El pasado 2 de abril se celebró el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo, celebración que se extiende durante el Abril Azul. Hay estudios que apuntan a un aumento de la prevalencia del TEA en las últimas décadas y, debido a la heterogeneidad clínica y causal de este padecimiento, representa un gran desafío para los profesionales de la salud. Sin embargo, aunque el diagnóstico del TEA sea clínico, actualmente la investigación mediante pruebas genéticas tiene mucho que aportar a esta causa.
El TEA es un trastorno del neurodesarrollo con alteraciones tempranas en las áreas social, conductual y comunicativa, con gran variabilidad clínica. Esto significa que las características sociales y de comportamiento pueden ser completamente diferentes, incluso entre dos hermanos autistas. Como la Dr. Brenda Smith-Myles, una de las principales expertas en TEA del mundo, dijo una vez: “Si ha visto a un niño con autismo, de hecho, solo ha visto a un niño con autismo”. Hay tal disparidad entre ellos.
Debido a esta variabilidad clínica, el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5) dejó de utilizar el término “autismo” y pasó a referirse a él como “espectro”, lo que permite vislumbrar las diferentes características clínicas presentes en cada paciente. Hay personas con TEA que no hablan, otras con ecolalia -el acto de repetir mecánicamente las palabras o frases que escuchan- y aún aquellas que son completamente verbales, pero tienen dificultades para distinguir ciertos matices de la comunicación, como ironías o figuras retóricas. Aun así, todas ellas están dentro del espectro.
El diagnóstico etiológico que determina las causas del TEA representa un desafío aún mayor para los profesionales. En general, el TEA se considera un trastorno multifactorial, o sea, no existe una causa específica. Con el tiempo, sin embargo, los expertos han observado que la incidencia de rasgos autistas es mayor en individuos en los que se han identificado ciertas condiciones genéticas. Esta asociación se hizo inicialmente con el síndrome del X frágil, un síndrome genético ligado al cromosoma X. Además de ser la principal causa de discapacidad intelectual genética en los niños, también se encuentra como comorbilidad hasta en un 5% de los pacientes con TEA.
Desde entonces, han surgido varios estudios que correlacionan síndromes genéticos con TEA y esta identificación es fundamental, ya que altera significativamente el consejo genético y el seguimiento clínico. También es necesario prestar atención a otras deficiencias que pueden estar asociadas a un posible síndrome, como el riesgo de malformaciones, alteraciones hematológicas y endocrinológicas e incluso riesgo de tumores.
Por esta razón, en 2005, la Dra. Judith Miles propuso una subdivisión de los pacientes en dos subgrupos: el grupo de Trastorno del Espectro Autista Complejo (o sindrómico) y el grupo de Trastorno del Espectro Autista Esencial. Esta clasificación se basó en las diferencias que observó entre los antecedentes familiares, las comorbilidades y las características fenotípicas (observables) de los pacientes.
Los pacientes con TEA esencial tienen menos dismorfias (características físicas atencionales), discapacidad intelectual o comorbilidades asociadas, como epilepsia o trastorno por déficit de atención con hiperactividad. El grupo TEA Complejo es más propenso a tener un síndrome genético, presentando con mayor frecuencia dismorfismos y comorbilidades.
Hay dos diferencias importantes entre estos grupos a destacar: la primera es que aquellos con TEA Esencial tienen más antecedentes familiares de enfermedades psiquiátricas, mientras que aquellos con TEA Complejo, a pesar de tener una mayor probabilidad de tener un síndrome genético, son con mayor frecuencia los primeros en la familia en tener el síndrome. La segunda diferencia es que en los TEA esenciales se conoce una mayor incidencia en varones, con una prevalencia de una niña con TEA por cada cuatro niños, mientras que en los TEA sindrómicos esta relación entre los sexos se aproxima a uno.
Con los avances en genética, la búsqueda de cambios que expliquen los TEA ha crecido significativamente. Hay más de 9.200 artículos indexados en la base de datos PubMed sobre TEA y genética.
Por lo tanto, actualmente ya es posible confiar en las pruebas genéticas para ayudar en el diagnóstico de las posibles causas del TEA. Entre ellos se encuentra el Microarray, que está indicado para todos los pacientes con el diagnóstico, ya que alrededor del 20% de los individuos con TEA presentan alguna alteración en el ADN que detecta esta prueba. También se recomienda la investigación del síndrome del X Frágil, a través de PCR o Southern-Blot, y la secuenciación de genes que ya se sabe que están asociados con TEA, a través de los Panels NGS o Exoma, ya que hay más de 250 genes diferentes asociados con el TEA Complejo.
Este protocolo de investigación se basa en la evidencia científica que existe a la fecha y las nuevas tecnologías e investigaciones que se están desarrollando pueden propiciar la inclusión de aún más exámenes. El rápido avance de la genómica ha contribuido a la personalización de la medicina en varias áreas y también ha contribuido a un cuidado y diagnóstico más asertivo del Trastorno del Espectro Autista y sus posibles causas.
*El autor es médico genetista de Dasa