“Alcanzar el amanecer por el poniente”. La meta de la expedición que la Corona Española financió, con el portugués Fernando de Magallanes al mando, podría resumirse en esa premisa.
Las cinco naves que partieron desde Sevilla el 10 de agosto de 1519, para luego emprender viaje desde Sanlúcar de Barrameda, tenía como objetivo sortear los límites del Tratado de Tordesillas (con el que España y Portugal se dividieron el Atlántico entre sur y norte, en 1494) para establecer una nueva ruta comercial, en busca de las codiciadas Islas de las Especias (las Molucas), en manos de los musulmanes. Apenas 27 años antes, otra expedición similar de la corona se había topado con un obstáculo inesperado, y que ya había cambiado la concepción del mundo: el continente americano.
Sin embargo, el manejo de las teorías de la esfericidad de la Tierra, que habían llevado a Colón hacia las Indias y resultado en el descubrimiento de América, seguían vigentes y era menester llevarlas a cabo. Así fue que el jovencísimo emperador hispano Carlos I y V de Sacro Imperio Romano Germánico (que contaba tan sólo con 18 años) autorizó la expedición y hacia ese viaje partieron 250 hombres. En medio de innumerables sucesos, tres años más tarde, el 6 de septiembre de 1522, una única nao, ahora con 18 hombres al mando del español Sebastián Elcano, consiguió volver a Sanlúcar de Barrameda.
Ese momento, acaso, debe inscribirse entre las más grandes epopeyas de la historia, ya que se logró así la primera circunnavegación de la Tierra. Un hecho que hasta el momento se manejaba desde la teoría, pero que este grupo de marinos bajo la bandera española pudo lograr en la práctica.
En El orbe a sus pies (Ariel, 2019), el filósofo español Pedro Insua repasa ese viaje y valora la magnitud de esta empresa que “atrapó al mundo”, y con él dialogó Los Andes para sopesar el valor histórico de este acontecimiento del que este martes se cumplen 500 años.
–Empecemos valorando la magnitud y las implicaciones, ¿qué representó esa hazaña, acaso la primera “universal”, incluso más allá del descubrimiento de América, tanto para el Imperio Español?
–”La tierra es tal como la dibujaron los españoles en sus cartas”, dijo (Yuri) Gagarin en Memorias de un cosmonauta. Yo creo que ese es el mejor resumen de lo que representó la hazaña. El Imperio español había logrado, navegando hacia el Poniente y volviendo por el Oriente, burlar la presión del Turco sobre el Mediterráneo, y también sortear el monopolio portugués en el contacto oceánico con el Oriente (por la ruta africana de Vasco de Gamma). Los portugueses pretendían, y así lo reflejaban en sus mapas propagandísticos, que América era un muro terrestre, que impedía el contacto por mar entre el Atlántico y el Índico. España probó que había un camino de agua, aunque interpuesto entre ambos océanos, el Pacífico, que resultó ser la masa de agua más vasta del planeta. En todo caso, la esfera terrestre, hasta ese momento un producto del cálculo matemático, geométrico, se convertía en una realidad geográfica, susceptible de ser cartografiada, de tal modo que los españoles, y así ocurrió en Sevilla, la podían medir y describir en un mapamundi. Como dijo Borges en su hermoso poema dedicado a España, “España de la larga aventura / que descifró los mares y redujo crueles imperios”. Y es que España si no descifró los mares, sí los Océanos, al entrar Elcano en todos ellos, dando los tres giros que los ponía en contacto. La Tierra se podía circunnavegar, darle la vuelta sin bajarse de un barco, Elcano fue el primero en hacerlo.
–¿Cuáles fueron las razones históricas que permitieron tal viaje? ¿Primaron las razones comerciales, geopolíticas, religiosas, científicas? ¿O todas a la vez?
–Se trataba, fundamentalmente, de tomar la espalda del continente americano para abrir una ruta comercial que permitiera, por el Oeste, tomar contacto con las islas de “los aromas”, como las llamó Anglería, es decir, con las Molucas o Especiería. Este era el objetivo del viaje de Magallanes, un viaje, fundamentalmente, comercial. Las rutas comerciales caravaneras con el Oriente habían quedado rotas, o muy obstaculizadas, con la caída de Constantinopla, en 1453. Se trataba de restaurar esas vía de acceso al Oriente, y como de frente, por la vía mediterránea, no se pudo, pues había que ensayar la vía oceánica (atlántica) a la que invitaba la teoría matemática de la Esfera (de Eratóstenes). Y esto se hizo.
