El cine catástrofe nos ha ayudado a entender nuestro lugar en la pandemia bastante mejor que los libros de historia. Sin faltarle el respeto a las crónicas de la gripe española de 1918, a comienzos del siglo XX no existía el contexto de la revolución tecnológica ni la descomunal circulación global de bienes y personas que definen la identidad –y la gravedad– de esta crisis del coronavirus. Allá por los comienzos de las cuarentenas duras, la película Contagio, de Steven Soderbergh, fue durante semanas lo más visto en los streamings de todo el planeta. Definía, con una certeza alarmante, lo que estaba ocurriendo (ocurriéndonos), pero en una visión que tenía varios años de anticipación: murciélagos infectando a cerdos en un mercado chino, gentes contagiadas que desperdigan el virus por todo el mundo, sistemas de salud colapsados... Ahora, mientras miro las nuevas olas –como reza aquel temazo de Serú Girán–, me viene a la cabeza el recuerdo de la tercera temporada de The walking dead, en la que un virus porcino le suma picante a la invasión zombie. Otra cucarda profética para colgarle al género catástrofe. Hace unos días se anunció que, tras 11 temporadas, la serie tendrá su final el año que viene. En todo este tiempo tuvo altos y bajos, pero es sin dudas una de las grandes obras televisivas de esta era. Sobre todo porque no es una historia sobre muertos-vivos, sino acerca de la condición humana. Sobre las cosas que estamos dispuestos a hacer y a dejar de hacer en situaciones límite. Una reflexión sobre las grandezas y las miserias de la Humanidad cuando las papas queman de verdad. Instagram: @diemarinelli
¿Qué estamos dispuestos a hacer y a dejar de hacer ante situaciones límite? La gran reflexión de filmes como “Contagio” y series como “The Walking Dead”.
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