Federico Pérez Jurado tenía 5 años cuando una noche, en su casa situada en pleno desierto de Lavalle, sorprendió a su familia recitando a la perfección “El Maceta”, de Abel Ivroud, un tema campestre extenso y difícil para un niño de su edad.
Mientras su papá lo acompañaba con la guitarra, lo escuchaban embelesados: no tuvo un solo traspié en ninguna estrofa. El pequeño recibió un aplauso sonoro entre los pocos presentes alrededor de la mesa.
Tiempo después, tras dominar la guitarra y la flauta tropical, Fede conoció algo que iba a cambiarle la vida y con lo que enseguida hizo estragos: el acordeón a piano, un instrumento nada fácil de aprender por su gran cantidad de teclas y botones.
Hijo de un matrimonio que se dedica a la cría de chivos en el puesto “El Encuentro”, situado en cercanías de la ruta 40, alejado del ruido de la ciudad, tiene 13 años y creció ajeno a la tecnología pero muy cerca de las labores del campo y de los animales.
Eso sí: la música fue su pasión desde siempre, y aunque se defiende con cualquier instrumento, el acordeón es su preferido. “Tiene ese don desde que nació y su hermanita parece que también”, relata Luisa, su mamá.
El primer instrumento, casi de juguete, lo encargaron en San Luis. Una tía lo acercó hasta el campo. Luisa y Orlando habían juntado peso a peso con esfuerzo. Pero, en realidad, terminaron comprando una “verdulera”, instrumento parecido al acordeón.
“No hubo caso, no le gustó. Quería un acordeón. Gracias a Dios el dueño del negocio aceptó la devolución”, recuerda la mujer y ríe.
El niño fue creciendo, aprendiendo temas nuevos de oído y cuando pegó el estirón, aquel regalo le fue quedando chico. Había que cambiarlo, pero el dinero no alcanzaba.
Entonces decidieron organizar una peña para recaudar los fondos. Poco después Fede ya tenía en sus manos el nuevo acordeón.
Si bien en la zona los puestos están alejados, muchas familias se conocen y las fiestas populares, donde el chico suele ser estrella, representan todo un clásico. Así, por ejemplo, Fede brilló en algunas presentaciones de la Fiesta del Melón y la Sandía, que se realiza en Lavalle y constituye uno de los festejos más importantes a nivel provincial.
En más de una oportunidad Federico dejó asombrado al público con su actitud de gaucho, su boina, sus botas y su impecable desempeño musical.
Cursa el primer año de la secundaria en la escuela técnica 4-160 Tito Francia, donde semana por medio permanece como pupilo. El colegio está alejado de su puesto.
Hoy, mientras transcurre sus vacaciones de invierno en el campo, se vuelca más que nunca a su inseparable “compañero”.
“No tengo piezas favoritas, en realidad todas me gustan”, señala, aunque reconoce que cuando llega a su oído una melodía especial, enseguida se concentra para intentar interpretarla.
Nacido el 28 de noviembre de 2007, es el primer músico de la familia. Nadie entiende cómo heredó este arte. “Nuestra vida es muy simple, siempre hemos vivido en el campo”, insiste Luisa.
Fede dejó su impronta musical en la escuela Maestro Pablo Pizzurno, en San José, donde el año pasado finalizó la primaria y donde lo recuerdan con un cariño especial.
Es que no resulta frecuente que un niño se vuelque hacia el acordeón. Además, dominarlo tiene su técnica: la parte de la mano izquierda posee botones para tocar los bajos y acordes de acompañamiento, también accionando una palanca se cambia el sistema de bajos, pasando al sistema Basseti, que coloca las cuatro primeras filas desde afuera con notas cromáticas y por octavas, mientras que las dos últimas se dejan como bajos y contrabajos sin octavas.
Fede se despide con pocas palabras pero con una sonrisa amplia. Y al proyectar un futuro, dice que no tiene dudas y que su máximo anhelo es triunfar con la música.