Quienes transitan las calles de los barrios vulnerables observan cómo se han agravado las condiciones al interior de los hogares. Advierten sobre un agravamiento de la inseguridad alimentaria, personas que no alcanzan a acceder a las comidas mínimas diarias, lo que implica reducir porciones o directamente saltarse comidas.
Un relevamiento hecho a nivel nacional por la organización Barrios de Pie en barrios populares dio cuenta de un dato verdaderamente crudo: 9 de cada 10 (87%) hogares encuestados tiene algún grado de inseguridad alimentaria. Incluyó 15 provincias, entre ellas Mendoza.
Durante los últimos meses caminaron por los barrios para conocer la realidad de las familias y el resultado es dramático, sin embargo, quizás no sorprende a la luz de los datos de pobreza. Según la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza alcanzó al 49,9% de los argentinos en el tercer trimestre.
El Observatorio de Deuda Social de la casa de estudios ha señalado una tendencia descendente en la cantidad de hogares pobres e indigentes pero una pobreza en ascenso entre los niños, que llega a 65,5%.
Incluso, según Barrios de Pie, 60% de la población relevada sufre inseguridad alimentaria severa. Con esto refiere a que una persona de la familia se saltó una de las comidas por no tener dinero suficiente.
La organización habla de un “dramático impacto del ajuste sobre la calidad alimentaria en los barrios populares”.
Dieta ajustada
Pero además, sin llegar al extremo de no poder acceder a comidas, lo que observaron los investigadores es que para afrontar la situación, las familias hacen cambios en los patrones de consumo de alimentos. La dirección técnica del abordaje estuvo a cargo de los doctores Marcos Caviglia y Lucas Drucaroff y el especialista Rodrigo Ruiz y para concretarlo tomaron en cuenta indicadores y metodologías validadas por organizaciones nacionales e internacionales.
El trabajo refiere que en 71% de los hogares dijeron haber reducido su consumo de alimentos en general durante el último año. De este modo optan por alimentos menos costosos pero de menor valor nutricional, perdiendo incluso aportes sustanciales para mantener un buen estado de salud.
Por un lado, los resultados muestran que en torno a 8 de cada 10 hogares redujo el consumo de proteínas, mientras que lo compensan con un incremento de la cantidad de hidratos de carbono, que son más económicos y producen más saciedad.
“El 81% de los hogares consultados tuvo un menor consumo de proteínas que el año pasado y el 82% de ellos no compensan aumentando el consumo de ningún otro tipo de alimento”, remarca el informe.
El 93% de las familias bajó la cantidad de alimentos como carne roja, pollo, pescado o huevos. Dentro de estos mismos nutrientes, en 87% de los hogares dijeron haber reducido la ingesta de lácteos (leche, yogurt y quesos) que también aportan proteínas, entre otras cosas.
Pero también fueron parte del recorte las frutas y verduras, de las que los especialistas en Nutrición señalan que debe estar compuesta la mitad de la ingesta diaria de alimentos: cerca del 89% de los hogares disminuyó el consumo de frutas, mientras que el 86% redujo el consumo de verduras no altas en hidratos de carbono.
Como contrapartida, 76% aumentó el consumo de hidratos de carbono. Se opta más por productos como pan, galletas, arroz, fideos o polenta.
Por lo pronto, el informe preliminar ha aportado datos nacionales. A nivel local explicaron que aún no está elaborado el informe provincial.
Estrategias de supervivencia
Para quienes trabajan en esos entornos es algo cotidiano. Ven cómo con el tiempo se ha deteriorado la calidad de la alimentación y que esto afecta particularmente a niños, niñas y adolescentes.
Ana Herensperger es licenciada en Trabajo Social y forma parte de una de las líneas de Barrios de Pie en Mendoza. Junto a su equipo estuvieron relevando la situación nutricional de niños, niñas y adolescentes de barrios vulnerables de Mendoza durante octubre y están procesando los datos. Por lo pronto, dijo que hace un año, 70% de los hogares relevados se encontraban en situación de inseguridad alimentaria y que ahora se observa un aumento.
En el abordaje relevaron a alrededor de 2.500 niños, niñas y adolescentes de 0 a 17 años de 15 departamentos de Mendoza.
Esto alcanza no solo a aquellos barrios de mayor precariedad sino a otros sectores de clase media que van cayendo en la escala social, que quizás antes en esos entornos colaboraban con comedores y organizaciones y ahora son ellos los que van a pedir ayuda.
“Vemos una profundización grande de la situación de pobreza en los hogares, ya no alcanzan los salarios para cubrir las comidas diarias; entonces vemos un crecimiento en la asistencia en los espacios comunitarios, una disminución también de algunos insumos”, comentó. Y en ese sentido, contó: “Ya la gente no puede comer carne, reduce el consumo de verduras, reduce el consumo de lácteos y cobra un valor fundamental en estos momentos que los niños y las niñas que asisten a la escuela pueden comer ahí, o en comedores y merenderos”.
Por eso dijo que se saltan alguna comida principal, ya que alguna la reciben en alguno de estos espacios, pero luego, quizás nada más y los relatos coinciden en este punto. Incluso, quizás si cenan, esto es un té con alguna galletita o pan.
Además han hecho controles de salud en los que encuentran mayor impacto de la obesidad y el sobrepeso en los chicos, vinculados a la malnutrición.
Impacto de la mala alimentación
Hay que recordar los durísimos datos de Unicef: más de 7 millones de niños y niñas viven en la pobreza en el país y cada día, un millón de ellos se van a dormir sin cenar. Además, un millón y medio se saltea alguna comida durante el día.
Un relevamiento nacional realizado por Conin mostró este mismo escenario a mediados de año. La encuestas realizadas por la ONG en zonas vulnerables, concluyó que 6 de cada 10 chicos tienen algún grado de vulnerabilidad alimentaria.
“Cuando hacemos relevamientos en zonas vulnerables de cualquier lugar del país, las cifras son similares. Entre un 30 y un 33% de los niños presentan algún grado de desnutrición, es decir, uno de cada tres y otro 30%, aproximadamente muestra signos de malnutrición”, refirió Diego Álvarez, director de Conin en Mendoza en diálogo con Los Andes. La malnutrición se expresa en condiciones de sobrepeso u obesidad asociados a una baja calidad de los alimentos.
“Lo que estamos observando en los relevamientos sociosanitarios que se realizan, en zonas vulnerables del país, es que 6 de cada 10 niños se encuentran con malnutrición, en déficit, o sea, desnutrición en cualquiera de sus formas, o en exceso, sobrepeso y obesidad. Eso va cambiando de acuerdo al lugar del país, ver a una u otra”, señaló Gabriela Sabio, médica pediatra y directora médica asistencial de Conin.
Incluso en las escuelas, este año las docentes y los directivos han relatado que llegan cada vez más chicos sin comer, que los alumnos llegan con más hambre, que quienes reciben raciones de alimentos se repiten y muchas veces no les alcanza lo que tienen para ofrecer.
En los chicos esto tiene consecuencias en diversos planos de su desarrollo, en su desempeño académico y en el riesgo de desarrollar patologías agudas y crónicas. Las pruebas de aprendizaje dan cuenta de cuánto está condicionada la trayectoria escolar por el nivel socioeconómico de la familia.
“Sabemos que la malnutrición, sobre todo en las primeras etapas de la infancia, predispone a que de adultos aparezcan todo lo que son las enfermedades crónicas no transmisibles”, explicó Sabio.