Santos Guayama, la causa perdida del cura Brochero

El primer santo argentino, cuyas reliquias se exhiben por estos días en Mendoza, fue un mediador con el “bandolero” cuyano. También se mostró sensible a los conflictos por el acceso al agua.

Santos Guayama, la causa perdida del cura Brochero

Las lagunas de Guanacache se mantuvieron como un foco permanente de insurrección desde los levantamientos del Chacho Peñaloza en 1862. Desde entonces, Santos Guayama tuvo en vilo a los gobiernos de Cuyo y en ocasiones al nacional, y su actuación alcanzó desde el sur de Córdoba hasta Salta. Fue quien encabezó la rebelión en la zona de Cuyo cuando las lagunas se comenzaron a secar a causa de las tomas de agua de río arriba.

El cura José Gabriel Brochero era sensible a los conflictos por el agua, tan corrientes en la zona de Traslasierra, y en los años siguientes organizó iniciativas para la construcción de acueductos -como Los Chiflones- e integró comisiones para instrumentar el uso del agua en momentos de escasez.

Como propietario de tierras en la región, también se veía perjudicado por las tomas ilegales de agua, las cuales denunció antes las autoridades de la provincia. Si lograba que el montonero Guayama se apersonara con sus seguidores en la Villa del

Tránsito para la inauguración de la Casa de Ejercicios Espirituales y entregara sus armas, podía adquirir las credenciales de un verdadero negociador.

El plan fracasó, pero eso no le restó méritos al cúmulo de recursos y gestos puestos en movimiento por el sacerdote para seducirlo: le había enviado una medalla enriquecida con indulgencia s y había acordado un encuentro en un lugar seguro en los llanos riojanos. En esa oportunidad, Brochero lo tuvo que esperar durante todo el día y su noche. Una vez que se encontraron, intentó seducirlo con una paleta de beneficios, como pagar sus deudas, conseguirle el indulto y asegurarle una ocupación en el ejército.

Pese a que aceptó el trato y exhibía frente a algunas autoridades, a modo de salvoconducto, el documento del pedido de indulto que Brochero había enviado a Juárez Celman, Guayama no asistió a la inauguración.

Algunas versiones cuentan que se confió demasiado de esa suerte de salida de la clandestinidad en la que se hallaba y, convertido en agente electoral de Avellaneda, en San Juan, tras algunos meses fue apresado. En esas circunstancias evaluó que su vida corría peligro y acudió a Brochero para pedirle protección.

El cura desplegó de inmediato sus redes de amistades e influencias con autoridades civiles, religiosas y militares, pero el fusilamiento se concretó antes de que el rebelde lagunero se les escapara una vez más.

Los vínculos de Brochero siguieron activándose para sus proyectos en Traslasierra. Se tensaron a un punto extremo a propósito de su plan más ambicioso: el tren de Soto a Dolores.

Amigos en el poder

Juárez Celman y Brochero se habían conocido en la Universidad de Córdoba. En las aulas de la entonces Universidad de San Carlos compartían las clases los estudiantes que luego serían sacerdotes y otros jóvenes que emprendían sus estudios superiores en leyes, como era el caso de Juárez Celman.

Cuando el cura necesitó su apoyo para llevar a cabo los proyectos en Traslasierra, no dudó en pedirle ayuda. A cambio le ofrecía uno de sus capitales más preciados: el conocimiento de la región y de su población.

Pese a que las autoridades del obispado le advertían muy a menudo “que no se metiera en política”, Brochero mantenía contactos con su amigo Juárez Celman y, a través de él, con Ramón Cárcano, su delfín, y con el mismo Figueroa Alcorta.

Muchos de sus ascensos y traslados a mejores destinos o posiciones dentro de la estructura eclesial se los debía a estos eficaces contactos: su nombramiento en San Alberto en 1883, su puesto en la Catedral de Córdoba, el impulso para la construcción de caminos y el establecimiento de mensajerías, entre muchos otros. Los contactos se intensificaron de cara al objetivo que desvelaba a Brochero: el ramal Soto-Dolores del ferrocarril.

La construcción del tramo fue asegurada por ley en 1905. Pero en 1912, Cárcano le comunicó que el ramal no se iba a construir por su elevado costo. La época de buenas relaciones con miembros del régimen oligárquico se terminaba y ya no contaba con su apoyo más cercano porque Juárez Celman había muerto en 1909.

