde nos iremos la próxima vez y en muchos casos estamos pendientes de aquello que tiene el otro; una especie de competencia para que no se termine la vida sin cumplir todo lo anhelado, cueste el precio que cueste.

Para analizar los hechos, la infancia es muy importante, porque en esta etapa comienzan a aparecen algunas carencias, problemas afectivos y emocionales que nos causan ciertas dificultades en la vida adulta.

Aunque a medida que crecemos, de nosotros depende hacer algo para cambiar aquello que no nos hace bien. ¿De qué se trata esto? ¿Por qué no soportamos dejar un espacio vacío, un momento sin planear qué pasará?

"Antes de profundizar esa pregunta nos vamos a ubicar en lo que, en sí, es esa falta. Desde la teoría psicoanalítica, Freud ha planteado que somos neuróticos gracias a esa falta, motor del empuje y de la vida.

Por otro lado, Jacques Lacan la asocia a diferentes dimensiones de la relación del sujeto con el deseo. Es así que en unos de sus seminarios, Lacan establece que la falta es lo que ocasiona el surgimiento del deseo", explica la psicóloga pamela Gómez.

La sensación de que nos falta algo tiene una característica primordial: y es que no llegamos a identificar cuál es la causa del malestar y no sabemos hacia dónde dirigimos nuestros deseos, objetivos y esfuerzos.

De este modo, las personas combaten este vacío con distintas acciones para sentirse completos, aunque es tan sólo una sensación porque nunca llegan a sentirse llenos; se trata de un alivio momentáneo. En este sentido el consumismo funciona como una forma de obturar la falta.

De hecho, la acumulación de bienes se ha hecho carne en toda una generación que cae en esa premisa: sostener empleos que no generan interés ni deseo, sólo para comprar cosas que realmente no se necesitan.

"El costo de estar satisfecho es muy alto, postergando todo a un futuro cada vez más incierto pero que seguimos creyendo seguro: 'cuando me reciba', 'cuando trabaje en relación de dependencia', 'cuando tenga mi casa', 'cuando me compre un auto', 'cuando tenga hijos' y por eso siempre nos falta algo. Porque vivimos con un pie aquí y el otro buscando dónde situarnos, creyendo que los pasos ya están dados y que encontraremos el camino correcto", indica Gómez.

Y agrega: "Es así que la época actual, llamada por muchos como sociedad de consumo, intentará persuadir al sujeto mediante objetos que aseguran saciar su deseo. Si asumimos que el vacío se llenará en el consumo ilimitado de objetos, estaríamos cayendo en una paradoja ya que lo ilimitado, al no tener fin, no se completará jamás".

La sociedad de consumo aporta su granito de arena

Si bien no vamos a echar la culpa en su totalidad a la sociedad consumista, en gran parte tiene que ver con este deseo de querer más y más.

El modelo de bienestar de la sociedad actual se basa en la posesión y acumulación de cosas, de tal modo que sirve de justificación para que prolifere el consumismo entre las personas.

Si el objetivo de la vida es tener muchas cosas, la principal actividad que se ve beneficiada es, lógicamente, el consumo. La posesión y acumulación de bienes suele darse siempre de forma inmoderada, tal y como apunta la definición de la RAE.

Desde ya que la sensación de vacío no siempre tiene que ver con los bienes materiales pero, en muchos casos, tapamos problemas de distinta índole a través de la compra: ya sea indumentaria, gastronomía y hasta saciar la necesidad momentánea de alguien con un regalo para evitar hablar del problema.

Pensar en cómo vemos las cosas

El cambio es de a poco y no es obligatorio. Pero la sensación de sentirse, no necesariamente lleno pero medianamente conforme, alivia, relaja y logrará que cargues una mochila menos pesada.

Algunas sugerencias

Ponerse objetivos a corto plazo: el ser humano siempre va a desear algo y eso está bien, pero lo ideal es pensar los deseos a corto plazo o que esos objetivos sean graduales, de a poco; no planear nuestra vida de acá hasta nuestros últimos días.

Escuchar realmente lo que deseamos: empezar a prestar atención a eso que nos pasa, ver qué anhelamos nosotros mismos. A veces nos basamos solamente en aquello que nos dicen los demás o qué marca la sociedad.

Qué es tendencia, qué no, qué debemos comer, qué debemos leer, qué tenemos que usar y qué cosas hay que mirar. Una opinión externa de vez en cuando es aconsejable pero sin empaparnos del mundo externo. No perdamos de vista quiénes somos.

Saber discernir entre los deseos reales y los momentáneos: si querés cambiar tu trabajo, tomarte un tiempo con una pareja o hasta trasladar a tus hijos de un colegio a otro, es algo real.

Y si bien siempre hay que evaluar las decisiones que tomamos sin apresurarnos, lo ideal es repensar de qué se trata y ver si realmente es algo que vale la pena modificar o si podemos continuar de ese modo.

Conservar tus valores: los valores representan lo que uno considera importante en su vida, tus creencias. Son prioridades que te indican cómo actuar en cada situación y cuál es la mejor manera de invertir tu tiempo.

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