Portugal-España: el día a día del peregrino

Crónica de la Ruta de la Costa desde Tui hasta Compostela, por el Camino portugués.

Portugal-España: el día a día  del peregrino

En la Europa Medieval, la fe era parte de la vida cotidiana y tanto cristianos, como  moros y  judíos, vivían iluminando su vida con las premisas de los respectivos credos.

Así como los musulmanes viajaban por razones religiosas a La Meca y los judíos a Jerusalén, el cristiano medieval viajaba –a veces en varias ocasiones a lo largo de su vida- a la catedral de Compostela, para visitar, piadosamente, la tumba del Apóstol Santiago, hermano del amigo más cercano de Jesús, el evangelista Juan, a los que el Señor llamaba jocosamente, en razón de su carácter “los hijos del Trueno”.

Existen muchos caminos, hechos por los peregrinos cristianos medievales, cuya traza surca la memoria religiosa de Europa, y todos confluyen en la tumba del apóstol, aunque vengan de lugares tan dispares como Suecia o el norte de África.

Para algunos, el Camino Portugués a Santiago de Compostela comienza en Lisboa, para otros empieza en Oporto y para mí comenzó en Tui, un pequeño pueblo en la frontera entre el país luso y España.

Aunque también es cierto que el Camino comienza en la puerta de la casa de cada uno y desde esa perspectiva, empezó en la calle Nou de Dulce, en Barcelona, cuando salí rumbo al aeropuerto a tomar un vuelo que me llevaría a Vigo. Pero tampoco se puede pasar por alto que los viajes se inician cuando se los planifica, como dijo Borges en su Atlas, lo que nos lleva al siguiente punto.

Los preparativos

Con un Camino de Santiago -más largo aún que este - en mi repertorio de viajes, la planificación fue más sencilla. La práctica hace al maestro y también al peregrino.

En primer lugar, nada de “por las dudas” y de hacer de la mochila un bolso al estilo de Mary Poppins. Sólo lo imprescindible.

Esta vez ya sé que, entre el inicio y el final de cada etapa, siempre hay algún lugar al costado de la ruta para descansar. Que la mayoría de los albergues cuentan con lavarropas y secarropas y que farmacia hay en cada pueblo.

Por lo tanto, mejor viajar liviano y cargar sólo lo indispensable. Y en todo caso, resolver los problemas, los dolores y las ampollas, a medida que vayan apareciendo.

El otro punto a tener en cuenta, es dónde dormir. Y aunque hay muchos lo deciden in situ para contar con la libertad de hacer más o menos kilómetros, dependiendo de las fuerzas y las ganas de cada día; yo me inclino por tener la noche asegurada.

En este punto, páginas webs y guías online funcionan como aliados para el viajero moderno: http://caminodesantiago.consumer.es

1º día. Barcelona – Vigo

En la estación de Sants me encuentro con Montse, amiga y compañera de ruta en mi primer Camino. Montse es también mendocina aunque desde los ocho años vive en Barcelona -donde nos conocimos- lo que la hace más de allá que de acá.

En el aeropuerto está Sergi, un amigo de Montse que se unió a nuestra aventura. Sergi es catalán, tiene cuarenta años y es empleado bancario desde hace dieciséis, un hombre ordenado y metódico.

El primer destino es Vigo, desde allí partiremos por tren hasta Tui, aunque eso será recién al día siguiente. En una oficina de turismo del aeropuerto, nos dan la credencial del peregrino, aquella que hay sellar a lo largo de la ruta para obtener la Compostela -que nos acredita urbi et orbi como peregrinos- cuando se llega a la Catedral. En el avión, viajan otras dos chicas catalanas que también van a Santiago. Sólo que, a diferencia nuestra, llevan unas mochilas urbanas verdaderamente diminutas...

A las 19.30 en Vigo, al noroeste de España, la noche tarda en llegar, buen punto para pasear. La primera parada es en un bar que nos tienta con un cartel “Kilo de mejillones al vapor, 2.70 euros”. No es necesario someterlo a voto.

