La tradición y el vanguardismo en lo arquitectónico, gastronómico y otros aspectos se combinan como un único atractivo de contrastes en Seúl, capital de Corea del sur también en lo turístico, histórico y económico, que se perfila como nuevo destino para viajeros argentinos.
Es el portal de ingreso al país y una de las ciudades más modernas y prácticas de Asia, junto a Tokyo, Taipei, Shanghai y Singapur, donde todo funciona de manera eficiente y parece diseñado para la comodidad de vecinos y turistas.
Como otros países de la región, Corea no cuenta con vuelos directos desde Argentina, pero hay un movimiento turístico en desarrollo, con un millar de visitantes anuales de nuestro país en Seúl, donde residen algo más de 500 de connacionales, según estadísticas de organismos coreanos de turismo.
Esta cifra de turistas tiene aún un lento crecimiento, debido a que para llegar desde Argentina se deben hacer conexiones, en Nueva York, Los Ángeles, Atlanta o Dallas, en Estados Unidos; Madrid o Estambul, en Europa; Dubai o Doha, en El Golfo, o Addis Addeba, en África.
Seúl sorprende por sus intensos contrastes, ya que uno puede encontrarse con arquitectura tradicional coreana a la vuelta de la esquina de cualquiera de sus grandes avenidas bordeadas de enormes torres y rascacielos. Aún más variada es su deliciosa gastronomía, en la cual se destacan platos tradicionales valorados en todo el mundo, que se complementan con la cocina de vanguardia en todos los rincones de sus barrios céntricos. Son estos contrastes los que hacen de Seúl uno de los destinos turísticos más atractivos para los amantes de la historia y la cultura oriental.
Autopistas, puentes, carreteras, vías férreas y uno de los aeropuertos más modernos del globo dotan a esta capital de un status de comunicación poco visto con todo el interior del país.
Por otro lado, su antigua historia se ve reflejada en sus cinco palacios reales de la Dinastía Joseon (Gyeongbokgung, Changdeokgung, Gyeonghuigung, Deoksugung y Changgyeonggung), que fueron reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Hay cosas curiosas en la ciudad, como los ascensores para bicicletas en puentes de algunas autopistas, que permiten a los ciclistas combinar esas vías, o el sistema para cruzar las avenidas, con direccionamiento diferenciado en uno u otro sentido y señales sonoras que anuncian el tiempo restante hasta el cambio de luces.