Hoy por hoy, leer ficción liviana ayuda a mejorar el ánimo, así que decidí retomar una escritora olvidada quien, a principios del S.XX, tuvo su momento de gloria: Elinor Glyn escribía novelas románticas no tan “rosas” como se esperaba.
Elinor Sutherland –el Glyn le vino al casarse– nació en Jersey, en las Islas del Canal, donde se desarrolla ese libro maravilloso que habla de un pastel de cáscara de papas. Vino al mundo en septiembre de 1864 y, por eso, debería haber escrito otro tipo de literatura, más modosa, pero ella nunca se avino a las reglas.
Su padre murió cuando tenía dos años, y su madre se mudó a Canadá, donde vivía su familia. La niña tuvo una educación excelente y, cinco años después, cuando su madre volvió a casarse, regresaron a Jersey. La belleza y cultura de Elinor la hizo billar en sociedad y en 1892 se casó con Clayton Glyn, un noble inglés con el que tuvo dos hijas.
La hermana de Elinor, Lady Lucy Duff-Gordon, era una conocida diseñadora de ropa y entre su clientela se contaba la realeza británica y europea y actrices de Hollywood. Lucy, además, fue famosa por ser una sobreviviente del Titanic.
El matrimonio de Elinor comenzó mal: en su luna de miel se bañó desnuda en una famosa playa inglesa; a pesar de eso, a los treinta años se movía en la alta sociedad y comenzó a escribir cuentos algo escandalosos.
Para 1908, su marido quebró, pero ya Elinor ganaba muy bien con sus libros y mantenía toda la familia; la muerte de él en 1915 no la afectó económicamente. Se sabe que tuvo muchos amantes: entre ellos, el famoso duque de Portland, quien la colmó de joyas, como las fabulosas esmeraldas que luce en un retrato que pintó Philip de Laszlo en 1915.
Sus primeras novelas fueron Las visitas y Tres semanas (1907); se decían “novelas rosas” pero eran “osadas, picantes, situadas en un ambiente aristocrático y teñido de bajas pasiones”. Las que yo he conseguido son menos pasionales y no hablan de reinas balcánicas.
Para 1920 viaja a Hollywood para escribir argumentos propios y arreglar ajenos. Los que somos más viejos recordamos un término que volvió a usarse a finales del S.XX, era el “IT”, en inglés algo así como “Eso”, “ello” o “lo que hay que tener”; proviene de una película de Elinor e indica un atractivo indefinible, pero sexual.
En esos años vivió alternativamente entre América y Europa, trabajando intensamente en la industria del cine. Sus guiones eran muy requeridos, y estrellas como Rodolfo Valentino, Gloria Swanson y Clara Bow solicitaban con entusiasmo sus obras.
Durante los siguientes veinte años, su fama no menguó y algunas obras muestran otra faceta de ella: en Ceguera de amor, la protagonista no solo no es aristócrata, sino que es una judía a quien su padre, un prestamista, obliga a casarse con un noble inglés muy endeudado, que la detesta pues cree que todo fue idea de ella.
Glyn murió en Chelsea, en 1943, y nos dejó novelas desenfadadas y divertidas, como Más allá de las rocas, El tercer ojo, La eterna juventud. Pueden conseguirse en usados, aunque en su país se reeditan, pues vende tanto como Danielle Steel.
Glyn no escribe alta literatura pero, como dice un crítico actual: “Tiene una genuina habilidad para narrar.”
Sugerencias: 1) Conseguir sus libros en usados; 2) Ver la comedia negra El maullido del gato (2001), de Peter Bogdanovich: el personaje de Glyn, en el yate del millonario Hearst, aparece junto a los que fueron sus amigos en vida: Chaplin y Marion Davis; está basada en un crimen real nunca dilucidado. •