Luego la belleza señorial de su casco histórico, el profundo verde que inunda sus montes y la seductora cercanía del mar.  Lo apunto en mi (infinita) lista de lugares a los que debo volver.

Alojamiento: Hotel Compostela. Rúa García Olloqui, 5, 36201, Vigo.

Teléfono: +34 986 22 82 27

2º día. Tui – O Porriño. 18.7 km

El reloj suena a las 6 am. Hay un tren que sale desde la estación de Vigo a Guillarei a las 7.05 am y aunque la idea original era llegar por tren a Tui, el que nos deja allí no sale hasta avanzada la mañana. Por lo que, redefinimos el itinerario para que el sofocante calor veraniego nos encuentre, al menos, a mitad de la etapa.

Cuando empezamos a caminar rumbo a la estación, el cielo todavía está oscurecido por la noche y el silencio sólo se interrumpe por aquellos para los que el sábado todavía no se ha terminado. En menos de una hora ya estamos en Guillarei.

Al bajar del tren ya es de día, un hombre nos indica el camino para encontrar la senda del Camino a un kilómetro de distancia. Desayunamos y con el aire todavía fresco de la mañana empiezan los primeros pasos. Estamos a 120 kilómetros de Santiago de Compostela.

El silencio se impone en los primeros metros, cada peregrino carga con sus motivos y sus pensamientos. Vamos siguiendo las flechas amarillas que nos llevarán a destino. Recién sobre las 11 de la mañana la primera parada. Al costado del sendero aparece un jardín con algunas mesas y sillas para recibir a los caminantes. Lo regentea un matrimonio y sus nietos. Es ahí donde compramos -por 2 euros- las vieiras que identifican a los peregrinos y que cuelgan de las mochilas. Nos sacamos las botas, vaselina en los pies para prevenir ampollas y a disfrutar del descanso.

Los kilómetros hasta O Porriño, los hacemos con un grupo de malagueños: José, Rafa, Mónica – esposa de Rafa- y  Josu –su sobrino-. José y Rafa son compañeros de trabajo, montan mobiliario para consultorios dentales y aunque el trabajo pueda parecer aburrido, lo cierto es que a este cuarteto, lo que no le faltan son chistes. No los volveremos a cruzar, ellos unirán etapas y llegarán un día antes a la Catedral.

Al arribar a O Porriño comienza la otra rutina, la del  albergue: bañarse –momento destacado del día-, lavar la ropa y salir a almorzar. Es domingo, un sol abrasador cae sobre el lugar, las temperaturas ascienden a 40º y, por supuesto, las calles están desoladas a excepción de otros colegas de ruta que siguen llegando. El aire acondicionado del nos endulza con su canto como las sirenas a Ulises y sólo cuando ha bajado el sol atinamos a terminar de conocer el pueblo.

Dificultad: baja. Poco desnivel.

Qué ver: Catedral de Santa María, consagrada en 1225 y el Museo Diocesano ubicado en el antiguo Hospital de Pobres y Peregrinos, ambos en Tui.

Alojamiento Camino Portugués. Av. De Buenos Aires 42 36400.  Porriño, Pontevedra.

http://www.alojamientocaminoportugues.com/  alojamientocaminoportugues@gmail.com

Teléfono: 886133252. 12 euros por persona.

3º día. O Porriño – Redondela.  15.2 km

Salimos del albergue antes de que amanezca. Vamos siguiendo las vieiras. Hemos planificado Mos –a 5 km- para desayunar.

A pocos metros nos encontramos con dos portugueses, padre e hija, que vienen desde Oporto y, un poco más adelante, con dos italianas.

Continuamos en grupo hasta una escultura que homenajea a Magdalena Domínguez -poetisa gallega- en la que reza la frase: “Desde el confín del mundo a través del cielo hay un camino blanco que guía al peregrino, desde el confín del mundo hasta Santiago”.

El café está cerrado, el próximo queda a tres kilómetros. Montse, Sergi y yo nos sentamos bajo un olivo frente a la pintoresca iglesia de Santa María de Guizán mientras intentamos engañar al estómago con unos pistachos.  Al grupo se nos une, Erea, una gallega que vive en  Barcelona y está haciendo el camino por cuenta propia. Retomamos la caminata pero hay una cafetería a pocos metros. Ahora sí, desayunamos.

