Una vez al año, Sao Paulo brilla en la escena mundial gracias a la afluencia de turistas de toda Sudamérica para ver la única carrera de Fórmula Uno de la región. Ese hito para la metrópoli brasileña, donde nació el legendario piloto Ayrton Senna, corre ahora el riesgo de pasar a la soleada rival Río de Janeiro.
El Gran Premio de Brasil, este fin de semana, será el último antes de que la empresa dueña de la F 1, Liberty Media, decida si la carrera se queda en el circuito de Interlagos o si se traslada a una sede aún por construir en Río. Las negociaciones están oficialmente abiertas hasta mayo, pero los ejecutivos deportivos han insinuado que podrían terminar antes.
A sólo cinco horas de distancia en auto, Sao Paulo y Río pueden parecer un mundo aparte.
Sao Paulo presume de clubes y restaurantes deslumbrantes cuyos atrevidos chefs deleitan a los amantes de la gastronomía, y se jacta de tener una tasa de criminalidad relativamente baja.
Río no puede jactarse de esos atributos, pero tiene la exuberancia de la samba y el carnaval, además de espectaculares vistas de playas y frondosas montañas. Ahora, para disgusto de Sao Paulo, Río también está presionando por la construcción de una pista de carreras de Fórmula Uno.
En lugar de ignorarse unos a otros, como siempre, las dos ciudades se comportan como hermanos que se atacan entre sí para atraer a la F 1. Políticos y ejecutivos de carreras en ambos extremos de la Vía Dutra, que conecta las ciudades más importantes de Brasil, han intercambiado acusaciones, críticas y comentarios sarcásticos en los últimos meses después de una inesperada candidatura de Río por parte de un grupo poco conocido, apoyado por el presidente Jair Bolsonaro. Tanto Río como Sao Paulo esperan conseguir contratos hasta al menos 2030 con el serial más prestigioso del automovilismo deportivo.