El debate sobre las reelecciones en Mendoza de tanto en tanto se hace presente en la escena política. Este año resurgió la polémica sobre los períodos consecutivos que un intendente debe estar al frente de su comuna, teniéndose en cuenta que así como el gobernador de la Provincia, por precepto constitucional, no puede intentar su reelección inmediata, los jefes departamentales, como también los legisladores y concejales, no tienen ningún límite y pueden aspirar a ser avalados por el voto popular las veces que quieran.
Los planteos antiguos y actuales sobre la elección de intendentes dieron lugar a movidas que incluyen enmiendas constitucionales o modificación de leyes, como la denominada Orgánica de Municipalidades. En todos los casos los argumentos e interpretaciones han dado lugar a conjeturas y especulaciones que terminaron siempre por distorsionar el sentido del debate, que debería ser el de fijar una clara periodicidad en el ejercicio de la función pública.
Es real que el intendente debe ser ante todo un buen vecino y un fiel intérprete de los problemas cotidianos de la gente. Y también es cierto que en aquellos departamentos con mucha superficie territorial y zonas rurales extensas y predominantes, el jefe comunal se convierte en una suerte de caja de resonancia de la mayoría de las inquietudes de la sociedad a la que representa. En tal sentido sobre él recaen las preocupaciones sobre temas nacionales y provinciales, además de los que competen a la Municipalidad que conduce. Pero en muchos casos los hechos han demostrado que la sucesión de mandatos terminaron convirtiendo a la jefatura departamental no sólo en una suerte de cacicazgo partidario, con sus siempre nocivas consecuencias para la vida política, sino en el refugio de intereses mezquinos a espaldas de la sociedad.
La eternización en un cargo termina distorsionando el sentido del sistema democrático, que debe basarse en la competencia y la discusión de propuestas en contra de la verticalización en la toma de decisiones. Para ello los partidos deben ser formadores de dirigentes no sólo capacitados para la militancia, sino fundamentalmente para saber orientar sus pasos dentro del sendero republicano, claramente opuesto al estilo acomodaticio y algunas veces hasta despótico que generan las gestiones eternas.
Por ello, la dirigencia política de Mendoza, junto con especialistas del derecho constitucional y representantes de los distintos estamentos de la sociedad, debería abocarse de lleno al tema puntual de las reelecciones indefinidas en cargos electivos, dando vuelta la página a todo lo abordado hasta ahora, salvo fundamentos y contenidos ya considerados que aporten decididamente al núcleo de lo que se pretende analizar y modificar, siempre pensando en el beneficio de la ciudadanía y de los intereses de la Provincia.