Nos adentramos en un frondoso bosque, aire puro -de ese que no existe en las ciudades- subimos, bajamos, cruzamos un puente y llegamos a otro poblado. Los pies cansados indican que debiéramos estar por llegar a destino. Dos niñas de unos doce años que hacen el Camino junto a sus familias van cantando hits del verano, con un entusiasmo propio de concursantes de algún show televisivo de cazatalentos.

Llegamos a Redondela al mediodía. Estamos a 86.1 kilómetros de la meta. Una chica de unos veinte años nos recibe en el albergue con una sonrisa y mientras nos pide nuestras credenciales para sellarlas enumera los atractivos del lugar. La soltura y la rapidez con que ofrece los distintos tips y sugiere rutas, denota que repite lo mismo una y otra vez, día tras día, cientos de veces a la semana… admiro que, aun así, no pierda la sonrisa.

Por la tarde vamos a la Playa de Cesantes y con el atardecer, cuando el calor da tregua paseamos por  el pintoresco pueblo que emerge en diferentes alturas y que está coronado por dos viaductos ferroviarios que dan cuenta de su pasado.

Dificultad: Baja. Entre el albergue de Mos y la Capilla de Santiaguiño hay un desnivel de 140 metros de altura en 3 kilómetros. Hay algunas rampas más duras al inicio y el final de la etapa.

Qué ver: Iglesia de Santa María de Guizán  e Iglesia de Santa Eulalia, ambas en Mos. El Parque de la Alameda, la Iglesia Santiago Apóstol, el Puente de Rande, Playa de Cesantes, todos atractivos de Redondela.

Alojamiento. A Casa Herba. Praza de Alhóndiga, Redondela, Pontevedra.

www.acasadaherba.com / acasadaherba@gmail.com

Teléfono: +34 666 93 43 47. 12 euros por persona.

4º día. Redondela – Pontevedra. 18.2 km

Me gusta empezar a caminar de noche en una ciudad -todavía dormida- que se me enseña sólo a mí. Me genera una inexplicable sensación de libertad. Un peregrino chino me pasa por un costado, camina rápido con su mochila al hombro y una bolsa de supermercado en una mano. Acelero, lo paso y lo miro. Con la mano que le queda libre, sostiene una guía que lee en movimiento. Para gustos colores, también en el Camino.

Más adelante y sin aviso se aparecen las arcadas medievales del Ponte Sampaio, escenario de la batalla del mismo nombre que el pueblo español libró contra el invasor francés en 1809. El paisaje de la magnífica vista de la Peneda del Viso y la desembocadura del río Verdugo, se refleja acuarelado en el río y aunque acabamos de hacer una parada, este stop no lo exige el cuerpo sino el escenario: admirarlo, imprimirlo en la retina y llevarlo para siempre en la memoria. Me pregunto si el peregrino chino habrá apartado la vista de su guía.

Atravesamos Arcade con sus calles adoquinadas que trepan a la montaña, luego nos adentramos en un bosque de cuento de hadas, donde el sendero sigue el curso del río Tomeza. “Cuanta agua ha pasado desde el último camino” dice Montse, cuanto pasó en mi vida en cuatro años, pienso.

Dificultad: La etapa posee algunos cruces de carretera a tener en cuenta y hacer con precaución. Además, algunas subidas; la primera en O Viso y la segunda se inicia a la salida del Puente Sampaio, poco más de 130 metros de desnivel que no suponen una gran dificultad.

Debido a que la última parte de esta etapa es bastante pesada por los kilómetros de asfalto, la mayoría de los peregrinos eligen un recorrido alternativo, que va por un sendero a la orilla del río Tomeza y llega hasta las inmediaciones del albergue de Pontevedra.

Qué ver: el pueblo de Arcade célebre por la calidad de sus ostras, el puente medieval Sampaio sobre el río Verdugo y sus vistas. Una vez en Pontevedra, el Santuario de la Virgen Peregrina construido en 1778 con una planta en forma de vieira. A pocos metros, el Convento de San Francisco, los Jardines de Casto Sampedro y perderse por las calles de su coqueto casco histórico.

