A poco de despertar aquel viernes 3 de noviembre de 1995, la población de la ciudad de Río Tercero, en medio de la geografía cordobesa, fue sorprendida por una serie de explosiones que sacudieron la tierra. Con el correr de las horas dejaron el lugar vacío de gente y sin energía eléctrica ni gas, pero sembrado de esquirlas, escombros y municiones de guerra, sumando decenas de viviendas en ruinas y más de un centenar dañadas y el lamentable e irreparable saldo de siete muertos.
Fue el primer estallido de una serie que se extendió durante todo el día y que tuvo su inicio en las instalaciones de la Fábrica Militar de Armas (FMRT). La instrucción judicial que se extendió entre los años 1995 y 2011, y aún hoy continúa, la inició el juez federal de Río Cuarto, Luis Rodolfo Martínez. El magistrado caratuló el caso como ''Explosión seguida de muertes, lesiones y daños'', donde hizo referencia a que un tambor de trotyl se prendió fuego, dando inicio a la tragedia porque en ese depósito se almacenaban otros 200, además de un número similar de barriles con hexolita y proyectiles sin espoletas.
En el recuento final se estableció que hubo cinco depósitos afectados (de los seis existentes) donde se almacenaban unas 100.000 toneladas de municiones para morteros, cañones, fusiles y pistolas. Y si bien la detonación inicial dejó el lugar con varios cráteres y un solo herido grave entre los 400 empleados de la fábrica, la onda expansiva afectó a la ciudad en un radio de 10 kilómetros a la redonda.
La noticia, sin los medios tecnológicos de ahora, se conoció en todo el mundo, reflejando con grandes titulares como aquel "Esto es Sarajevo'' que dio un sorprendido periodista de una emisora local, frase que después fue título de tapa de un diario nacional y que mostraba una ciudad cubierta por toneladas de escombros, grandes proyectiles y carcasas incrustadas sobre el asfalto o entre las plantas de los jardines. Y vainas, muchas de ellas aún humeantes que caían del cielo y otras tantas que estallaron 24 horas después.
Las anécdotas y los comentarios quedaron encerrados en las extremas medidas de seguridad ejecutadas por el Ejército, Gendarmería y Policía, mientras que en los barrios Las Violetas y Belgrano la destrucción fue total.
Oficialmente se habló de que Romina Torres (15), Laura Muñoz (27), Elena Rivas (52), Leonardo Solleveld (32) y Aldo Aguirre (25) murieron como consecuencia de las esquirlas que impactaron sobre sus cuerpos. Mientras que Holder Dalamasso (52) y José Varela (51) fallecieron como consecuencia de paros cardíacos producidos por el estrés sufrido.
¿Accidente o atentado?
El por entonces presidente de la Nación, Carlos Menem, llegó a la ciudad cordobesa esa misma tarde y en conferencia de prensa, al ser consultado sobre un posible atentado, en forma contundente replicó: “Le estoy diciendo que no; descártelo totalmente. Es un accidente. Se trata de un accidente y no un atentado. Ustedes tienen la obligación de difundir esta palabra”.
Después de que el expediente pasara por las manos de varios jueces, en 2012 la Justicia acusó y condenó a los militares Edberto González de la Vega, Carlos Franke, Jorge Antonio Cornejo Torino y Marcelo Gatto, al considerar que las explosiones habían sido causadas intencionalmente.
Mientras que el procesamiento del ex presidente Menem quedó suspendido debido a las apelaciones defensivas. Cinco años después, la sentencia quedó firme y los militares fueron alojados en el penal 34 de Campo de Mayo, donde el pasado mes de julio murió el coronel retirado González de la Vega. El tiempo no se detuvo y ahora se conoció que el ex presidente y actual senador nacional por La Rioja volverá a ser juzgado -en soledad- en febrero del año próximo, bajo la acusación de presunto “autor mediato” de estrago doloso agravado.
A modo de reflexión
Fabian Menichetti, periodista, locutor y autor del libro “Esquirlas de noviembre”, nació y vive en Río Tercero. Ahora consultado por Los Andes, aseguró que “lo acontecido en Río Tercero hace 25 años no es algo que le sucedió únicamente a esa comunidad sino al país en su conjunto”.
“De hecho, que en un proceso oral y público en 2014, llevado adelante en el Tribunal Oral 2 de Córdoba, se haya determinado que una ciudad de la Argentina, sin estar el país en guerra, haya sido bombardeada con brutales explosiones a partir de la voladura de la Fábrica Militar, con proyectiles que desde allí volaron sobre la comunidad, no es un dato menor. Y más aún, producto de un ilícito como lo fue el contrabando ilegal de armamentos a Croacia y Ecuador”, apuntó Menichetti.
Y continuó: “Este hecho que le costó de manera directa la vida a siete vecinas y vecinos, con más de 300 personas heridas y los barrios más cercanos literalmente arrasados, es uno de los sucesos más atroces del pasado reciente del país. Ojalá que lo sucedido aquí, más allá de los 25 años, no termine por perderse en los laberintos de la historia nacional”.
“Preservar la memoria sobre ello no es algo que le compete solamente a los riotercerenses, sino a todos los argentinos. En Río Tercero, para quienes vivimos aquello, las explosiones aún se continúan escuchando en la memoria colectiva, y las heridas, esas que no se ven, que son las interiores, continúan doliendo”.
Los Andes estuvo ahí
Después de 8 horas de viaje a bordo de un Renault 12, junto al fotógrafo Juan Carlos Clavero, llegamos a Río Tercero el sábado 4, a las 7, una hora antes de que, por seguridad, fueran cerrados todos los accesos a la destruida fábrica.
En las inmediaciones de lo que era uno de los pulmones de la economía y el trabajo de la zona todo estaba destruido. Vimos esquirlas, cuerpos de bombas sin explotar y otras que habían hecho profundos pozos, dejando la tierra herida y abierta.
Horas antes había lenguas de fuego que alcanzaron 100 metros de altura, granadas, bombas y misiles que abandonaron su lugar de almacenaje para elevarse hacia el cielo y de ahí caer sobre una población que no podía entender lo que estaba pasando.
Fue el resultado de un ataque a traición. Hubo muertos, heridos y desaparecidos, mientras que en el cielo se repetían las explosiones, las columnas de humo y las bocanadas de fuego.
Entre estos restos se rescataron unas 1.000 cápsulas o bombas sin explotar, que ''a mano'' fueron levantadas por los equipos antiexplosivos de la Policía de Córdoba y trasladadas en camionetas y sobre colchones, hasta un lugar alejado del centro, en donde se las haría estallar en los próximos días.
Mientras que el olor del azufre cubría aún todo el lugar, las víctimas de este terrible accidente caminaban sin rumbo fijo.
El regreso fue sin la urgencia del viaje de ida pero con el tiempo suficiente para tratar de comprender lo que había pasado y así poder relatarlo en varias notas de este diario... hace 25 años.