Muchos artistas y hacedores culturales plasmaron ayer sus emociones o vivencias al ser consultados por Los Andes sobre el gran creador Joaquín Lavado, nuestro Quino.
El dibujante, pintor e ilustrador Luis Scafati, desde su atelier de Chacras de Coria, plasmó una graciosa anécdota sobre cómo lo conoció. “Recuerdo que estaba en la colimba, llevaba dos meses encerrado y recibí la visita de mis padres, que me llevaron un pollo (que devoré) y una revista con un reportaje a Quino. Años después, junto con Eduardo Tejón, primo hermano de Quino, llegamos a su departamento en Buenos Aires y fue así como nos conocimos”, rememoró.
A partir de entonces, el autor de “Tinta China” hilvanó una gran amistad con el hombre que perdimos ayer. “Manteníamos largas charlas, acompañadas con algún vino, filosofando sobre la muerte, un tema que era frecuente en nuestras charlas. Yo había disfrutado Mafalda, aprendí mucho ahí de la secuencia y los tiempos en la historieta, pero sobre todo me atrajeron sus páginas de humor. Sin dudarlo, creo que Quino es un filósofo visual”, sentenció Scafati.
También contó que un día en que ambos presenciaron una escena dónde alguien extendía el brazo y lo apoyaba “distraídamente” sobre el marco de la puerta para impedir el paso de otra persona, Quino le pidió que observara ese gesto porque podía servir para un dibujo.
Y agregó: “Su obra gráfica es una vasta reflexión sobre el ser humano, no importa de dónde sea, ni raza ni religión. Ahí está el poder, el amor, la pareja, las costumbres, los prejuicios, la vida y la muerte obviamente. Un lenguaje universal. Y lo más importante es que de esa profundidad hay una mirada que nos hace sonreír. Alguien dijo alguna vez que para hacer llorar basta pelar una cebolla, pero hacer reír es algo serio. Quino lo hizo”.
Divertida ironía
“Con la creación de sus entrañables personajes transmitió una divertida ironía; fue un dibujante excepcional con un texto actualizado. Muchas veces nos hacía sentir interpelado. Su prestigio y trayectoria lo convierten en el mendocino que tuvo más trascendencia en el planeta… Un mendocino planetario”. El comentario es de “Pupi” Agüero, gestora cultural y ex directora de Patrimonio de Mendoza.
Del público
Siempre que podía Raúl Eduardo Bialet, licenciado en Administración Turística, se acercaba a las exposiciones o actos de los que Quino participaba en el terruño. “Trataba de acercarme e intercambiar algunas palabras con él; así lo hice en dos muestras del libro y en el acto de la plazoleta del barrio Unimev. Luego el maestro residió en el barrio Rincón de Aráoz (Luján de Cuyo), donde vive mi hijo, pero allí no lo pude ver”, se lamentó Raúl, uno de los millones de fans que deja el dibujante.
“Héroe de la vida”
La escritora y magister en Literatura, Alicia Duo, se enteró de la partida del artista por su esposo José Ítalo. El momento lo evoca así: “'Murió Quino'. Le hago una finta a esa feroz cimitarra del terror y me digo a mi misma: ‘Quino está más vivo que nunca’. Siento que la vida lo engrandece en la muerte porque, en mis adentros, subsiste un mundo propio lleno de sus recuerdos. Mimetizada con mi alma, su inolvidable y siempre precoz Mafalda me consuela con esa frase contundente. Me viene a explicar con sus razones de infancia pensante, como campana de alerta para los adultos”.
La narradora remató: “Me ayudó a mirar más allá de lo cotidiano con el humor enriquecido de valores humanos. Me radiografió mi entorno con su crítica genial de sonrisa dolida. Le agradezco infinitamente, en mi carácter de escritora representativa de la realidad femenina. Es un héroe de la vida”.
Leyenda
Para el poeta y escritor Carlos J. Levy (78), “hay hombres que nacen y mueren y hay quienes se convierten en leyenda. Quino es uno de los que no mueren, cursan la vida y rinden la última materia para convertirse en fantasmas. Nos dio ternura, sapiencia, humildad y talento. Es el que a diario nos enseñó a vivir; fue algo más que un corazón latiendo entre diástoles y sístoles; lo llenó de criaturas, lo que lo convirtió en un ser hermoso y presente fantasma”.
¿Y las acequias?
El arquitecto Jorge Ricardo Ponte conoció a Quino hace una década. “Le conté –evoca- que de chico vivía cerca de su casa en San José y que había trabajado mucho en la historia y en la asociación de las acequias a la identidad mendocina y que me había llamado mucho la atención no haber visto nunca un dibujo suyo que incluyera alguna acequia. ¿O si existía? Sería para mí genial poder verlo. Quino sonrió y me contestó: 'Yo he pretendido, con mis dibujos y personajes, tener cierta neutralidad y universalidad, y las acequias son tan mendocinas que no me hubieran ayudado en ese propósito”, recordó.
Y siguió con el relato de lo que le apuntó Lavado: "A propósito de las acequias, le cuento que siempre he pensado que la prueba para saber si alguien es mendocino es preguntarle si alguna vez se cayó en una acequia, ya sea jugando, andando en bicicleta o cruzándola. Porque si nunca se cayó en una acequia… entonces ¡No es de verdad mendocino!' Los dos estallaron en una risa compartida.
El investigador agregó: “Lo volví a ver, años después, en un shopping y como buen cholulo me acerqué a saludarlo. Estaba por comprar un colchón, con su sobrino Diego y otros parientes. Me dijo que estaba instalándose de vuelta en Mendoza, más precisamente en Luján de Cuyo, para pasar aquí sus últimos años. Le dije que sentía que era un homenaje para Mendoza que él, que era un ciudadano del mundo, hubiera elegido volver, finalmente, a su terruño”.
Ponte dijo también que en los viajes al exterior solía decir: “¡Soy de Mendoza, la patria chica de Quino, el creador de Mafalda!”.