Llegados los primeros fríos, los hábitos cambian. Sin embargo, el contacto con el sol es una constante a lo largo del año. Caminar por la vereda, hacer deporte al aire libre, salir a colgar la ropa... El contacto del sol con la piel es casi inevitable, en todo momento del año.
Según detalla el Ministerio de Salud de la Nación en base a datos del Observatorio Globocan del International Agency for Research on Cancer (IARC): “la radiación UV es un factor de riesgo reconocido para los cánceres de piel. Es emitida naturalmente por el sol y por algunas fuentes artificiales, incluyendo camas solares”.
Como señala la Dra. Roxana Del Águila, médica dermatóloga, ex jefa del Departamento de Dermatología y actual directora del Instituto de Oncología Ángel Roffo, perteneciente a la Universidad de Buenos Aires: “las lesiones en la piel son prevenibles. Hay que hablar de fotoprotección y fotoeducación”.
La fotoeducación consiste en generar, desde la infancia, conciencia acerca del daño que provoca el sol y generar hábitos positivos para prevenir sus efectos nocivos.
“La fotoprotección no implica solamente ponerse protector solar, sino todos aquellos otros medios para evitar los efectos nocivos del sol: reducir el tiempo de exposición al sol especialmente en las horas del mediodía (de 12 a 16), el uso de ropa adecuada y sombrero”, detalla la Dra. Del Águila. Y amplía: “El uso de anteojos oscuros es importante para la protección porque los ojos no tienen defensa a la radiación ultravioleta. Asimismo, las superficies reflectivas como el agua, la nieve, la arena o el cemento son muy peligrosas. De todas estas, la peor es la nieve, porque al estar a más altura, la radiación ultravioleta es mayor. En todos los casos, la ropa con factor de protección siempre es útil en la prevención”.
Otro de los aspectos a tener en cuenta es la luz infrarroja o visible, que es la que da calor, y no solo la ultravioleta. “Por eso la gente se quema en días nublados con la resolana. Hoy varios protectores solares agregan componentes contra la luz visible”, explica la doctora Del Águila.
El protector solar siempre tiene que ser mayor de FPS 30, idealmente de FPS 50, y se debe prestar especial atención a las fechas de vencimiento.
En cuanto a los riesgos, dependen de distintos factores. “Hay que tener en cuenta todas las variables: el tiempo de exposición, la predisposición, el tipo de piel. Las pieles de tipo 1 y 2, que son las más claras y que al exponerse al sol se enrojecen, son distintas a las de una persona de piel más oscura”, enumera la doctora Del Águila.
¿Por qué es importante cuidarnos?
La radiación que emite el sol es la principal causa del cáncer de piel. El melanoma es un tipo de cáncer de piel y representa la forma más agresiva de esta enfermedad.
Tal como señala el Ministerio de Salud de la Nación, suele manifestarse con la aparición de una pequeña área pigmentada sobre la piel o por la modificación del tamaño o color de un lunar. Los melanomas se originan a partir de melanocitos, células que producen el pigmento (melanina) de la piel normal, en zonas adyacentes a un lunar o directamente sobre uno preexistente.
Si es diagnosticado de forma temprana, el melanoma se cura en la mayor parte de las veces. No obstante, si el diagnóstico es tardío, el melanoma tiene una probabilidad mucho mayor de propagarse a otras partes del cuerpo, afectando así las posibilidades de curación.[1]
Al respecto, la doctora Del Águila enfatiza: “Entre el 70 y 80% de los melanomas tiene relación con el sol, con excepción de los situados en las plantas de los pies y las palmas de las manos, que tienen más que ver con traumatismos y que también se pueden ver en personas de piel morena”.
Respecto a quiénes afecta principalmente: “Como mayor antecedente están las quemaduras solares en la infancia, por eso la prevención debe empezar en la niñez, en especial los que tienen lunares nevos displásicos (los lunares chatos, no sobresalidos)”, explica la doctora Del Águila.
Según el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, el nevo displásico es un tipo específico de lunar cuya apariencia es diferente a la de un lunar común. Un nevo displásico puede volverse un melanoma y, cuantos más nevos displásicos tenga una persona, mayor es el riesgo. Es importante la consulta al dermatólogo para la correcta detección a tiempo de este tipo de lunares.[2]
Otros tipos de cáncer de piel son el carcinoma basocelular, que es el tipo de cáncer más frecuente y está asociado a pieles muy dañadas por el sol. Y el carcinoma espinocelular (o carcinoma escamoso), que aparece más frecuentemente en pieles blancas que no se broncean, pero siempre se enrojecen, con pecas y daño solar, se asienta en la cara, el borde de las orejas, el cuero cabelludo y los labios, particularmente el labio inferior, más expuesto al sol.
Si bien el efecto acumulativo del sol no es reversible, existen medidas fotoprotectoras efectivas que logran minimizar este daño y promover la salud de la piel, evitando el desarrollo de posibles tipos de cáncer de piel, como el melanoma.
Tomando las medidas preventivas y de cuidado correspondientes, en los horarios recomendados y con la protección adecuada, y realizando los controles de rutina señalados por los especialistas, podemos tener una vida activa al aire libre y disfrutar de actividades al sol, en todos los meses del año.
Asesoró: Laboratorio Merck, Sharp & Dohme
[1] Ministerio de Salud de La Nación. Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/salud/cancer/tipos/cancer-de-piel
[2] Instituto Nacional del Cáncer (INC). Disponible en: https://www.cancer.gov/espanol/publicaciones/diccionarios/diccionario-cancer/def/nevo-displasico