–Si hubiera que enumerar un puñado de momentos clave del viaje, ¿cuáles podríamos apuntar?
–Hay que reparar en los preparativos. La empresa desbordaba completamente cualquier otra carrera al estimar una duración de dos años (la de Indias, a América, duraba dos meses; la de la India, por la costa africana, duraba seis), que, al final, fueron tres. En el barco se evidenció desde el principio, con portugueses y españoles, la rivalidad entre ambos. Un momento decisivo de solución de esta rivalidad fue el motín de San Julián, frente a la costa argentina, la pericia que tuvo Magallanes de sofocarlo. La muerte de Magallanes es un momento muy importante, obviamente, quedando la expedición un poco a la deriva por la Insulindia, casi navegando como pollos sin cabeza. Por último la decisión de separarse las dos embarcaciones que quedaban, la Trinidad y la Victoria, para regresar, una por donde habían llegado, que fracasa y la otra, la que toma Elcano, que es la que triunfa, arriesgando por la vía del hemisferio portugués.
–La historiografía ha acentuado el carácter portugués de la hazaña, dado que el capitán era Fernando de Magallanes…
–La expedición no fue un resultado del dominio cartográfico español, que no lo tenía, sino que lo propició. A partir del regreso triunfante de Sebastián Elcano, la náutica española sacó ventaja a la portuguesa, y detrás fue la cartografía, estableciéndose en Sevilla, de la mano de Fernando Colón, el primer patrón -el patrón real- cartográfico de la historia.
–El objetivo del imperio español era conquistar las Molucas. Fuera del logro de la cicunnavegación, ese objetivo tuvo su camino particular también y conllevaba algo más: conquistar China. ¿Fue así?
–Sí. Una vez abierto náuticamente el Pacífico, a partir de Legazpi y Urdaneta, existieron varios proyectos de conquista de China. En mi libro El orbe a sus pies doy cuenta de este complejo proceso. Lo que ocurre es que se presentan, las Molucas y China, como una disyuntiva. Era o una cosa u otra. Al renunciar finalmente a China, se fue a por las Molucas que se conquistan, finalmente, en 1609.
–El libro, El orbe a sus pies, repasa toda esta hazaña de la “vuelta al mundo”. Más allá del rico caudal de información y repaso por todas los aspectos históricos del hecho, pero también arrastra conclusiones filosóficas. El viaje representa el colapso de toda una concepción antigua del mundo. A la vez, ¿también puede colegirse que fue una ejercitación práctica de la teoría de la esfera?
–Así es. La concepción tripartita de la Tierra, tricontinental, de Plinio y Ptolomeo se viene definitivamente abajo. La concepción del mundo hasta ese momento estaba muy ceñida al ámbito mediterráneo. El aspecto del orbe terrestre cambia completamente para adquirir la faz actual. El mundo da la cara por primera vez a partir del viaje de Magallanes y de la vuelta de Elcano.
–Cuando se cumplieron los 50 años de la llegada del hombre a la Luna, se dio extensa difusión a su celebración. ¿Por qué es más importante este viaje terrestre que aquel viaje lunar?
–Cuando se va a la Luna se sabe perfectamente a dónde se va, y se conoce su estructura (sus relaciones geodésicas con la Tierra, etc). Cuando Magallanes y Elcano dan comienzo a su empresa tienen como apoyo a la geometría esférica, y saben que las Molucas están ahí (Magallanes había llegado a ella previamente por la ruta de la India), pero ignoran realmente todo lo demás relativo a la empresa, sobre todo y principalmente una cosa: si hay estrecho o vía de mar que permita sortear la masa continental americana. Comprobar, como comprobó Elcano en sus propios pies, que el mundo es, en efecto, esférico, como postulaban las matemáticas, comprobar la “redondez” de la Tierra, por decirlo en sus términos (según la carta que escribió todavía desde el barco a Carlos V cuando llegan el 6 de septiembre de 1522 al puerto de Sanlúcar), es un experimento crucial que no tiene parangón. La ecúmene, la casa de los hombres, era recorrida por primera vez, y a ese espacio habría de ceñirse la antropología. “No más mundo”, que decía el poeta.