Alojamiento: Aloxa. Gorgullón, bajo frente al número 68, 36003, Pontevedra.

www.alberguealoxa.comalberguealoxahostel@hotmail.com

Teléfono: + 34 986 896 453. 12 euros por persona.

5º día. Pontevedra – Tivo. 22 km

El Camino de Santiago, también es lo que pasa al costado de la ruta, y de eso, se trató esta etapa. De compartir momentos, crear anécdotas y hacer amigos.

Alrededor de las 2 de la tarde llegamos a nuestro destino: el albergue Catro Canos. Una casa de dos plantas atendida por una familia gallega –José, su mujer y sus dos hijas- con un espectacular jardín con árboles frutales, hamacas paraguayas, reposeras y una pileta que, a mis ojos de peregrina, me pareció un oasis en el desierto.

Nada como poner los pies en agua fría, después de tanta distancia recorrida. Aquella apacible postal hizo que cambiáramos nuestros planes de ir a las aguas termales de Caldas de Reis, para disfrutar de la tranquilidad de ese sitio, donde más tarde, por iniciativa de un trío de peregrinos  –Jesús, Alberto y Micheal- se improvisó un asado al que se sumaron también otras personas del albergue: una familia de Sevilla –padre e hijo- que viajaban con la novia de éste y un madrileño. Hace cinco días que -cada noche- duermo en una cama diferente, que comparto baños, escucho ronquidos ajenos, intento conciliar el sueño cuando a las 5 de la mañana se levanta la primera tanda de peregrinos; tengo una ampolla en el pie y dolor en un tobillo. Estoy a poco más de 45 kilómetros de Santiago.

Dificultad: Baja. La altura más relevante es de 100 metros repartidos en 4 kilómetros, entre San Caetano y San Amaro. Se presentan algunos los cruces de carretera donde es necesario prestar especial atención. 
Qué ver: La iglesia de Santa María de Alba que data de 1595 en Guxilede.

Caldas de Reis es célebre desde hace siglos por sus aguas termales de propiedades terapéuticas. Los peregrinos pueden visitar algunos de los balnearios, entre ellos el Acuña, a la entrada junto al río Umia, y el Dávila, ubicado en la calle Laureano Salgado, ideales para un baño reparador. La fuente pública de agua medicinal de Las Burgas o zambullirse en el río, son otras excelentes opciones.

Alojamiento: Albergue Catro Canos. Tivo, 58. Localidad: Tivo-Caldas de Reis / alberguecatrocanos@gmail.com

Teléfono: + 34 696 582 014. + 34 600 345 181. 10 euros por persona.

6º día. Tivo – Padrón. 19.5 km

El día empezó un poco más tarde que lo habitual, la primera parada fue en la cafetería El Esperón, por recomendación de José el propietario del albergue, que nos dijo que ese bar fue uno de los primeros en recibir peregrinos. “Ahora con la crisis todos quieren recibirlos, hasta los hoteles pero antes nadie los quería y El Esperón siempre lo hizo”. Es bueno conocer a aquellas personas que, sin caminar a Santiago están en el camino, ayudan, escuchan, les desean buena jornada.

El Esperón tiene las paredes pintadas con dedicatorias de caminantes que han pasado por allí y al fondo, se abre un jardín lleno de flores, ideal para un descanso. Detrás de la barra que anuncia que están abiertos desde 1960, sigue Luis -su dueño- quien  cuenta que fue recién en los años ochenta, cuando el caudal de peregrinos comenzó a aumentar. “Antes sólo venían en años santos” dice y recuerda que recién en 1992 se empezó a hacer el sendero que hoy se camina. Antiguamente se andaba al costado de la ruta –agrega- lo que explica los grandes tramos de carretera que hay en las primeras etapas.

