A sus espléndidos 73 años, Ana María Morán, viuda y abuela de cinco nietos, recomienda a personas mayores caminar, bailar, practicar ejercicio y, si es posible, correr.
Sí, correr. Quién sino ella, que tiene una vasta experiencia en maratones, podría sugerir un estilo de vida que la mantiene joven, saludable y con energía.
Con la pandemia y el encierro que atravesamos, la liberación de endorfinas y la renovación energética resultan fundamentales para transitar estos tiempos, aún más entre los mayores, asegura Ana María con conocimiento de causa: ella empezó hace más de diez años y las pruebas están a la vista.
“Amo correr, es lo más hermoso y bello que hay. Se siente una libertad difícil de describir con palabras”, advierte, para agregar: “Pero si no es posible correr, la caminata, el ejercicio o el simple hecho de bailar, de mover el cuerpo, ayudan muchísimo”.
Ana, tucumana de nacimiento y mendocina por adopción, tiene cuatro hijos. Toda la vida fue peluquera.
Muchos años trabajó de sol a sol hasta que un giro utilizando su tijera dañó uno de sus hombros. Cuando puso fin a su actividad, también se le despertó diabetes.
Fue entonces cuando el médico le aconsejó caminar no menos de 50 cuadras por día.
Ni lerda ni perezosa, y lejos de deprimirse, inició una rutina que jamás abandonó, excepto cuando irrumpió la cuarentena, que la obligó a bajar el ritmo.
En realidad, desde muy joven amó mover el cuerpo. Incluso recuerda que llevaba a sus hijos al gimnasio cuando eran pequeños y no tenía con quién dejarlos.
Lo cierto es que cuando el médico le dio el diagnóstico, salió a caminar 60 cuadras por día. Con lluvia, frío o calor, ella salía.
Poco después conoció a un profesor de gimnasia que le propuso entrenarla para correr una maratón.
“Me entusiasmé y también me alentó Daniel, uno de mis hijos, que es profe de Educación Física”, recuerda la señora deportista.
Fue así que sus primeros 10 kilómetros los corrió en Potrerillos, en 2010 y casi de inmediato pasó a integrar la Asociación Maratonista de Mendoza.
“Fue un camino de ida, porque el profesor también llevaba a su madre y habíamos formado un hermoso equipo. Participamos durante mucho tiempo de numerosas maratones solidarias”, rememora.
Ana corrió intensa y religiosamente hasta el inicio de la cuarentena. Pero ahora sus hijos la cuidan y la obligan a quedarse en casa. De todos modos se levanta a las 6 empieza con su rutina de ejercicios.
“No veo la hora de que todo esto pase pronto. Si Dios quiere seguiré corriendo”, anticipa.
Confiesa que mucho de su pasión por esta disciplina se lo debe a su profesor, Rafael Ríos, ya jubilado, aunque se considera una alumna ejemplar que cumple con un estilo de vida saludable que va más allá del ejercicio.
“Soy de comer de todo, pero poco, y con una dieta de frutas y verduras. Me controlo y me cuido porque me siento bien y deseo seguir así”, señala.
“Vidas en Movimiento”
Durante el último tiempo, Ana se anotó en un programa del municipio de Ciudad denominado “Vidas en Movimiento”, que busca mejorar la calidad de vida de los adultos mayores a través de caminatas y juegos saludables que se realizaban en los distintos espacios públicos de la capital.
“Fue una experiencia maravillosa que espero poder continuar cuando todo esto termine”, sintetiza, para asegurar que “no hay edad para sentirse bien”.
Ana compartió otro capítulo de su historia. Hace unos años sufrió un ACV que si bien no le dejó secuelas, fue un cimbronazo. También padece una desviación en la columna y una hernia de disco.
Pero, sin dudas, su buen estado físico y sus proyectos de continuar en la misma senda fueron clave para sacarla adelante rápidamente.