Dentro de la novela policial, destaca una escritora que, siendo excelente y habiendo triunfado, hoy se la tiene un poco olvidada. Se llamaba –o firmaba– Margaret Millar y era esposa de otro gran escritor policial, Kenneth Millar, mejor conocido por los que somos adictos a este género, como Ross Macdonald.
Los padres de Margaret eran gente de cultura: él llegaría a ser alcalde de la ciudad, ella tuvo un rol destacado en la sociedad y ambos se preocuparon de que su hija tuviera una excelente educación.
Antes de cumplir los seis, Margaret ya sabía tocar el piano, y al entrar en la escuela media, actuaba dando conciertos en escuelas y en la radio. Fue por entonces que despertó su interés por la filología –ciencia que estudia los textos escritos, la evolución de una lengua, su desarrollo histórico y la cultura del pueblo– alejándose así de la música.
Se puede decir que ella y su marido tuvieron no solo una vida en común, sino también intereses comunes desde que se conocieron hasta que la muerte los separó. Se casaron en 1938, en el 39 tuvieron a su única hija, que moriría aproximadamente a sus treinta, dejándolos desconsolados.
El matrimonio se estableció en la ciudad de Kitchener. Mientras él dictaba clases, ella se dedicó al hogar y a la maternidad, tareas que la agotaron. Para darle un respiro, él comenzó a llevarle, de la biblioteca pública, novelas policiales, género que ambos leían con entusiasmo desde chicos.
Solían comentar sus lecturas de noche, con un café o un whisky de por medio, momento en que ella se quejaba de no encontrar en estos libros lo que le hubiera gustado leer, tema que llevó a su marido a alentarla a escribir. Corría 1941.
Dice su biografía que, en catorce días, Margaret concluyó y publicó su primera obra, El gusano invisible –trataba de un asesinato múltiple– que fue publicada ese mismo año, terminando luego otras dos que fueron publicadas al siguiente. En estas tres obras se marca fuertemente la tendencia de sus libros: ella crea, o da relevancia a la novela policial psicológica.
Su personaje principal no se parece en nada a esa especie de lumpen que es el Archer de Ross Macdonald; el de ella es un psiquiatra bien vestido y de carácter irónico. No volvió a “revivirlo” en otras novelas.
Cuando se mudaron a Ann Arbor, en Michigan, donde él daba clases en la universidad, estimulado por el éxito de Margaret, Kenneth decidió escribir su primera novela, firmando como Ross Macdonald para no ser confundido con su esposa.
Durante la Segunda Guerra, él colaboró con el ejército de su país y ella publicó otras tres novelas, dos de las cuales, Un muro de ojos y La reja de hierro, tenían por protagonista al psiquiatra que develaba misterios, el Dr. Sand de sus primeras obras.
La reja de hierro fue adquirida por la Warner Bros para ser llevada al cine, pero varias actrices se negaron a interpretarla, aunque la trama era muy interesante: una mujer vulnerable que es llevada a la locura por alguien de su entorno. Sin embargo, Margaret recibió el dinero del contrato y con él se compró la casa de Santa Bárbara, donde se mudaron al terminar la guerra.
Por entonces, Margaret editó sus mejores obras, como La bestia se acerca, cuya trama se basa en el acoso telefónico que padece una solterona por parte de la trastornada exesposa de su hermano homosexual. Esta novela ganó el premio Edgard de la Asociación de Escritores de Misterio de América y está en la lista de las 100 mejores novelas policiales tanto británicas como estadounidenses.
Sugerencias: 1) Buscar en Internet las series de Hitchcock sobre estos autores; 2) La colección Séptimo Círculo tiene las mejores traducciones.
*Escritora y columnista de la revista Rumbos. Contenido exclusivo de Rumbos.