Estamos a menos de 45 kilómetros de destino. Entre los peregrinos es común hablar del esfuerzo físico que supone cada etapa, el clima a veces caprichoso o despiadado, los kilómetros que parecen eternos a medida que el cansancio avanza, las heridas, las ampollas y los roces.  Sin embargo me encontré con alguien diferente. Una alemana que, en su país natal, trabajaba con refugiados sirios. A diferencia mía, era la primera vez que hacía el Camino y me confesó con una sonrisa que, aquí -cada día que se levantaba- sabía lo que tenía que hacer: simplemente caminar, nada más. Mientras para algunos peregrinos cada paso es un esfuerzo, para otros es un alivio… pero para ambos, no queda más que seguir caminando.

Dificultad: La etapa cuanta con algunas rampas antes de llegar a Carracedo. Aunque, en general, no posee grandes inconvenientes.

Qué ver: Padrón posee una gran carga simbólica dentro de la ruta jacobea. Ubicada entre los ríos Ulla y Sar, fue en este lugar, donde se amarró la embarcación que -desde Jaffa en Israel- trajo el cuerpo del Apóstol Santiago alrededor del año 44. Aquí se puede visitar la iglesia de Santiago, donde se recrea la escena de la llegada del cuerpo del patrono de Europa.

El Paseo del Espolón bien merece ser caminado o hacer una pausa en alguna de las terrazas de sus bares y restaurantes. En cada uno de sus extremos –de norte a sur- se encuentran las estatuas de Rosalía de Castro, poetisa y novelista gallega que pasó su juventud y los últimos años de su vida en Padrón y de Camilo José Cela que nació en la comarca padronesa de Iria Flavia.

Alojamiento: Albergue Corredoiras. Rúa Corredoira da Barca, 10 Bajo Padrón, 15910.  A Coruña. 
www.alberguecorredoiras.es / info@alberguecorredoiras.es

Teléfono: + 34 981 817 266. 16 euros por persona.

7º día. Padrón – Santiago de Compostela 25.2 km

Antes de que suene la alarma, ya estoy despierta. Nos preparamos para el último día. Sentimientos encontrados: ganas de llegar, ganas de seguir. El desayuno lo hacemos en un café de Padrón que llama Pepe 2.

Antes de salir, Pepe da un abrazo a cada peregrino, lo mira a los ojos y con la solemnidad de estar presenciado un momento importante y con el cariño de un padre, les desea un “Buen Camino”.

Es la última etapa, prestamos atención a los detalles, disfrutando cada instante, por momentos más rápido, por otros más lento.

La cercanía a la ciudad se siente, pero aun así hay tramos donde prepondera la naturaleza: bosques, plantaciones, un sendero que circula alrededor de unas viñas y un amanecer que queda prendido a mi retina, pero de todas formas elijo inmortalizarlo en una foto. Camino pensando en por qué camino, rumiando mis razones y pensando las de los otros peregrinos, camino planeando mi siguiente Camino.

Kilómetros antes se divisa la cúpula de la Catedral; se  potencian las pocas fuerzas que quedan…  Es la cuenta regresiva que había estado esperando luego de 7 días, 120 kilómetros, cientos de anécdotas, nuevos amigos, algunas moralejas, miles y miles de pasos… Ahí está la imponente Catedral de Santiago de Compostela. Nos fundimos en un abrazo con Montse, las lágrimas no tardan en llegar, porque ya nos habían alcanzado.

Dificultad: Es la etapa más larga del tramo español del Camino Portugués, donde predominan las subidas. El recorrido revive el osado viaje que siglos atrás realizaron los discípulos que cargaron con el cuerpo de Santiago hasta enterrarlo en el Campus Stellae o Campo de las Estrellas, de donde deriva el nombre de la ciudad: Compostela.

Qué ver: la Catedral de Santiago de Compostela es el punto culminante de la peregrinación y merece ser vista en todos sus ángulos. Es aquí donde descansan los restos del apóstol que atraen, año a año, a cientos de fieles que se embarcan en un viaje como ningún otro.

La Plaza de Obradoiro reúne a peregrinos tan extenuados como contentos, turistas y locales. Las pequeñas calles del casco histórico, incluido su mercado, también merecen la pena ser recorridas.

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