17 años pasaron de la tragedia de Cromañón. Omar Chabán, dueño del local, quedó asociado a la peor tragedia ocurrida en la historia del rock nacional. Imputado, juzgado y condenado por el incendio ocurrido el 30 de diciembre de 2004 durante un recital de la banda Callejeros, en el que hubo 194 muertos y unos 1500 heridos.
Chabán, en 2009, recibió la pena de 20 años de prisión por el delito de “estrago doloso”. Dos años más tarde, la Justicia modificó esa condena y la redujo a ocho años de cárcel por considerar que el estrago había sido “culposo”. Ante la apelación de los familiares de las víctimas, se confirmó la condena en 10 años y 9 meses de reclusión, a cumplir en la cárcel de Marcos Paz, según TN.
Las último días del empresario fueron dramáticos, luchaba contra un cáncer linfático, conocido también como linfoma de Hodgkin. Su deterioro físico fue notable y alarmante. En sus últimos días con vida, llegó a pesar 50 kilos. Falleció finalmente un 17 de noviembre de 2014, a los 62 años.
En agosto de 2013, el Tribunal Oral en lo Criminal 29 le había concedido el arresto domiciliario por considerar que había motivos médicos para justificarlo.
Desde antes de esa pequeña batalla ganada en la Justicia, el condenado estaba internado en el hospital Santojanni. En el informe que el Cuerpo Médico Forense le entregó al Tribunal que determinó la continuidad de su condena fuera de la Cárcel de Marcos Paz, se dejó registro de que Chabán se hallaba “atravesando los últimos momentos de su vida”.
El impacto de la muerte del empresario
La muerte de Chabán no pasó inadvertida. El entorno del empresario y muchos músicos que lo conocieron expresaron su pesar por lo que hizo antes de semejante estrago.
“Estaba muerto en vida. La sociedad pide condenar en la plaza a un culpable. Ahora, podrá descansar en paz”, expresó su amigo, el empresario musical Pablo Baldini, el día de su fallecimiento.
“No nos alegra su muerte. Nunca buscamos venganza, sino Justicia”, dijeron los familiares de las víctimas.
Se preveía que una vez estabilizado continuaría su condena en su domicilio. Sin embargo, su hábitat fue ese hospital. Allí recibió innumerables transfusiones de sangre y las correspondientes sesiones de quimioterapia. Hasta el día de su muerte.
Los días posteriores a su deceso fue llamativo el cruce de mensajes entre los que recordaban su trabajo como empresario en los 80 y los que recordaron las causas que llevaron a que el hombre transitara los últimos días de vida encarcelado, acusado de ser responsable de 194 muertes.
Así, su memoria recogió el elogio de músicos y artistas como Andrés Calamaro, Juanchi Baleiron, Iván Noble, Erica García, Verónica Llinás y Pablo Lescano, entre otros.
Omar Chabán y el rock nacional
El empresario (que estuvo casado con la actriz Katja Aleman) fue fundamental en los inicios de grupos emblemáticos, apuntalándolos desde el under porteño y un lugar emblemático: el boliche Cemento, que estaba emplazado en pleno barrio porteño de Monserrat, en la calle Estados Unidos al 1200.
Allí, y en su primer local, Café Zero, Chabán les abrió las puertas a bandas como Soda Stereo, Sumo, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Los Twist, Los Violadores, Fricción, Los 7 Delfines, Don Cornelio y la Zona, Divididos, Las Pelotas, Babasónicos, La Portuaria y Massacre, entre tantas otras bandas.
Cómo fue la tragedia más grande del rock nacional
El 30 de diciembre de 2004, la media sombra que cubría el techo del boliche República de Cromañón, ubicado a metros de Plaza Miserere, se incendió por el impacto de una bengala, en medio de un recital de la banda Callejeros.
Los hechos se precipitaron sin dar tregua: el fuego generó un humo tóxico. Además, se habían vendido tres veces más de entradas de las que permitía la capacidad del lugar. Para peor, las puertas de emergencia no estaban habilitadas, sino que las habían cerrado con candado del lado de afuera. En segundos, el lugar se convirtió en una trampa mortal.
Chabán estuvo esa noche en el boliche. Antes de que comenzara el show de Callejeros, se subió al escenario y alertó a los fanáticos de los riesgos de utilizar pirotecnia en un lugar cerrado. Nadie lo escuchó ni le hizo caso. La banda, y sus seguidores, se jactaban de contar la cantidad de bengalas que se encendían por show.
Ante la inmensidad del acontecimiento, se escapó y estuvo prófugo varios días. Finalmente, se entregó. En su declaración ante la Justicia reconoció que él tomó la decisión de cortar la electricidad “para evitar una catástrofe aún peor”.