Cuatro partidos sin ganar, una idea de juego que apenas logra plasmarse en ráfagas, la dependencia absoluta de su líder Mancuello y una catarata de silbidos para despedir a un equipo que no encastra. Independiente sufre los partidos como local.
A medida que no puede hilvanar tres pases seguidos y que no consigue llevar a la práctica lo que pregona Jorge Almirón, empieza a crecer el nerviosismo. Eso ocurrió ante Argentinos.
Pisano y Mancuello no tuvieron la pelota, que fue propiedad de Gaspar Iñíguez y del Lobo Cristian Ledesma.
Los dos mediocampistas centrales del Bicho manejaron el ritmo del partido y abrían bien la cancha para aprovechar los constantes huecos que dejaba el Rojo. Los hinchas perdían la paciencia. “Movete, Rojo, movete”.
Pero el Rojo se movía más de lo que jugaba. Sin un mediocampista defensivo claro tras la lesión del uruguayo Diego Rodríguez fue Mancuello el que tuvo que jugar de “5”, con Jesús Méndez haciendo de auxilio, pero recostado por la banda.
Mereció ganar el Rojo, es cierto, lo buscó a los tumbos pero tuvo las posibilidades más claras de gol, pero otra vez se va de su cancha con gusto a poco.