Sin embargo, animado por los nuevos vientos políticos que soplaban a raíz de la sanción de la ley Sáenz Peña de Sufragio Universal Masculino y el factible acceso del radicalismo al gobierno, volvió a la Villa del Tránsito y comenzó a trabajar junto con los dirigentes de ese partido, a pesar de las nuevas advertencias de la cúpula eclesiástica a propósito del anticlericalismo de Yrigoyen.

Brochero se había ganado las credenciales de mediador político. Frente a algunos de sus amigos integrantes del elenco gobernante, exhibía su capacidad de movilizar a la población serrana y de intentar sumarla a diferentes proyectos políticos. Frente a sus feligreses acumulaba muchas capacidades: desde su condición de alfabetizado y letrado hasta sus vínculos con autoridades civiles y eclesiásticas.

El cura no se quedaba quieto: reclamaba por los sueldos atrasados del comisario, solicitaba trabajo para gente del pueblo sin recursos, recomendaba a los conocidos que presentaban proyectos para las obras de infraestructura del valle y pedía el indulto de Santos Guayama.

Brochero cabalgaba entre facciones enemigas dentro de la Iglesia y fuera de ella. Podía dejar a un costado las opiniones de los liberales anticlericales o de los radicales masones a la hora de negociar recursos para sus emprendimientos.

No lo hacía con grandes aspavientos. Su carácter aparecía en circunstancias en las que se ponían en juego sus grandes proyectos. Esos que fueron, a su vez, sus grandes fracasos: Guayama y el tren.

Otras obras, antes y después de su muerte, compensaron estas frustraciones y lo llevaron a ocupar un lugar de primer orden en los altares y a lucir el título de primer santo -oficializado por el Vaticano- que nació y murió en la Argentina.

Un historia de la Iglesia en la Argentina

“Curas con los pies en la tierra. Una historia de la Iglesia en Argentina contada desde abajo”, de María Elena Barral, recupera las historias de los sacerdotes Fernando Quiroga y Taboada (1782), Juan Francisco de Castro y Careaga (1784), Julián Navarro de Rosario, Julián Faramiñán(1828), José Gabriel Brochero (1869), Jorge María Salvaire (1890) y Pepe de Moreno (1976), además de los “curas peronistas y antiperonistas” (1952) y del grupo de los que hicieron la “Opción por los Pobres” (1986, 1996 y 2016), entre otros.

La autora es doctora en Historia (Universidad Pablo de Olavide, España), profesora de la UNLu e investigadora independiente del Conicet.

Dedicada a la investigación de la historia de la Iglesia en Argentina, entre sus libros se encuentra “De sotanas por la pampa. Religión y sociedad en el Buenos Aires rural tardocolonial” (Prometeo, 2007), entre otros.

Las reliquias del "cura gaucho"

Bajo el lema “Brochero, que tu visita sea una caricia del mismo Dios y tu ejemplo despierte abundantes vocaciones”, las reliquias del “cura gaucho” recorren desde el lunes pasado parte de Mendoza.

El cronograma continuará en los siguientes templos y parroquias:

Hoy. Valle de Uco: San Juan Bosco (Eugenio Bustos); Nuestra Señora del Carmen de Tunuyán; Nuestra Señora del Socorro.

Mañana. Maipú: San José Obrero; María Madre de la Iglesia.

Martes 2. Maipú: Nuestra Señora de la Merced; Nuestra Señora de  la Candelaria.

Miércoles 3. Godoy Cruz: San Pedro; Virgen Peregrina; Nuestra Señora de Guadalape y San Juan Diego; Espíritu Santo; San Vicente Ferrer.

Jueves 4. Godoy Cruz: Casa Gral de las Hermanas Obreras Catequistas; Nuestra Señora del Carmen. / Luján: Monasterio de las  Carmelitas; San Francisco de Asís.

Viernes 5. Luján: Nuestra Señora del Carmen de Cuyo (Uspallata); Basílica Nuestra Señora de Luján.

Sábado 6. Este: Inmaculada Concepción (Palmira); Cristo Obrero  (Rivadavia); San José (La Paz).

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