Roca y Emilio Civit

En la última de cinco notas en homenaje al centenario del fallecimiento de Julio Argentino Roca, el autor nos habla de la relación del dos veces presidente argentino con el mendocino Emilio Civit, que tanto tuvo que ver en la realización de las mejores ob

Roca y Emilio Civit
Roca y Emilio Civit

En una nota anterior, el que esto escribe mencionó a varias personalidades mendocinas vinculadas con el ascenso político del general Roca.

Durante su larga actuación política hubo dos que lo acompañaron. Benito Villanueva, varias veces diputado y senador nacional, electo tanto por la Legislatura de Mendoza como por el Colegio Electoral porteño, y que como presidente provisional del Senado actuó como vicepresidente de Victorino de la Plaza y de Hipólito Yrigoyen.

Villanueva fue además de político un emprendedor de múltiples iniciativas vinculadas con el desarrollo agroganadero del país y la industria hípica.

Pero, sin duda, la figura más notoria y de mayor peso en las decisiones fue Emilio Civit. Este político mendocino, hijo de Francisco Civit, fue elegido diputado nacional en 1883 y tuvo una destacada actuación en el debate por la Ley 1420 de enseñanza primaria obligatoria y gratuita, defendiendo el proyecto enviado por el presidente Roca, basado en las conclusiones del primer Congreso Pedagógico Nacional.

En ese tiempo llega, ocho años después que a Tucumán, el ferrocarril a Mendoza, del que habían sido incansables gestores Francisco Civit y Lucas González y con esa obra el despegue mendocino al promover, solucionado el problema del transporte, la industria vitivinícola.

Emilio Civit fue ministro de Francisco Moyano y su sucesor por poco tiempo al ser designado por Roca, en su segunda presidencia, ministro de Obras Públicas, recién creado en la reforma constitucional de 1898 junto con el de Agricultura y Ganadería y el desdoblamiento del ministerio de guerra en Guerra y Marina.

Su mandato como gobernador lo completa Jacinto Álvarez. Civit será electo gobernador nuevamente en 1906 luego de concluir su gestión como ministro, que desempeñará durante todo el mandato presidencial del estadista tucumano.

El país venía creciendo desde 1893 con la salida de la crisis financiera internacional del ’90, porque si bien su deuda lo llevó a serias dificultades en ese año, gran parte de los préstamos se destinaron a infraestructura, lo que permitía incorporar territorios enormes a la producción.

La tasa de crecimiento del ciclo de dos décadas que culmina a fines de 1913 nunca fue igualada por su continuidad en el período y por estar siempre por encima del 8% anual con tasas de inversión superiores al 30% que pasó en la primera década del siglo XX el 40%. Comparado con el 23% que fue la mayor tasa de estos últimos doce años queda clara la diferencia.

Emilio Civit fue un ministro activo, que no se quedó en su despacho de Buenos Aires. Por el contrario viajó constantemente visitando las obras en marcha.

En el caso de Mendoza encaró e inauguró el ramal de Las Catitas a San Rafael y el de Gutiérrez a Luján de Cuyo. Se preocupó por controlar las concesiones ferroviarias y ampliar los ferrocarriles del Estado.

Se inició el ramal de Villa Mercedes a Dolores, que se proyectó para llegar a Tinogasta, pasando por Chilecito de manera de promover la minería, obra que no fue continuada.

Promovió un ferrocarril de Bahía Blanca a Río Cuarto para conectarlo con las líneas a Cuyo y al Norte. Ese tramo, si bien no llegó a Río Cuarto, se enlazó con el sistema Cuyano al conectarse por Huinca Renancó - Villa Valeria - Justo Daract.

También dio una salida directa a los Ferrocarriles del Estado con un puerto al construir un ramal a Santa Fe. Para solucionar los problemas de las trochas diferentes, propugnó por la instalación de un tercer riel en las líneas de trocha ancha de manera de facilitar el ingreso a Buenos Aires de los trenes de los ramales estatales.

Proyectó el Ferrocarril desde el Chaco a Metán, construido pocos años después y también la línea de San Antonio Oeste, que en la década del treinta llegó a Bariloche, pero que en los planes de Civit debía arribar a un puerto chileno para facilitar el comercio europeo con Australia, en tiempos en que la construcción del Canal de Panamá estaba en dudas.

En el ministerio de Civit se realizaron obras de riego en Mendoza, San Juan, San Luis, Río Negro y Neuquén con la participación, entre otros, del ingeniero Cipolletti. También once capitales de provincia lograron contar con los servicios de agua corriente y cloacas, como Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, entre otras.

Encaró las obras del puerto de Rosario, de Santa Fe, Paraná y Concepción del Uruguay, Concordia, San Nicolás, Diamante, Gualeguaychú; el dragado y balizado de los ríos y la culminación de las obras del Puerto Madero, y el puerto para la base de la flota de mar, Puerto Belgrano.

Se construyeron edificios públicos, hospitales, colegios y escuelas y se impulsaron obras que la crisis del noventa habían demorado, como el Palacio del Congreso, inaugurado poco después del final del mandato de Roca, y el de Tribunales.

Emilio Civit transformó Mendoza con el riego y el ferrocarril; la ciudad, con la expansión hacia el oeste y el Parque General San Martín para el que compró mil hectáreas.

Asumió su último mandato en 1907 con su programa de progreso; imaginaba una Mendoza que fuera la California argentina, que satisfecho el mercado interno se lanzara a exportar sus vinos y que diversificara su producción convirtiéndose en el polo frutícola del país.

Su pasión por el servicio público le hizo descuidar sus intereses particulares, por eso llegó rico a la política y la dejó pobre.

En cada rincón del país hay un monumento que comparte con Roca: son sus obras, pues en cada rincón del país decía el constructor del Estado nacional, se ha construido una escuela, un ramal de ferrocarril, un canal, un puente, un puerto, una línea de telégrafo, un hospital, un edificio público.

Mendoza puede estar orgullosa de que uno de sus políticos más eminentes haya tenido ese protagonismo junto al general que triplicó el territorio de la patria, algo tangible que ningún relato calumnioso puede borrar.

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