“Señoritas de Negro”, la columna de Cristina Bajo

Después de ver esa encantadora película, me quedé con las ganas de una serie que desenrede estas vidas que allí están apenas esbozadas.

“Señoritas de Negro”, la columna de Cristina Bajo
Cristina Bajo, escritora y columnista de revista Rumbos.

Contrariamente a lo que venía pasando meses atrás, de pronto he encontrado en el más popular de los streaming y en un canal perdido en mi Internet dos o tres series y películas que me dejaron muy conforme.

Una de estas es muy nueva y la tradujeron como Damas de negro o Señoritas de negro. Dura casi dos horas. Todo sucede en Australia, a mitad del siglo XX, poco después de terminar la Segunda Guerra, donde la impronta es la llegada de algunos refugiados de guerra desde la Europa del Este: estos son vistos con cierta simpatía por los jóvenes, y con algo de desconfianza por los más viejos, los padres de esos jóvenes.

En ese renacimiento de la economía después del desastre mundial, en medio de ese cerrar heridas, activar el comercio, reconstituir la vida social y la rutina, transcurren estas historias: un negocio de moda femenina de los años 50.

Me emocionó ver a las jóvenes vestidas con los mismos modelos y colores de la ropa que me hacía mi madre cuando yo –acercándome a los veinte años– estaba aprendiendo a cortar, armar y coser. Allí encontré las mismas restricciones de educación, sociabilidad y maneras, comunes por entonces en aquel país como en nuestra Argentina.

Una historia sencilla, de una casa de moda, con una señora mayor –la matriarca de A place to call home– que dirige todo, otra señora mayor, muy fina y de gran carácter, que es quien tiene bajo su dirección a las jovencitas vendedoras o modelos, y las “chicas de negro”, alusión al uniforme de las vendedoras, un sobrio y elegante vestido con algún detalle en el cuello.

El filme cuenta anécdotas de ventas y reuniones, cómo los residentes y los refugiados comienzan a alternar y todo termina con una especie de esperanza en que las personas, con un poco de comprensión, pueden integrarse.

Me encantó esta película por la simpleza y la humanidad que transmite, por esa expectativa de entendimiento, esa constante apertura para aceptar al otro. Y me quedé, además, con la ilusión de que sea disparador de una serie, para ir desenredando las vidas que en esta película son apenas un esbozo.

En Internet encontré que el libro fue escrito por Madeleine St. John, que murió joven y dejó solo dos novelas.

La otra ficción se llama En busca de Ola, y esto leí en una web luego de verla: “En busca de Ola es una serie egipcia que está dando que hablar a nivel global. Es un drama enfocado en las segundas oportunidades y en los vínculos familiares, cuya protagonista es una mujer que debe lidiar con la pérdida y la soledad, así que debe encontrar el camino para reinventarse.”

En realidad no es un drama; como mucho, es una comedia dramática, donde lo cómico supera a lo calamitoso: una mujer que lleva varios años de casada, que ha dejado su trabajo y vocación como algo secundario, descubre un día cualquiera, después de una reunión familiar, que su esposo ha decidido divorciarse y emprender un nuevo camino en busca de sí mismo, dejándola a ella a cargo de cuidar a sus hijos.

Ola se encuentra, casi a los cuarenta, teniendo que tomar decisiones, aceptar pérdidas, cuidar de sus hijos y pelearse con su suegra, además de lidiar con su madre y recuperar amigos de antaño. Y quizás, quizás, ante la posibilidad de encontrar a otro hombre.

Casi le dejo en el primer capítulo –la actriz de volvía constantemente hacia el espectador para comentar(nos) sus problemas–, pero en el segundo episodio esas intervenciones se minimizaron. Me quedé con ganas de que filmen otra temporada.

Sugerencias: 1) Conseguir la novela Las chicas de negro, de Madelaine St John, y si no, leerla en PDF; 2) Creo que el libro En busca de Ola no fue traducido al español, pero la serie está en Internet; 4) Aprendamos sobre otras culturas a través de estas historias.

* Escritora y columnista de revista Rumbos. Contenido exclusivo.

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